“Los límites que no pongas a tus hijo de pequeños se los pondrá la vida cuando sean grandes” es, quizá, una de las frases que más se repiten alrededor de este tema pero que, las experiencias dan cuenta, tiene mucho de acertada. Cada vez es más común que a niños y adolescentes se les dificulte seguir reglas, una situación que se genera a partir de una tendencia a promover sus propias normas y sean ellos quienes establezcan sus propios límites. Por eso los padres tienen un trabajo importante por delante, entendiendo que las reglas y los límites en el hogar no son cadenas que nos restringen sino el principio básico del respeto y la convivencia. La licenciada en Psicología Silvana Domínguez contó a PRIMERA EDICIÓN algunos puntos a tener en cuenta para educar a los hijos y no morir en el intento, siempre partiendo de la base de que “un límite es una frontera que se pone a una conducta, no a una forma de ser del niño”.“El niño nace dentro de un grupo en donde ya hay límites y normas marcadas, desde la conformación de la pareja misma hay normas de convivencia y en cuanto viene un chico, para la crianza de ese chico, deben aplicarse más todavía. Creo que las normas y los límites vienen a darse en el niño cuando empieza a jugar, es cuando el padre comienza a decir no, y debe tenerse en cuenta de que hay una diferencia en marcar un no determinante o esto no se hace y punto, a darle una alternativa, o sea, no hagas esto pero podés hacer esto otro, o no toques esto que no podés, jugá con esto, hay diferencia entre un no, el chico se queda sin saber qué hacer, porque tiene una alternativa”, explicó Domínguez.Y resaltó que hay que considerar que los niños “observan mucho, es algo que por ahí uno no toma en cuenta, son como esponjas, en todo momento están absorbiendo, ven mucho los gestos y creo que una de las claves es mantener un límite firme, concreto y claro, si decís no y te reís no lo toma en serio y al próximo no estará esperando la reacción, si un ’no’ está acompañado de un gesto firme y una decisión firme el chico sabe que eso no debe hacerlo”.Con los tipos de familia se presenta otro inconveniente, “tenemos muchas familias monoparentales, que vienen acompañadas por la crianza de los abuelos y se da mucho que cuando el padre quiere marcar un límite el abuelo apaña y dice ’no, dejalo’ y entonces cuando el papá o la mamá debe negociar con el abuelo y decir ’yo soy el padre’, marcar su límite y no permitir que se lo desautorice frente al niño, sino este, en un próximo berrinche y lo reten va a buscar refugio en los abuelos, porque sabe donde conseguir lo que quiere”, dijo la psicóloga, quien planteó otra situación, las familias ensambladas, en las que “es un poco más complicado, porque cada uno llega con sus propias reglas, sus propios límites, entonces hay que hacer una marcada diferencia, cada uno se ocupa de sus hijos, o bien ponerse de acuerdo, como en cualquier relación de pareja”.Debe entenderse que “el primer grupo de sociabilización es la familia y, para que el chico una vez que ingrese al jardín sepa que tiene que juntar sus juguetes, que tiene una hora de entrada y una salida, mantenerse sentado, los límites deben estar presentes desde que es chiquito; se tienen que marcar a partir de que comienza a entender, antes del año el no debe ser muy marcado, y desde entonces es cuando empieza a repetir con la cabeza, por ejemplo”.Una etapa complicada“En la preadolescencia y adolescencia es cuando los límites se tienen que mantener, en la adolescencia el chico sabe que puede discutir los límites, a medida que va creciendo aprende que puede hablar, mientras es chiquito sabe que tiene que acatar reglas, con la adolescencia las cuestiona, por qué no me comprás, si él tiene por qué yo no… es ahí donde empieza la diferencia con la etapa de la niñez y el adulto debe negociar, primero pedir una muestra de confianza, después, ’querés salir, bueno, pero hasta tal hora’, o ’hacé esto’, sino se le hace muy fácil al adolescente”, mencionó.Y recordó además que esta es una etapa que se caracteriza por la rebeldía, “que aparece en el adolescente cuando vive esa separación de la relación padre-hijo, es uno de los duelos por el que se pasa en este momento de la vida, es el que lo desliga de la idealización de padre que tenía, es cuando se da cuenta de que los padres son reales, no son ideales, entonces esos ideales pasan a actores, músicos e, incluso, sus propios amigos”.Basada en su experiencia, Domínguez aseguró que durante la adolescencia se pierde la comunicación padre-hijo y el secreto de mantener una buena relación está, justamente, en reforzar este vínculo, que puede conseguirse haciéndole saber que es importante, puesto que de por sí a esta edad es común no sentirse escuchado y a la más mínima sensación de que se minimiza su problema reaccionará inhibiéndose y todo esto también influirá en los límites, “al haber negociación debe haber un diálogo claro con el chico, cuando se van a establecer nuevas normas está bueno que se explique al adolescente para que se sienta parte de eso y no que entienda que sólo debe acatar normas, eso va a hacer que a medida que se va haciendo adulto sea una persona más segura”, sostuvo.En la escuela secundaria “sucede mucho que te planteen ’que me venís a poner límites si ni mi papá me pone límites’, pero el adolescente debe ser consciente de que está en una institución y hay reglas que cumplir y, en el mejor de los casos, cuando los padres acuden al llamado, uno se da cuenta de que pasan poco tiempo con sus hijos, esta es una realidad social, desde muy chiquitos conviven con padres que trabajan todo el día, no tienen tiempo, entonces el tiempo que no tienen lo compensan con cosas materiales, ’dejame de hinchar y te doy el celular’, ’te compro esto’, pero debe tenerse presente que es más que la cantidad de tiempo importa la calidad, que con el pasar de los años el chico valorará, porque esa persona que lo está cuidando y nutriendo le está prestando atención y eso es lo que necesita”, aseguró la profesional.E hizo hincapié en que “el adolescente no es ni chico ni grande, los padres le dicen sos grande para esto, sos chico para lo otro, entonces no sabe para dónde correr, aunque no le queda otra, hasta que sea mayor e independiente, que pasar por esta situación, necesita de esa transición, necesita ese acto de rebeldía para despegarse y llegar a ser un adulto independiente, pero son normas que los padres deben mantener con firmeza, el chico debe hacer lo que el padre dice, todos los límites que se van poniendo tienen que ver con la conformación de su propia persona, para que el día de mañana se desenvuelva dentro de la sociedad”.





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