De pronto estamos en círculo y tomados de las manos, repitiendo a coro este lema que habla acerca de liberar nuestro niño interior. Así comenzamos el taller introductorio de pedagogía Waldorf en la localidad de Oberá, en un caluroso día mercurial de febrero. El círculo de personas que repite la frase está integrado por docentes, psicopedagogos, acompañantes terapéuticos, investigadores, artesanos y artistas. Además de la profesión de educadores, todos tenemos otra cosa en común: somos padres jóvenes con muchísimas preguntas acerca de esta novedosa propuesta educativa alternativa, y sin embargo, posible para nuestros hijos: Las escuelas Waldorf.Los padres, que ahora bailamos con cierta torpeza una música pentatónica diseñada para niños de nivel inicial y primaria, somos fruto del sistema educativo tradicional; pasamos casi quince años de nuestra vida dentro de sus aulas, aprobando examen tras examen, y nuestros cuerpos han sido entrenados en la disciplina del orden occidental y racionalista, el único que llegamos a conocer. Ya pasó una hora del taller introductorio y no tenemos las respuestas que vinimos a buscar ¿Qué es la pedagogía Waldorf? ¿Es cierto que no utilizan calificaciones? ¿Los padres deben cambiar su estilo de vida? ¿Los niños que asisten, reciben título oficial al finalizar sus estudios? ¿Sólo comen frutas y verduras? ¿Es algo parecido a una comunidad hippie? Tenemos cinco minutos para ir al baño y no resisto no saber las respuestas; necesito saber de qué se trata esto. Nadie lo nota -todos están muy relajados-, tomo mi celular y busco en Internet. “La pedagogía Waldorf busca el desarrollo de cada niño en un ambiente libre y cooperativo, sin exámenes y con un fuerte apoyo en el arte y los trabajos manuales”, dice una página web. Repaso la definición y trato de memorizarla. Con mi mujer queremos buscar otras opciones educativas para nuestros dos hijos chicos, algo diferente, menos estructurado y con mayor libertad. Volvemos a la ronda inicial. De pronto el Maestro Waldorf destruye todas mis necesidades de categorización, de explicación, de análisis sobre lo que estamos haciendo. “No piensen que vienen a este curso a llevarse una pila de fotocopias sobre pedagogía Waldorf. Lo que nos interesa es que se lleven una vivencia”. Volvemos a mover nuestros cuerpos en armonía, como cuando éramos niños. La música me arrastra. Me voy consolando con la idea de tener al menos la definición de Internet para cuando mi mujer pregunte: “¿y, qué son las escuelas Waldorf?”Nos dejamos llevar por el ritmo y nos sentimos bien. “Esto es algo natural” – pienso, no las formaciones marciales en el patio de la escuela, el orden rígido de lo impuesto, las eternas mañanas de cuerpos inmóviles detrás de los bancos. “En Waldorf no formamos, hacemos rondas, similares a mandalas de colores” Todos nos quedamos extasiados ante aquella hermosa imagen que parecía querer corporizarse delante de nuestras propias narices. Mis hijos parte de un gran mandala. ¡Nunca se me hubiese ocurrido!* La foto es del “Centro Educativo Pynandí”, de Posadas, primer impulso con Pedagogía Waldorf en Misiones”. ColaboraMarcelo De LisioDocenteCuenta su experiencia en Oberá.





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