Señora Directora: Quiero destacar el excelente análisis que ha realizado don Francisco Wipplinger, que además de acertado sigue vigente lamentablemente. La corrupción vino para quedarse, lo dijo un dirigente hace ya varios años y por lo visto tuvo razón. No solamente recorriendo los distintos espacios donde funcionan empresas, instituciones o cualquier rubro que hace a lo comercial, político o económico, se puede comprobar que “hay algo oculto” y no se trata de señalarlo, porque simplemente es un caso más. Hablaba con un empresario y me decía que era imposible trabajar legalmente al 100%, porque la presión tributaria, los gastos de servicios y cumplir con el personal –entre otras tantas cosas-, no puede esquivar alguna que otra maniobra ilícita. Por algo meterse en la política se hizo un negocio, se puso de moda en nuestro país, pues así en pocos años se logra una posición económica entre holgada y muy buena. Ser honesto es casi entrar a hacer el ridículo, lo miran a uno como “bicho raro” y eso fue armando una estructura donde participan muchas personas, que quizás no quieren ser corruptas, pero ante la presión que reciben, se ven obligadas a entrar en el juego sucio. Y ahí justamente es cuando se van perdiendo los valores humanos, la dignidad, la honestidad, la seriedad, la responsabilidad, etc. Es que detrás de muchas personas, hay una familia que generalmente desconoce esa triste realidad. Se sabe que hay muchos padres que inculcan a sus hijos que la “corrupción es algo normal” y ni bien llegan a una cierta edad, con estudios o sin ellos, se van ubicando en algún espacio político para ir escalando posiciones con el correr del tiempo. También hay que decir que la idiosincrasia del argentino no se caracteriza precisamente en avanzar sobre lo que se considera ilícito, sino más bien prefiere ser un simple observador, manteniendo esa vieja costumbre equivocada del "no te metás", permitiendo así el avance de los vivos que aprovechan la oportunidad de hacer su negocio. Hasta la gran mayoría de los periodistas están “atados” y deben seguir una línea que les permita ganarse la vida sin anteponerse al poder, que es implacable al momento de actuar. Alguien dijo hace poco: “la democracia en Argentina llevará unos 300 años para lograr su plenitud, recién hemos transcurrido el 10%, es cuestión de serenarse y esperar que se cumpla el deseo en los próximos 270 años”. ¡Salud argentinos, no perdamos el control ni la calma! ¡Tengamos fe y esperanza!





Discussion about this post