Señora Directora: Comprendo y, en alguna medida, comparto la preocupación del lector eldoradense Sr. Jürgensmeyer respecto al uso que muchos argentinas le dan a la bandera de su país y lo aplaudo, pero discrepo en algunas de sus afirmaciones en torno al valor de este emblema distintivos en otros países del mundo y en la historia de nuestra querida Argentina.En el mundo, al igual que como nuestra bandera, muchas de esas enseñas fueron modificándose con el tiempo o reemplazadas por otra diferente, en especial cuando el régimen político gobernante cambió de monarquía a democracia, por ejemplo, o alguna ideología en especial (nazismo, comunismo, entre varios otros) llevó sus símbolos y distintivos a esa bandera. Y los escritos dentro de ellas fueron una constante, no sólo entre fanáticos y desbordados, sino también entre las personas comunes que llegan, incluso, a utilizar sus colores en la ropa externa e interior. En muchas películas es común ver hombres y mujeres vistiendo mallas –las más minúsculas posibles- con los colores de varias de esas banderas, sin que por ello siempre signifique un menosprecio al propio nacionalismo, sino, por el contrario, suelen ser portadas con orgullo y satisfacción. Las más comunes la Union Jack británica y la de barras y estrellas estadounidense, aunque en ese concepto muchas veces éstas desplazas a los colores propios y, en mi opinión, predisponen a una distorsión en el sentimiento de identidad nacional y el acostumbramiento a la creciente dependencia cultural.En la Argentina hasta abril de 1944 no hubo una uniformidad en torno a la bandera a utilizar y en qué oportunidades, pero fue recién en 1985 se conjugaron en una sola las enseñas permitidas hasta entonces (con sol, la militar; sin sol, la civil). Antes, la bandera de Belgrano no fue la misma de la de San Martín y Belgrano mismo utilizó dos diseños diferentes: una bicolor y de tres campos cuando la enarboló por primera vez en las barrancas del río Paraná y otra también similar, pero con los colores invertidos a los de su primera enseña. A diferencia de éstas, la Asamblea del Año XIII invirtió los campos, colocando los celestes en ambos extremos y el blanco en el centro.Hacia 1820, por negociaciones con la monarquía francesa, se incorpora el sol y se cambia el celeste por el azul, colores que perdurarán, al menos, hasta 1860, cuando la Confederación Argentina es derrotada por las tropas porteñas de Bartolomé Mitre. Esta bandera tenía además del sol, en sus cuatro extremos un gorro frigio rojo. Antes de ese periodo y durante las guerras intestinas que azolaron el país durante treinta años, la bandera nacional fue modificada según el gobernante y la provincia que la enarbolaba (banda transversal roja, inscripciones como “federación o muerte”, etc.).Las banderas y sus colores identifican a los estados, a las naciones, a los pueblos y a muchos colectivos sociales, en la consideración general, ya que también está presente para diferencias algunos de los estados provinciales o municipales y no por eso se desmerecen. Sin considerar aquí, por supuesto, las otras enseñas que se utilizan para identificar ideologías, clubes deportivos o sociales, grupos comunitarios o una empresa; pero eso escapa a esta consideración.En mi opinión, no es para nada incorrecto cuando se les incorpora algún símbolo o inscripción si sirve para identificar, unificar y enorgullecer pertenencias. Aunque claro que no es así si se tratase de presentarla formalmente como enseña oficial, aunque desde lo formal y oficial hubo tantos que la han pisoteado y bastardeado en nombre de la Patria y las tradiciones nacionales, sin avergonzarse ni sonrojarse, y se les dejó hacer sin que se alzaran voces cuestionándolo. En los tiempos posteriores a septiembre de 1930, sobran los ejemplos.





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