En el mundo no existe nada más fuerte que haga perder la razón de un hombre que los labios y la piel de una hermosa mujer. Su compañía nos alivia de toda pena y dolor, se aprende que al pasar el tiempo cada hombre encuentra a esa mujer ideal… No es casualidad que beber y besar comienzan y terminan con las mismas letras. Acaso no existe el hombre que conoce de buenos vinos comprenda que no todas las mujeres son iguales y que cada una de ellas encierra sus secretos, ocultos como en oscuras barricas, esperando a ese hombre que la descubra para disfrutar sus virtudes. Estas similitudes siempre las compararon con un buen vino y es por esa razón es que me permito hacer una especie de relación entre la mujer y la bebida espirituosa.Simplemente porque ambas tienen alma y guardan un cierto encanto, que se revela en buenas compañías y por las noches alegrando el corazón. En ambos descubro ciertos parecidos que se nos presentan a lo largo de nuestra vida. La primera de ellas es cuando somos jóvenes: nos interesamos más en el envase y la etiqueta, y no en el contenido. A medida que pasan los años somos más selectivos y vamos conociendo las virtudes y lo esencial en cada una de ellas.En ambas nos gustan las de buen cuerpo, maduras y con mucha delicadeza al degustarlas. El perfume que enciende nuestros sentidos y el sabor que dejan en nuestras bocas luego de probarlas, que al mirar sus labios nos enciende ese rojo de pasión.El vino como las mujeres tiene alma, no todos los hombres disfrutan del mismo sabor, algunos los prefieren dulces, tal vez ácidos y otros fuerte y con presencia. En síntesis, no hay gustos definidos, el vino al igual que la mujer, la mejor siempre será la que le guste a la otra persona. Ni hablar de que el vino al igual que la mujer madura con los años, que brindan un encanto particular, incluso la compañía de un vino y de la mujer hablará por sí solo del hombre. La sola presencia de una encantadora dama, de corazón intenso y profundo convertirá al hombre en su perfecto caballero, que deseará ser admirado por otras miradas.Y no existe el hombre que no haya abierto su corazón y llorado envuelto en sus embrujos, y quien no ha buscado su refugio en noches de aflicción. Con el solo hecho de conquistar el corazón de una mujer, el corazón de un hombre brinda por una vida llena de esperanza. Como en una poesía de Dante Alighieri donde describe “El vino siembra poesía en los corazones”, eso es verdad, pero el propósito de esas letras es que florezcan cuando llegan al corazón de esas personas que uno ama. Incluso recordé que la mujer y el vino fueron descriptos en el primer libro de la Biblia, en dos acontecimientos principales de la historia religiosa, el primero fue cuando Dios presentó a Adam, a quien sería su compañera, bajo el mandamiento “no es bueno que el hombre esté solo”, y es esa compañía quien perdura hasta nuestros tiempos y que siempre será la ideal. En el mismo libro en el que figura este precepto bíblico, también se da un nuevo inicio en la vida del hombre, luego de que un gran diluvio hizo que la humanidad casi desapareciera. En donde el Arca de Noé terminó su travesía de 40 días y 40 noches vagando por océanos infinitos y se posara sobre el Monte Ararat dando comienzo a una nueva historia. Es en ese nuevo período donde se lo nombra por primera vez al vino. No realizo una comparación sino que menciono el inicio de dos acontecimientos bíblicos importantes en el que figuran los protagonistas de esta historia. Las razones de porqué el hombre ama tanto a la mujer y le da placer degustar un buen vino: es que ambos tienen cuerpo, alma y una historia por descubrir. Por Raúl [email protected]





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