Señora Directora: Desde hace 71 años, agosto es el mes de la ignominia en la historia humana. Las dos primeras bombas nucleares sobre arrojadas por EEUU sobre Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, y Nagasaki tres días después, el 9, asesinando a miles de japoneses –civiles inocentes, en su mayoría– y dejando una secuela de males a otra centena de miles y que llega hasta nuestros días.Ambas bombas, Little boy y Fat man, fueron arrojadas sobre la población civil con el pretexto de concluir la guerra en el Pacífico que había iniciado a fines de 1941, en el escenario oriental de la Segunda Guerra Mundial. Se justificó que con ellas se reduciría drásticamente el número de bajas que era incontrolable en esos años, pero la intención real habría sido otra.Se afirmó que el presidente Harry Truman, presionado por el premier británico Winston Churchill, ordenó el bombardeo mirando la post guerra y la bipolaridad que ya se avecinaba en esa novel realidad. Su propósito habría sido el de amedrentar a quienes hasta ese momento eran sus aliados y con quienes se disputaría el mundo en los próximos 46 años: la Unión Soviética.





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