Cerca de las 9:00 de la mañana del 3 de noviembre de 1995, una explosión sacudió a la localidad cordobesa de Río Tercero. La Fábrica Militar literalmente voló en mil pedazos, esparciendo escombros pero principalmente esquirlas, bombas y proyectiles que cayeron sobre las casas y sobre la población. Una vez conocida la noticia, el entonces presidente Carlos Menem viajó de inmediato al lugar, y conminó a los periodistas a decir que lo sucedido fue un accidente y no un atentado. La onda expansiva provocó el fallecimiento de 7 personas y dejó heridas a más de 300. La hipótesis que se manejó fue la de un hecho intencional del Gobierno menemista para ocultar el faltante de municiones vendidas a Ecuador y Croacia, siendo que Argentina adhería a la prohibición de vender armas a naciones que se encontraban en conflicto. A eso le siguió meses y años después el suicidio y accidentes dudosos de testigos claves en la investigación. En 2003, los peritajes determinaron que la explosión fue programada y coordinada por expertos, haciendo caer la hipótesis del accidente. En diciembre de 2014, oficiales de la Fábrica militar fueron condenados a penas de entre 10 y 13 años por “estrago doloso agravado”. Carlos Menem fue sobreseído del procesamiento “como instigador del delito de estrago doloso agravado por muerte de persona” porque, en la consideración del juez, “se llevaron a cabo otras actividades conexas que terminaron con la explosión intencional de la Fábrica Militar de Río Tercero, con el objeto de borrar cualquier rastro que pudiera vincular a funcionarios con el mentado contrabando”.





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