Sabemos que una sociedad se construye con el aporte de todos. Y que en esa construcción, el aporte de cada uno es sumamente valioso. Pero una de las tareas más importantes en la vida de nuestra sociedad es la educación de niños y jóvenes. Justamente el domingo pasado hemos celebrado el Día del Maestro, evocación que nos invita a reflexionar sobre esta noble tarea de educar y formar el futuro de nuestra sociedad. La educación es la fuerza propulsora que está detrás, no sólo del progreso personal de los individuos, sino también del progreso social y cultural de las sociedades y naciones. La toma de conciencia de esta dinámica llevó a Mahatma Gandhi a decir que “el propósito de la educación es despertar la fuerza de la bondad dormida en el alma de la persona”. Y nuestros maestros y profesores son actores fundamentales en esta tarea tan noble.La educación en el mundo moderno vive realidades altamente complejas. En muchos lugares el estilo de vida moderno se caracteriza por males como el uso de drogas, la sexualidad promiscua y generalizado mal empleo de los medios de comunicación. Se aprecia una disminución en los valores éticos y morales en las familias, las escuelas y la sociedad en general. En este contexto, mantener el orden y la disciplina necesaria para un buen clima de estudios se ha convertido en una dura y desafiante lucha. Un enfoque hedonista de la vida, cuando se combina con la riqueza recién adquirida, a menudo conduce a una búsqueda insaciable de la comodidad y el placer. Además el exceso en enfatizar el avance de la ciencia y la tecnología, aparecen como la única meta deseable del progreso. Todo esto establece que los objetivos de la educación moderna hayan perdido fuerza en la tarea de la formación integral de la persona por encima de los conocimientos. Tanto la creciente tendencia de la secularización como el debilitamiento de la estructura familiar, hace que la escuela sea cada vez más un lugar de contención psicoafectiva que muchas veces falta en los propios hogares. Y por encima de todo, la misión educativa hoy nos llama a brindar a nuestros niños y jóvenes un ambiente de libertad y amor, respeto, disciplina, límites y una visión de fe que los mantenga fuertes en la esperanza en los momentos difíciles. La tarea del maestro es una vocación de amor y generosidad. Es una vocación noble que permite dar palabra y conocimientos a las demás personas. Implica dar parte de su vida y lograr una auténtica transformación de la vida del otro. La verdadera vocación del maestro implica un profundo amor al “saber” y el deseo de transmitir a los demás. En este sentido la celebración del Día del Maestro no se trata de un festejo y recuerdo de un solo día, sino que debería ser un constante aprecio y respeto hacia esas personas que entregan parte de su vida a los demás para lograr una sociedad cada vez más educada y formada.El auténtico maestro no sólo es un profesional que imparte instrucción, sino que forma a las futuras generaciones con su ejemplo y testimonio personal. Es por ello que el auténtico maestro, no solo transmite información sino que genera experiencias de vida y transfiere valores. Son los formadores de la cultura que transforman a la sociedad. Por eso como sociedad enaltezcamos esta tarea tan noble e importante que es el auténtico cimiento generador de conocimiento de nuestra patria. Y los que somos docentes hagamos que esta tarea sea más que una opción de trabajo, sino una verdadera vocación de vida. Gracias a todas esas personas que se pueden llamar auténticamente maestros. Gracias por ser la conciencia crítica de nuestra sociedad. Gracias porque con su aporte, es posible tener la esperanza de una sociedad calada de grandes valores.





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