El número de separaciones y divorcios cursa oscilaciones en las estadísticas actuales. Posiblemente por necesidades económicas, muchas veces las parejas siguen conviviendo bajo el mismo techo. Entonces el problema sigue estando ahí, más aún, los niños pueden estar conviviendo en un ambiente de tensión y frialdad entre los padres que puede traer consecuencias sobre su conducta.En ocasiones, es mejor que la pareja se separe, a que continúe viviendo situaciones conflictivas, que afecten negativamente a sus hijos. Este podría ser el caso de los niños que están viviendo situaciones adversas, por ejemplo, de constantes peleas, discusiones que terminan en maltrato problemas de alcoholismo o drogas. Si el ejemplo de su padre y/o madre no es el más adecuado, seguramente será más beneficioso para los pequeños que ellos se separen.Está comprobado que el niño sufre mucho más en situaciones en que los padres son infelices juntos, que cuando deciden vivir separados. Los niños quieren sentir que sus padres son felices. Es importante considerar que, al tomar la decisión de separarse, se analice primero la relación con los hijos, los cambios que éstos pueden sufrir y, sobre todo, que su decisión no afecte ni comprometa a las necesidades básicas de los niños. Los hijos en común continuarán necesitando de cariño, cuidados, atención, apoyo y comprensión.Aunque separados, jamás dejarán de ser padres para sus hijos. No se puede olvidar que los niños tienen derechos y necesidades básicas como la alimentación, el alojamiento, el cuidado de su salud, la educación y el vestir. Cumplir con las necesidades básicas de manutención es fundamental para el desarrollo de nuestros hijos.Por otra parte, los niños sólo se sentirán seguros si existe un clima de confianza, respeto y afecto entre sus padres. Considerando estos derechos, los padres deberían ofrecer una educación basada en valores como el optimismo, la responsabilidad y la familia, brindando a sus hijos una convivencia civilizada, integradora y social. Al mismo tiempo, los padres separados, cada uno desde su sitio, deben seguir observando el comportamiento de sus hijos y facilitarles su compañía, no sólo durante las visitas establecidas.Es común que al hablar de divorcio, siempre se considere la separación física de los padres y en pocas ocasiones se refiere el divorcio emocional que se da mucho antes de que físicamente se presente y, mucho menos, se atreven a decir cuáles son los sentimientos que se dan en los niños que sufren esta situación cuando sus padres continúan juntos pero a la vez separados.El presente artículo explica cómo la conducta emocional y social de los hijos de padres divorciados es afectada dependiendo de la edad en que esto sucede.Generalmente una pareja se enamora y decide convivir en una etapa colmada de expectativas, ilusiones, de llegar al matrimonio. Un matrimonio que “es para siempre”. Posteriormente, cuando se piensa en los hijos, las expectativas son aún mayores: “nuestro hijo será idéntico a vos”; “me imagino quién le dará los gustos sin medir las consecuencias”. Esas son las cosas que escuchamos en un principio. Cuando los niños nacen, la vida comienza a cambiar, por lo tanto, las condiciones de vida y la adaptación a las nuevas personas también. Así, el niño conforme se va desarrollando empieza a sentirse protegido, amado, cubierto en sus necesidades y se crean expectativas: las niñas desean ser como mamá y los niños como el papá.Entonces, ¿qué sucede cuando este castillo se desmorona, cuando la crisis familiar toma la casa?Cuando se habla de divorcio, generalmente se atribuye esto a la separación física de ambos padres y casi nunca se menciona que los padres puedan estar separados psicológicamente desde antes de firmar los papeles que avalan que ya no son marido y mujer.Así, el divorcio de los padres empieza mucho antes de que lo anterior suceda.Cuando tienen problemas de comunicación, de dinero, en la intimidad; con los familiares, ya sea por celos u otros factores, comienza lo que se llama “divorcio emocional”, el cual engendra tensiones casi insoportables, creando una atmósfera perjudicial para todos los miembros de la familia. Los niños comienzan a vivir esta separación a través de los gritos, enojos, agresiones; salidas constantes de uno u otro, y empiezan a sentir angustia, miedo, tristeza, enojo, etc., inclusive perciben la situación como algo amenazante, creyendo que ellos pueden ser los culpables de lo que está sucediendo porque se portan mal, van mal en la escuela, no quieren comer lo que les dan; porque pelean con sus hermanos o compañeros. Así, los niños pasan a un segundo término de importancia para los padres.Cosas como “dile a tu padre que no me hable”; “dile a tu madre que es una odiosa”, como si fueran los carteros de insultos y groserías, convierten a los niños en depósito de agresiones, porque el niño siente que los insultos son para él y no que van dirigidos a los otros.Todo esto los lleva a sentirse abandonados, solos y, por supuesto, su pérdida es muy dolorosa. Ese hogar en el que se sentían seguros, con hábitos constantes, relaciones afectivas amorosas; en donde confiaban que podían estar bien, empieza a desmoronarse poco a poco y ellos lo ven en las discusiones constantes de las personas a las cuales admiran y que ahora ya no son las mismas. En cuanto a su vida social, sienten que si mamá y papá se separan, entonces ellos no van a saber qué sucederá con su casa, sus juguetes, sus afectos; sus relaciones con los otros, su escuela, etc.Cuando el divorcio comienza, el niño siente aún más el desamparo: sus padres lo colocan en el centro y en la mayoría de las ocasiones, uno u otro, cuando no ambos, los utilizan para dañarse; los niños no entienden porqué los padres discuten