El peronismo se autopromociona como un "partido de poder", un término que, por no ser peyorativo, les sienta bien a sus propios miembros; lo mismo que aquella máxima que, asentada en la experiencia concreta, sostiene que solo los gobernantes peronistas terminan sus mandatos en la Argentina. De la boca para afuera, suelen admitir los peronistas que eso no los deja bien parados en términos democráticos; pero internamente lo ven como un activo que pesa a la hora de elegir el voto.Críticos del peronismo sostienen que no es real que solo los gobiernos peronistas puedan concluir en tiempo y forma. El ex diputado Fernando Iglesias trae a cuento a Isabel Perón, pero luego cita a Adolfo Rodríguez Saá, que duró una semana en el gobierno, y hasta a Eduardo Duhalde, que decidió adelantar la entrega del poder, asustado por las muertes de Kosteki y Santillán.Como sea, el peronismo se encuentra ahora ante esa disyuntiva que se le plantea muy de vez en cuando, que es estar fuera del poder central. Con un agregado no menor: tomando a Córdoba como una provincia administrada por un peronismo disidente, el PJ no gobierna en ningún distrito grande.Si bien la pérdida de la presidencia no era algo improbable, el dato impensado era que una derrota involucrara a la provincia de Buenos Aires, un país en sí mismo al que de haber retenido, les daba aun fuera del poder central la posibilidad de lidiar mano a mano con la Nación.Por eso quedaron tan pasmados el 25 de octubre, cuando lo impensado sucedió. Ahora el desafío es reconstruirse desde el llano; algo que ya vivieron en los 80, cuando nació la primera versión de la renovación peronista. La comparación entusiasma a figuras como Gustavo Marangoni, quien de haber ganado Daniel Scioli hubiera conducido el Banco Nación: "Es una buena referencia", dice al recordar la experiencia renovadora de los 80, y reconoce que "es bueno volver al llano cada tanto; empezás a recuperar la visión desde otro lugar. Te oxigena".Autocrítico, el aún titular del Banco Provincia reconoce en el peronismo "un déficit democrático interno", que es el hecho de que en el ADN del justicialismo el "verticalismo" tenga "mucha ascendencia". Y eso, que ante crisis puede ser importante, "en circunstancias normales impide el funcionamiento de los disensos, de las diferencias internas, y tiende a aplastarlas. Eso le quita vitalidad a cualquier fuerza política".El PJ rechaza que sufriera una derrotaCon todo, la dirigencia justicialista se resiste a asumirse derrotada. "Si bien no ganamos las elecciones, no se dieron los pronósticos que decían que el 70% está en contra nuestro", dijo a Diario Popular Héctor Recalde, flamante titular del bloque FpV en la Cámara de Diputados. Para el diputado bonaerense, "sacamos en números redondos 49% de los votos, y toda la alianza Cambiemos sacó el 51%". Queda claro que los peronistas consideran que lo obtenido les pertenece, mientras lo de sus rivales corresponde a un colectivo muy diverso.Es lo que a continuación remarca: "La verdad que nosotros con matices tenemos mucha más homogeneidad que la alianza que llegó al Poder Ejecutivo en estas últimas elecciones".También Carlos Kunkel saca a relucir porcentajes: "El 51% votó por un cambio; vamos a ver si cuando el cambio se concrete, como se está concretando ya en las góndolas, están contentos. Y el 49% votó por la continuación de un proyecto".Lo cierto es que, más allá de lo que pueda expresarse para mantener alta la autoestima, la derrota fue concreta. La pregunta es si resultó lo suficientemente contundente como para que el partido ingrese en un estado de reestructuración del que habla Marangoni. Muchos auguraban un pase de facturas inmediato para con la presidenta saliente. No es lo que se verificó en el encuentro que mantuvo Cristina Kirchner la última semana con los gobernadores de su partido, a los que terminó imponiéndoles sus deseos. Para el consultor Carlos Fara, no va a ser tan sencillo que el peronismo le endilgue a ella la derrota, y enumera tres razones: primero, "ella no se va mal de imagen, a diferencia de (Carlos) Menem; segundo, el kirchnerismo estuvo 12 años en el poder y eso representa una huella fuerte ideológica en el peronismo; y por último, la presidenta ejerce un liderazgo muy fuerte puertas adentro y no será fácil contradecirla".Cristina "es la conductora natural, esa es mi lectura. Es más: creo que compartida por la inmensa mayoría, puede ser que algunos piensen distinto, pero la inmensa mayoría lo piensa. Y los hechos son determinantes para lo que estoy diciendo", sostiene Héctor Recalde, quien fue precisamente impuesto por la Presidenta a los gobernadores que promovían para ese cargo a José Luis Gioja, uno de sus pares.Precisamente al reconstituirse el bloque FpV en la Cámara baja se habló de estructurar un modo de conducción que responda a un trípode conformado por el partido, los gobernadores y Cristina. De momento, el papel relevante que puedan cumplir los gobernadores está por verse. "Van a querer, pero les va a costar", dijo Fara a Diario Popular; y agrega que "Cristina está ejerciendo el poder hasta último momento, aun post derrota, y aun cuando ya no hay capacidad de sanción efectiva. No es la liga de gobernadores de los 80, o la de 2001. No hay liderazgos que junten consenso fácilmente. Y además, tienen dos amenazas: una interna (CFK), y otra externa (Massa)".Fuente: Noticias Argentinas





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