La palabra justa para calificar en que sentimiento se manifestó el recibimiento dado a la reelección de Aníbal Silvero al frente de la más que treintañal “Sociedad Argentina de Escritores seccional Misiones (Sadem)”, sería “alborozo”. Pues fue así, alborozados, que los socios de la Sadem recibieron la decisión de la Asamblea, del sábado pasado en el Salón Mayor del Palacio del Mate de “exigir” al laureado poeta continuar en el cargo. Es de esperar que quienes lograron que Silvero reasumiera la presidencia del gremio de los Trabajadores de las Letras se concienticen de que el presidente reelecto viene de un período en el que debió enfrentar, participando hasta la adhesión de los escritores argentinos al movimiento paraguayo en contra de una insólita condena por plagio a un escritor asunceno. La hermana del titular de la Corte Suprema de Paraguay denunció a un escritor por plagio de unas frases que a todas vistas son del dominio público; Silvero encabezó la delegación argentina a Asunción donde el colega paraguayo estaba con un pie en la casa y otra en el presidio de Tacumbú. Asimismo debió ser Jurado del premio Arandú en Letras, asesor de los organizadores de la Bienal de Arte para designar a los escritores que recibirían la plaqueta del Gran Premio de Honor 2015, principal gestor de la nueva (tercera) visita del titular de la Sade Nacional, Alejandro Vaccaro con retada en la Expoferia del Libro recientemente realizada y casi en los mismos días enfrentó la posibilidad de conseguir un vehículo para que una nutrida delegación de misioneros viajara a Córdoba al Noveno Congreso Nacional de la Sade; una experiencia pocas veces palpitada por los escribas de la tierra colorada. Tres días en la mediterránea provincia entre los más prestigiosos poetas de las provincias argentinas. Insólitamente por conseguido carnets del IPSocial – sin cargo -, para dar cobertura médica a los socios que no la poseen, si bien son varios los agradecidos, también se recibieron críticas infundadas y poco relevantes acerca de ese logro. Esas actividades y sus efectos colaterales se suman a las rutinarias del cargo y al personal del poeta posadeño “re re relecto” y pueden calificarse de desgastante y también como método de poner a prueba la voluntad y en riesgo la salud de una persona. Presidir la Sadem es ejercer un cargo ad honorem y a veces costoso para el bolsillo del titular, ya que muchas idas y venidas por el interior de la provincia se realizan sin tocar los exiguos fondos que – a veces -, posee la entidad. Todo este plato literario no existiría sin el condimento necesario para hacer de él un trabajo insalubre y con el tiempo, por supuesto, una colección de anécdotas recordables y a la vez olvidables. Esto es una referencia a las críticas provenientes de colegas que sólo buscan a través de la relación con la Sadem el rédito personal, lo cual no está mal, siempre y cuando no se haga en desmedro de quienes dirigen la sucursal local de la entidad creada por Lugones y Quiroga, entre otros. Y asimismo de algunas señoras que creen que se ayuda a una entidad manteniendo ilusorias denuncias sobre hechos que no concitarían el interés de nadie salvo de alguna gente cuya vida transcurre en una placentera pero la más de las veces aburridora holganza.Silvero vuelve a la Sadem, de donde nunca se fue; junto a él se agrupan un poeta e inveterado viajero; un cultor de las letras inspiradas en Borges y Sábato; un difusor de la literatura misionera (expresidente de la Sadem), un joven abogado (reelecto) apasionado de su cargo de tesorero, un poeta ( también reelecto) que descansa de las rimas y los sonetos oficiando de guardaparques, y algunos nuevos y nuevas figuras, sangre fresca sumada a la experiencia de los otros. Promisorio es el futuro de la Sadem y de sus socios, pero estos debe concientizarse de algo muy importante:“ninguna entidad vive y crece sólo con la Comisión, todos los afiliados son responsables del éxito de la institución”, la mejor ayuda de todos e imprescindible, es pagar la cuota de socios con la que se cubren algunos y gastos de la institución.
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