Los niños son incansables e inagotables principalmente en las vacaciones. Juegan en el patio, en el jardín o en el parque, van a la piscina, a la playa o de paseo con sus padres, tíos o abuelos, ven la tele o quedan con los amigos, juegan a la PlayStation, a la Nintendo, y no sé a cuántas cosas más, pero llega un momento, claro, en que no tienen nada qué hacer, y empiezan a repetir una y otra vez: “Me aburroooo…”Algunos padres, con tal de aminorar el aburrimiento de sus hijos y dejar de escuchar las quejas impertinentes, buscan alternativas. Bibliotecas, librerías, alguna manualidad que hacer, paseos o teléfonos de amiguitos.Otros padres se niegan a suprimir el aburrimiento de su hijo diciendo: Que se aburra y punto. El niño se queda de mal humor, monta una rabieta, llora, y en muchos casos acaba quedando de castigo en su habitación. La pregunta es : ¿Cuál de las dos actitudes es la más correcta? Posiblemente no existe una solución así tan definida. No es tan fácil manejar esta situación. ¿Por qué los niños se aburren tanto? ¿Será eso normal? Creo que no y adhiero a la postura que expresa que “todo es consecuencia de un cotidiano vivir con demasiado control sobre ellos”. Horario para el cole, para las actividades extraescolares, para los deberes, deportes, etc. Y como sobra poco tiempo para jugar, ahí están los padres para organizar incluso los juegos de los niños, para decirles qué, cómo y con qué pueden jugar. Muchos niños de ahora ya reciben todo “procesado”. No saben qué pedir, no se esfuerzan para aprender a crear, a imaginar situaciones de juego. Y claro, en cuanto se cansan de jugar en las vacaciones, se aburren. Los niños echan de menos a la disciplina, al cotidiano previamente controlado, a la agenda habitual. Son niños que están acostumbrados a seguir un libreto todos los días.Creo que durante las vacaciones o en los días en que los niños no tienen escuela ni otra actividad, lo mejor es que los padres busquen dedicar un tiempo exclusivamente a los hijos y si posible fuera de casa. Lejos de los escenarios y de las agendas. Deben enseñar a los hijos que con el aburrimiento también se aprende, y que hay un tiempo para todo incluso para no hacer nada. Además, que se puede transformar el aburrimiento en una carrera, jugando al aire libre con la arena de la playa o del parque, o incluso disfrazándose de príncipes y princesas, haciendo despertar su imaginación y creatividad.El aburrimiento puede convertirse en una gran idea en la cocina, lavando el coche, bañando al perro, y en otras muchas cosas sencillas como caminar de las manos, y platicar. En todo caso, creo que el “me aburro” es una forma de llamar la atención, ya que en realidad los niños no tienen razones convincentes para aburrirse de verdad.Este tiempo de aburrimiento, al cual podemos llamar tiempo no estructurado, desafía a los niños a explorar sus propias pasiones. Si los mantenemos ocupados con clases y actividades estructuradas, o si “llenan” su tiempo con entretenimientos de pantalla, nunca aprenderán a responder a las señales de su propio corazón, que podrían llevarlos a estudiar las imperfecciones de la acera, a construir un fuerte en el jardín de atrás, a modelar un monstruo de arcilla, a escribir un cuento o una canción o a organizar a los niños del barrio para rodar una película.Estas llamadas de nuestro corazón son las que nos dirigen a las pasiones que darán sentido a nuestras vidas, y están a nuestra disposición desde el comienzo de nuestra infancia, cuando tenemos rienda suelta para explorar y perseguir aquello donde nuestro interés nos lleve.Es también esencial para los niños tener la experiencia de decidir por sí mismos cómo van a usar los períodos de tiempo no estructurado, o nunca aprenderán a manejarlos. Uno de nuestros mayores desafíos como adultos es aprender a manejar bien nuestro tiempo.Como Nancy H.Blakey dijo, “prevé el tiempo gastado en televisión y actividades organizadas y déjalos en cambio gastarlo en apelar a su imaginación. Si una cosa no puede ser imaginada primero (una tarta, una relación, una cura para el Sida…), no podrá existir. La vida está unida a lo que podemos imaginar. “No podemos sembrar la imaginación en nuestros hijos. Sí podemos proveerles de un entorno donde su creatividad no signifique otro desastre que limpiar sino la evidencia de una exitosa lucha contra el aburrimiento. “Es posible que el aburrimiento nos entregue la mejor parte de nosotros mismos, la que desea el riesgo, la iluminación y la belleza indescriptible. Si nos quedamos sentados quietos el tiempo suficiente, podremos oír la llamada escondida detrás del aburrimiento. Con práctica, podremos tener la imaginación suficiente para salir del vacío y contestar”.Hasta la próxima.Colaboración: Báez Myrian MabelLic. en Psicopedagogí[email protected]





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