La visión del mundo que emerge de las ciencias modernas es holística y ecológica, porque nos ayuda a sentirnos conscientemente conectados con el todo, con la armonía cósmica, a la vez que percibimos las cosas como totalidades dentro de totalidades mayores. Entonces el nuevo paradigma, en el ámbito científico y fuera de él, se acompaña de un nuevo tipo de espiritualidad en ascenso, a partir de revalorizar la tierra y pertenecer con ella al universo, como nos dice Fritjof Capra. La formulación científica de esta visión es la teoría de sistemas, que dio lugar, entre otras cosas, al concepto de autoorganización de los sistemas vivos, del planeta Tierra -o consciencia planetaria (la noosfera de Teilhard de Chardin) y del Cosmos como un todo. También originó el nacimiento de la cibernética ya en los años ’40.Refiriéndose a la idea oriental de maya o condición de ilusorio del universo visible, en relación con la moderna descripción científica de la vacuidad del átomo, la psicóloga Gunnel Minett, autora de “Respiración y Espíritu”, explica que en la física cuántica las partículas subatómicas son ondas vibratorias, cuantos de energía que están cambiando en una continua danza. Y Capra nos relata el descubrimiento del papel crucial del observador (sujeto participativo) en el curso de esa danza, donde “el sujeto se funde con el objeto”, recordando que en las tradiciones orientales “el mundo es concebido en función del movimiento, el flujo y el cambio. En la imagen de la danza cósmica del Shiva Nataraja todas las formas se crean y se disuelven continuamente, mostrando el paralelismo existente entre la física moderna y las tradiciones orientales”.Gunnel Minett señala que en comparación con el modelo objetivo lógico-racional de la ciencia occidental del llamado viejo paradigma, “las tradiciones orientales parten de la psiquis y de la experiencia espiritual o subjetiva como realidad fundamental, tomando en cuenta la unidad de todo lo vivo en el universo y la unidad entre la humanidad y la totalidad de lo que existe”.Refiere que hasta hace muy poco tiempo estas dos visiones eran, en apariencia, irreconciliables y se las consideraba antagónicas, porque se tendía a creer que la concepción “científica moderna” de la realidad reemplazaría gradualmente “las antiguas supersticiones de Oriente”.Sin embargo, al desplegarse durante el Siglo XX la comprensión de lo que implican tanto la mecánica cuántica como la teoría de la relatividad (sin ignorar el terrible uso bélico que se viene haciendo de la energía atómica), nos recuerda Gunnel Minett que “muchos físicos teóricos buscaron puntos de referencia en los antiguos relatos orientales acerca de la naturaleza de la realidad fundamental que, a diferencia del materialismo científico en que fueron educados, ofrecen un contexto más pertinente a los descubrimientos realizados y requieren una ampliación del punto de vista occidental para acomodarlos… En algunos casos las hipótesis de investigación actuales han sido extraídas de los antiguos textos hindúes y chinos… como cerrando el círculo del mito, la religión y la ciencia”.Y así las ciencias occidentales de la salud también se interesaron en esas tradiciones, particularmente en lo referente a nuestros problemas de estrés, lo que las indujo a considerar la realidad de la unidad mente-cuerpo y apelar a “métodos que restablezcan la armonía natural entre cuerpo, mente y espíritu”. Y así nos beneficiamos con técnicas de trabajo postural, respiratorio, de relajación y prácticas de meditación en la clase de yoga, en armonía con el Universo, en la hora del ahora. Namasté.Colabora: Ana Laborde Profesora de Yoga [email protected]





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