Hace unos años mi director espiritual me propuso matricularme en un seminario sobre Hildegarda de Bingen en Alemania, y allí fui con mucha curiosidad a averiguar de qué trataba este seminario y quién era Hildegarda.Es increíble la historia de esta mujer del siglo XII. Se la presento para quienes no la conocen.Nació el 16 de septiembre del año 1098 en el valle del Rin. Vivió toda su vida en Alemania, en monasterios de clausura, por consiguiente estoy hablando de una mujer dedicada al monacato, de una “monja”. Fue abadesa, mística, profetisa, predicadora, compositora y escritora, y lo más sorprendente, siendo una mujer del XII.Toda su vida es sublimeSi bien desde niña tuvo visiones lo diferente de sus visiones a otros místicos, es que ella no entraba en éxtasis, siempre fueron estando consciente de lo que veía con los ojos interiores y los oídos interiores del espíritu. El gran cambio en su vida comienza a los cuarenta y dos años, cuando despierta plenamente a sus facultades espirituales y siente la orden de escribir lo que ve y escucha. A esa edad empieza a dictar sus visiones y su primer libro, Scivias (Conoce los caminos), donde habla entre otros temas, de la relación entre Dios, el cosmos y el hombre.De este material y otros libros se hacen los seminarios, el cual, a día de hoy, sigo estudiando, porque no sólo es aprender, practicar, sino que también es nadar en el tiempo, ir mil años atrás, de la mano de la profeta, la mística, abrir la puerta a sus escritos, sus pinturas.Es conocer y estudiar herbolaria, las propiedades de las piedras y animales, para la sanación y los dolores de la mente. Es descubrir la relación holística entre la naturaleza y el cuerpo.En todos sus escritos habla de la sabiduría y bondad de Dios, de la unidad y armonía de sus obras. Para ella, tal como lo ve en sus visiones, no hay dos mundos distintos, el físico y el sobrenatural, la creación es única, una.Sus dibujos están cargados de símbolos, de mensajes que aparecen y se disuelven entre colores y trazos.Ella interpretaba, el universo, en un todo armónico, incluida la influencia que tienen los ángeles, en el alma y el cuerpo del hombre.No me fue fácil comprender su lenguaje esotérico y simbólico.Su relato sobre el infinito, el trato de los ángeles con el hombre toca las fibras íntimas del alma. Todo su pensamiento es como una pregunta directa a la mente, ¿por qué tener miedo al futuro, a experimentar? No estamos desamparados, ella nos afirma que existe la conexión del alma con lo superior. Su alegato tiene la fuerza y seguridad de quienes saben lo que dicen, ella lo firmó con el ejemplo de su vida. Lo que dejó Hildegarda, más que recopilaciones de palabras, fueron sus propias experiencias, revelaciones místicas, un manantial de conocimientos.Estoy escribiendo y cada tanto miro los montes de la Sierra de la Martiñá, los añejos robles pintan la sierra de verde oscuro. Es un día de sol con cielo limpio. A mi ventana llega el canto del pequeño río, que salta de cascada en cascada por arriba de las piedras. Las golondrinas juegan rozando unas contra otras. Cada tanto los cuervos gritan. Me imagino a mi querida Hildegarda en situación parecida, porque su primer convento estaba en la cima de un monte, donde se ve, a lo lejos, el recorrido del río, custodiado por robles y pájaros que hoy como ayer siguen volando en el cielo.Hildegarda nos abre la puerta a los grandes misterios de la vida y, en lo personal entre otras cosas, me ha enseñado a emplear uno de los lenguajes que utilizan los ángeles para comunicarse con el hombre: la oración, o como decían mil años atrás, la comunión.“Sólo a través de la comunión con los ángeles del Padre Celestial aprenderemos a ver lo invisible, a escuchar lo inaudible y a expresar lo inefable”.Colabora: María Benetti MeiriñoAutora de libros y guía para meditación. [email protected]





Discussion about this post