a cada rato o por qué ellos tienen que ir y decirle al otro que por qué no da dinero, que por qué no habla por teléfono; que por qué no se ocupa de ellos, que si es un inútil o que si es un mujeriego o una mala persona. “Ya ves, te lo dije, tu padre (o tu madre) nunca cambia; hasta parece como si no te quisiera porque no te atiende”. Todo esto provoca en los niños una serie de ideas que, en muchas ocasiones, los llevan a sentirse humillados, tristes, enojados, volubles, rencorosos; apartados de todo.Sus amigos comienzan a apartarse de ellos también porque se tornan agresivos, intolerantes, deprimidos; ya no quieren jugar y si lo hacen, siempre quieren ganar o no aceptan que se equivocan.El divorcio para los hijos, aun cuando pareciera que no les afecta, es un punto importante que marca su vida. Son niños escindidos, separan su sentir de su pensar y de esa manera pueden adaptarse a lo que sucede a su alrededor; inclusive escuchamos decir: “yo no siento nada”, “tampoco puedo hacer nada”; “eso no me afecta”. Estos mecanismos de defensa los llevan a sobrevivir pero inconscientemente nunca dejan de sentir ese dolor. Ahora bien, dependiendo de la edad que los niños tienen cuando sus padres se divorcian,
las conductas pueden ser diferentes tanto en lo afectivo como en lo social¿Cómo intervenir? ¿Qué sugerencias ayudan?La terapia de juego es un medio que ayudará a los pequeños a deshacerse de aquellos aspectos que no les tocan para que logren adaptarse a todos los medios en los que se desenvuelven: escuela, familia, amigos y que sean niños más felices con el mundo que los rodea.Desafortunadamente la separación y el divorcio de los padres dejan en los hijos, en muchas ocasiones, daños psicológicos, pero siempre se tienen alternativas de tratamiento para lograr que se den adaptaciones a estas situaciones.Ser conscientes de que el problema es con la pareja, no con los hijos. Es necesario explicar claramente la situación a los niños, diciéndoles que la decisión que los padres tomen es independiente del amor que tienen por ellos.Si no hay más remedio que el divorcio, siempre será mejor una separación amistosa que una permanentemente conflictiva, por el bienestar y seguridad de los niños y de la propia pareja.Es importante que los padres hagan un esfuerzo por superar el rencor y el enojo para no transmitir esos sentimientos a los hijos y, por lo tanto, no repercuta considerablemente en su vida social.Reserva para tus hijos momentos especialesHay momentos en que los hijos quieren y necesitan compartir con sus padres. Ten la madurez suficiente para garantizarles que pueden contar con tu disposición para compartir momentos tales como: graduaciones, titulaciones, primera comunión, el día de su boda, el bautizo de sus hijos y cuando son pequeños sus fiestas de cumpleaños. Algunas exparejas muy civilizadas aceptan convivir con las nuevas parejas de sus ex, aquí es cuestión de comunicación y de gustos, pero piensa que lo importante para tus hijos son su mamá y su papá y no los acompañantes.Otras cosas igualmente importantes son:1. Respetar los tiempos que acordaste para compartir con tus hijos, en la medida de lo posible no les cambies los planes.2. No contradigas las decisiones o castigos que tu expareja haya tomado en favor de educar a tu hijo, si no estás de acuerdo, antes de dar tu opinión consúltalo con ella, pues estoy segura te gustaría que ésta hiciera lo mismo.3. Habla antes y con la brevedad posible con tu expareja cuando haya una cambio radical en tu vida como puede ser una nueva relación, un hijo con tu nueva pareja, un cambio de trabajo o de residencia, para que juntos acuerden la mejor manera de comunicarlo a su hijo.4. Realiza actividades únicas con tu hijo que le permitan sentirse especial, querido y atendido por ti, es muy importante que puedas darles espacio para compartir sólo contigo.5. Exalta los valores positivos de tu expareja o por lo menos reconoce que lo mejor que pudieron haber hecho juntos es el haber dado vida a tu hijo, después de todo esa siempre es una elección conjunta.Conductas A continuación se exponen algunas conductas afectivas y sociales que se presentan cuando los padres se divorcian.Los más pequeños Se sienten culpables de lo sucedido.Presentan regresiones.Mojan la cama.Piden que se les dé de comer en la boca.Quieren usar mamadera.Se pegan a los padres y no los sueltan.Hacen berrinches constantes.No pueden dormir solos.La luz debe permanecer encendida.En la escuela no quieren ir al recreo, pelean, no comen su merienda.Seis a doce añosSe sienten deprimidosCon muchos miedos irracionales.Están muy enojados con uno o ambos padres. Reprochan la situación. Sentimientos de rechazo y ansiedad.Sensibles; por todo lloran.Se sienten nerviosos.Culpan al padre con el que viven o al que ya no está.Tienen fantasías de reconciliación y se sienten responsables de unir a sus padres.En la escuela son rebeldes;no obedecen las reglas de casa o escuela, por tanto, son reportados por mala conducta.Se tornan agresivos, intolerantes. aPresentan trastornos del sueño, de alimentación y bajo rendimiento académico.AdolescenciaTienen miedos.Se sienten desolados.Deprimidos, culpables y dudosos de si ellos, al unirse a una pareja no les pasará lo mismo.Enojos constantes.En la casa pueden presentar regresiones:Cumplen funciones que no les corresponden (encargarse de los hermanos o de la casa).Madurez acelerada o conductas antisociales.Alcoholismo.Adicciones.Promiscuidad.Se vuelven además desleales debido a que los padres los ponen entre la espada y la pared, diciendo, por ejemplo: “Si te vas con tu padre, te olvidás de que existo”.Colaboración: Myrian Mabel Báez Lic. en Psicopedagogí[email protected]





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