Las palabras marcan a los niños. Quizá más que el cinto o que un golpe. Cuando esas palabras son insultos de parte de los padres, esas marcas pueden volverse indelebles y determinar varios de los caracteres que éstos tendrán de adultos. Entre ellos, pueden generar falta de confianza en sí mismos y problemas de autoestima. Sucede que en un niño, “las palabras no tienen el mismo impacto que en un adulto. Un adulto tiene muchas más herramientas para defenderse y entender que cuando me insultan, es un momento del otro que puede estar enojado. Pero el niño no lo sabe y pone en juego otras cosas, de repente se siente así y piensa que su cariño está en juego, porque quién puede querer a un niño al que insultan”, señaló Lara Etchegoin, licenciada en psicopegadogía, en diálogo con PRIMERA EDICIÓN.“En primer lugar, hay que tener en cuenta que cuando hablamos de un niño hablamos de un sujeto con su estructura psíquica en construcción. Con lo cual, todo lo que vayamos forjando en el vínculo con ellos será parte de su personalidad y de su manera de relacionarse con los demás. Si desde pequeños los tratamos con insultos o con etiquetas negativas como ‘vago’, ‘inútil’, ‘torpe’, ellos terminan por creer que esa es su construcción y desde ese lugar se manejarán en su medio social”, señaló Milene Chigal, licenciada en psicología a este Diario. “Los ‘etiquetamos’ o ‘rotulamos’. Esto, en un futuro, puede generar dificultades en el fortalecimiento de su autoestima, falta de confianza en sí mismos y la creencia de que son un fracaso en sus intentos por generar logros”, agregó. Contrariamente a lo que se cree, los niños reconocen, identifican y son marcados por los insultos. Pese a que continúan jugando como si nada hubiese pasado. “Estas son actitudes violentas, y esto no puede tener otro efecto que el malestar, la angustia y la desazón, principalmente”, destacó Chigal. “Los niños no lo pueden expresar de manera directa y racional, pero sí con actitudes y conductas luego. Los deja sin capacidad de reaccionar, creando una imagen negativa de sí mismos y más vulnerables a otros tipos de situaciones. No son indiferentes a este tipo de trato, más bien pensaría que son receptores de todo tipo de estímulo y esto puede generar claramente dificultades emocionales a corto y largo plazo. Ignorar, desvalorizar y atemorizar a través de actitudes o palabras a los niños, disminuyen su autoestima y afectan su desarrollo emocional, y constituye un maltrato psicológico que afecta su capacidad para manejar los impulsos agresivos, su proceso de búsqueda de identidad en la adolescencia y su relación con el mundo”, agregó.Ojo, también, con los adolescentesCon la llegada a la pubertad y la adolescencia muchas veces los padres comienzan a notar que los hijos cambian sus conductas, se ponen más rebeldes, contestatarios o “desobedientes”. “Resulta un reto para toda la familia esta situación. Muchas veces con el afán de impartir disciplina y obediencia los padres terminan optando por el abuso verbal: gritos, insultos, adjetivos hirientes, malas palabras. Esto genera en los adolescentes el efecto contrario: mayor rebeldía, enojo, irritabilidad, terquedad, produciendo quizás un incremento en las mentiras engaños y peleas. Debemos tener en cuenta que una cosa es alzar la voz y otra muy diferente es abusar con insultos y vulgaridades”, destacó Chigal. De alguna manera “sienten que no son comprendidos, por eso lo ideal es generar espacios de diálogo, donde puedan ser escuchados y desde ese lugar, impartir límites. La clave consiste en establecer reglas claras, abrir las puertas al diálogo de igual a igual, siempre con sinceridad y respeto, este último debe ser mutuo, de padres a hijos y viceversa. Es importantísimo que los padres puedan hablar diariamente con los hijos, estar al tanto de lo que hacen, involucrarse en sus vidas y darles el apoyo emocional que necesitan para poder crecer. Desde este lugar generamos los espacios de confianza mutuos, en lugar de generar relaciones de miedo y engaños”, aseguró.El insulto siempre causa daño. “Eso que un papá nos dijo en algún momento de enojo, seguro viene rápido a la mente porque es algo que nos marca”, coincidieron las profesionales.





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