Prosiguiendo con el tema de las posturas o ásanas que caracterizan al Hatha Yoga, reiteramos que su construcción es el resultado de un proceso gradual signado por nuestras tres “P”: Paciencia, Prudencia y Perseverancia, siendo ineludibles las advertencias y cuidados a observar en el trabajo postural, para que pueda ser percibido su verdadero propósito y sus beneficios sean genuinos y óptimos.En efecto, son bastante frecuentes los casos de personas impacientes, obsesivas o competitivas que intentan realizar correcta y completamente una postura desde el vamos, como dice Ivonne Millerand, lo que puede producir “resistencias dolorosas, porque en general los músculos y los tendones no están preparados para estirarse de entrada al máximo y es riesgoso forzar las fibras musculares, que pueden desgarrarse. El esguince, la luxación, la distensión de un ligamento o de un músculo pueden ser el resultado de un movimiento imprudente”.También es necesario conocer el estado de las articulaciones, de la columna vertebral, la existencia de lesiones previas o cirugías, las condiciones generales y particulares de salud y las recomendaciones especiales que solamente nuestro doctor puede certificar. Entonces, como dice la citada autora, “un lento trabajo de desbloqueo y de estiramiento general tiene que preceder al test de flexibilidad que es la postura en sí, considerando los principales puntos de resistencia del cuerpo: las rodillas, los largos músculos posteriores de los muslos, los ligamentos iliofemorales, los hombros y la nuca. Por eso hay que ir instalándose en una postura de forma lenta y cuidadosa”.Esto no significa que el Hatha Yoga sea “peligroso” ni mucho menos -porque su esencia es paz, salud y alegría-, sino que importa sobremanera la actitud y la conciencia de propósito tanto del practicante como de quien conduce la clase. Y aquí recordamos una vez más que las posturas componen una octava parte del inefable sendero ascendente del Yoga, disciplina cuyo primer y principal principio es Ahimsa, no violencia. Esto significa que en la clase de Hatha Yoga no hay lugar para la brusquedad, el apremio ni los tironeos impacientes. Como dice la Prof. Millerand: “Todo es cuestión de dosificación, de apreciación, de corrección constante en función de lo que se siente, ya que aquí la voluntad no interviene para nada: lo que es posible ahora, prepara lo que se hará después.”Entonces, instalados en la postura, con atención plena, “se establece la relación entre el cuerpo observado y la conciencia que registra con todas las facultades de sensibilidad disponibles gracias a la distensión, porque la atención tiene como referente lo que es sensible, perfeccionando constantemente acción y respiración, sin dejarse turbar por el esquema ideal de la postura”. Y como el Ser Humano es un Todo, vemos que “los trastornos físicos perturban la circulación natural de la energía y afectan el aspecto emocional. Las ideas sombrías, la ansiedad y las contrariedades agotan el cuerpo”, tanto como los desórdenes alimentarios y problemas de imagen personal –tema que trataremos en una próxima nota. Por eso hay que mejorar todo el conjunto: “organismo sano en armonía con lo mental pacificado.” Y lo comprobamos en la colchoneta, en el ahora, respirando en la postura, en cuya sabia conformación descubrimos una verdadera obra arquitectónica, como veremos más adelante. Namasté.Colabora Ana Laborde Profesora de Yoga [email protected]




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