Triste día para cumplir años el 31 de diciembre. Horacio Silvestre Quiroga nació esa jornada signada en el santoral por San Silvestre, así que el último día del año eran para él su cumpleaños y su onomástico. Pocos recuerdan la fecha como la del nacimiento del autor de Cuentos de amor de locura y muerte, ni siquiera en Salto, República Oriental del Uruguay donde nació, ni tampoco en San Ignacio, Misiones, Argentina, allí donde vivió y escribió la mayor y mejor parte de su obra.Sería lindo saber si entre el estallido de los cohetes y el descorchar del champagne, algún amigo porteño del poeta que habitó el Teyú Cuaré, recordaba decirle “¡Feliz cumpleaños Horacio!”. Por ejemplo, Alfonsina Storni o Leopoldo Lugones, sus más caros amigos, ¿habrán tenido en cuenta esa circunstancia? Imaginemos la cara barbada y austera de Quiroga esperando no el consabido “¡Feliz año nuevo!”, sino una frase que aunque sea rescatara el nombre del santo protector del escritor, “¡Feliz Día de San Silvestre, Horacio!”. Ya no podemos verlo ni saberlo pero se puede tener en cuenta que pocos escritores de la talla de Quiroga tienen instalado un acontecimiento tan importante, justamente el día de su natalicio, como lo tiene el autor de Anaconda. Es que recordar la obra de Quiroga justo cuando se quiere echar un utópico olvido sobre lo hecho el año viejo, en la creencia que todo será distinto en el que se inicia, no ha de ser fácil. Ante esa prioridad, la culminación del año – la fecha en la que pareciera que los humanos desean dar solución de continuidad a lo realizado (o no), durante el lapso a punto de tocar a su fin en el derrotero de sus vidas -, sigue el ruido que se inició para Navidad, con petardos y cohetes de toda laya, aunque nadie sepa explicar qué sentido tiene atronar el espacio donde vivimos desde el primer minuto del 25 de diciembre y asimismo del primero de enero. Si Quiroga viviera, quizá nos diera una respuesta entre real y mágica a ese misterio de fin año. Minimizado en efemérides culturales argentinasLo que no tiene explicación es que en las “Efemérides culturales argentinas”, buscando el apellido Quiroga o el 31 de diciembre, en relación al escritor Horacio Silvestre Quiroga, argentino por opción, que ejerció el cargo de Jefe del Registro Civil de San Ignacio en Misiones, Argentina (léase el cuento “El techo de incienso” donde relata esa relación laboral), y que – entre otras cosas -, fue uno de los fundadores de la Sociedad Argentina de Escritores , dice en forma muy breve, “31 de diciembre de 1878 – Nace el notable cuentista uruguayo Horacio Quiroga. Falleció en Buenos Aires en 1937”.Además, siempre buscando “Quiroga”, el libro editado o la web correspondiente, ambos del Ministerio de Educación de la Nación, indican para el 16 de enero de 1896, “Nace en Buenos Aires la personal cantante de canciones criollas y tangos, Rosita Quiroga. Falleció en Buenos Aires en 1984”.El apellido Quiroga aparece también el 16 de abril, cuando en 1835 era asesinado el “Tigre de los llanos; el general Juan Facundo Quiroga (1778) en Barranca Yaco (Córdoba) por una partida al mando de Santos Pérez. Sarmiento lo relata en su libro, “Vida de Juan Facundo Quiroga”. En febrero 19 no registra la muerte por decisión propia de Quiroga; ese día sólo da cuenta del nacimiento del arquitecto Amancio Williams, mientras que el 19 de abril recuerda que en 1860 “nace en Córdoba el político y escritor Ramón J. Cárcano, autor de obras como "Mis primeros 80 años” y “Juan Facundo Quiroga”. Falleció el 2 de junio de 1946. Leopoldo Lugones Revisando esas efemérides se halla que el 13 de junio de 1874 “nace en Córdoba el escritor Leopoldo Lugones, uno de los máximos valores de la literatura argentina. Fundó la Sociedad Argentina de Escritores y dirigió la Biblioteca Nacional de Maestros, que hoy lleva su nombre. Falleció en San Fernando (provincia de Buenos Aires) el 18 de febrero de 1938. Hubiera sido esa mención un espacio en el que Quiroga, que acompañó como fotógrafo a Lugones a las Ruinas de San Ignacio, que fundó la Sade junto a él y que fuera su compañero en uno de los grupos literarios más importantes de la ciudad de Buenos Aires, apareciera recordado aunque más no fuera en segundo plano. En ese libro que se incluyó en la literatura que el Ministerio de Educación de la Nación envió en las cajas de material didáctico y bibliográficos distribuidas por el denominado “Plan Social Educativo” en la mitad de la década del 90.




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