De la angustia y la desesperación al desánimo. Esas fueron parte de las etapas por las que debieron transitar los familiares de Andrés Estepa (53), el cazador que desapareció en pleno monte misionero el 14 de agosto de 2013, hace exactamente tres años. Desde entonces, no hubo ninguna novedad, ninguna pista, siquiera algún elemento que permita mantener viva la llama de la ilusión.“Yo lamentablemente tengo que decir que hoy por hoy ya no tengo esperanzas de encontrarlo con vida”, le dijo a PRIMERA?EDICIÓN Antonio, uno de sus hermanos, con el dolor aún palpable en la voz. “Tenemos presente la fecha y realmente estamos quebrados”, agregó el hombre desde el norte misionero.El dato que aún da vueltas en la cabeza del entrevistado y, en general, de cualquiera que recuerde el caso, tiene que ver con la última fotografía que se tiene de Estepa con vida. No se trata de una celebración familiar, sino de una imagen capturada por dos guardianes privados del predio donde el hombre cazaba, más conocidos como “ñandúes”. Los dos estuvieron en su momento demorados por la Justicia provincial y, ante las autoridades, aseguraron que se toparon con el cazador y le exigieron que se retirase del lugar. Como el hombre prometió hacerlo, se marcharon de la escena, siempre según su versión.Para Antonio, esos dos hombres saben algo más del paradero de su hermano. “Queremos que las autoridades no se olviden del caso y sigan investigando. Nosotros creemos que estas personas que lo vieron por última vez tienen que saber algo más”, dijo al respecto. Es que para la familia resulta imposible que Andrés se haya perdido en la inmensidad del monte misionero, ya que conocía la zona prácticamente como la palma de su mano. También descartan el ataque de un animal salvaje, ya que de esa manera al menos habrían quedado rastros en las inmediaciones de donde se lo vio por última vez.“Estamos quebrados”, repite Antonio, que junto a sus seres queridos vio encender la llama de aquella Esperanza el pasado sábado 9 de julio, cuando la Policía informó sobre el hallazgo de restos humanos cerca de donde Andrés desapareció, pero en dirección a la ruta provincial 19, que comunica Wanda con Andresito. Sin embargo, horas después todo volvió a caerse: los restos eran de otra persona.Esa pesadilla, ese círculo que no termina de cerrarse, se abrió en la mañana del miércoles 14 de agosto de 2013, cuando Estepa salió de su casa en el barrio San Cayetano de Wanda en compañía de un conocido que lo llevó hasta el Paraje Esperanza Centro, a casi veinte kilómetros de la zona urbana de Puerto Esperanza. Ese compañero despidió a Andrés en un camino de difícil acceso con la condición de buscarlo por la noche. Y así hizo. Sin embargo, Estepa no volvió a aparecer.Su propio hijo, sus hermanos, sus amigos, todos salieron a buscarlo. Más tarde, una vez que se radicó la denuncia, casi 50 policías rastrillaron la zona, pero no encontraron siquiera un rastro que permitiera aferrarse a alguna hipótesis. Desde entonces, la intriga y el dolor azotan a sus seres queridos, que siguen sin conseguir respuestas.?Tres años después, el paradero de Andrés Estepa se mantiene en el más profundo misterio.




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