Señora Directora: No sin sorpresa, primero, e indignación, después, leí lo que sobre el Día del Maestro escribía días atrás el Sr. Fiscal. Es evidente que plantea una visión ideologizada y parcial de lo que es ser docente y su problemática. Desconocería que quienes ejercen esa profesión son también de carne y hueso, y tienen un sinnúmero de necesidades que deben afrontar en el día a día. Incluso el sostén de una familia que, en numerosos casos, incluye a padres que también fueron maestros y que hoy están jubilados con haberes de miseria.Coincido con él en cuanto a la necesidad de una firme vocación para el ejercicio de una profesión tan noble y hermosa, y a la que me honra pertenecer desde los 17 años, cuando terminé el magisterio hace ya varias décadas. Lamentablemente y con mucho dolor, desde hace tiempo dejé de ejercer la actividad para dedicarme a otra tarea porque las circunstancias de la vida me forzaron a alejarme de ella, añorándola siempre, pero en razón de los múltiples compromisos generados entonces nunca pude volver y estar al frente del aula.He visto el padecer de las limitaciones que debieron afrontar mis padres y que tratan de superar algunos de mis amigos ex colegas y familiares, y entiendo la necesidad de los reclamos y protestas, muy urgentes a pesar –y lo subrayo- del perjuicio que se pudiera hacer a los niños. Daño que responsabilizo a la insensibilidad de las autoridades de turno que, como este año, han limitado el aumento salarial a un porcentaje muy inferior a la inflación estimada para el año y a la ocurrida en lo que ya va de 2016, y con tozudez se niegan a corregir esa injusticia.Además de la familia y el docente, el bienestar del niño también es responsabilidad del Estado y evitar las protestas, con trabajo y sueldos dignos, es parte de esa protección infantil. Ese sayo ahora le cabe al gobierno de turno, como a los que lo precedieron. Pero, claro, en la visión oficial actual “la Educación es un costo”, no una inversión a futuro, ni un derecho humano irremplazable.Desde hace mucho tiempo, desde el imperio de ciertas ideologías económicas que desconocen a la gente como actores de la vida y se centran en lo financiero como eje de la actividad en el mundo, los maestros como los jubilados han sido las variables de todos los ajustes que ocurrieron. Y hoy, pese a los anuncios rimbombantes y grandilocuentes (de no sé qué), siguen siéndolo, pretendiendo además que asuman el “sacrificio del cambio”, cuando otros sectores más privilegiados y poderos, afines a los gobernantes, logran descomunales beneficios.Se justifican entonces, por ejemplo, las quitas de retenciones a ciertas actividades o los brutales tarifazos en los servicios públicos en nombre de futuras inversiones que los mismos nunca hicieron cuando tuvieron los recursos necesarios para ello y, quizás, ahora tampoco harán. Claro, dicen que “ningún perro se rasca para afuera”.Creo además que la mayoría de esos funcionarios y personas que desprecian los reclamos docentes también fueron formados por esos mismos maestros y profesores, aunque sus nombres y figuras fueran diferentes hoy.Así como no comprendo –o bien, entiendo los intereses que podrían moverlo- al lector en cuestión y muchas otras personas como él, hay que entender que el maestro no es ese ser impoluto que nos brinda su enseñanza a cambio de una manzana (si presentes) o una ofrenda floral cada 11 de septiembre (si ya se ha ido), sino que es similar a nosotros, de carne y hueso, con virtudes, defectos y necesidades como todos, no son semidioses o entes etéreos a los que nada falta. Es absurdo, aberrante e inhumano exigirle lo que está más allá de sus posibilidades y capacidades, es un ser humano idéntico a cada uno de nosotros, seamos lo que seamos.A los maestros argentinos y misioneros, ¡feliz día! Y mi apoyo y solidaridad para ellos en sus reclamos.





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