Acompañar, guiar, acoger e incluir, y no prohibir, coartar o juzgar. Con ese espíritu, el Papa intenta conseguir que la mayoría de los obispos participantes del Sínodo acepte un cambio de paradigma para ir hacia una moral familiar de la brújula y no del semáforo.La tarea no parece sencilla. Tampoco exenta de teorías conspirativas, por lo que el pontífice se proyecta como un piloto de la tormenta que se desató entre doctrinarios y aperturistas en medio del Sínodo sobre la familia que se desarrolla en el Vaticano.Conservadores y progresistas. Dos grupos eclesiásticos bien definidos que pujan por imponer sus ideas cada vez más contrapuestas, en particular por el proyecto en estudio para levantar, con condiciones, la prohibición de comulgar a los católicos divorciados vueltos a casar.El tema no es el único de las discusiones del Sínodo que busca estrategias pastorales para que la Iglesia pueda acompañar a las familias “heridas”, pero uno de los más controversiales del debate.La iniciativa para conceder el sacramento a estas parejas que se consideran “kelpers” en la Iglesia, cuenta con el auspicio del Papa y se fundamenta en la opción misericordiosa que Jorge Bergoglio propuso desde el inicio de su pontificado.Con todo, la propuesta papal pareció desdibujarse en la primera semana de deliberaciones del Sínodo. E inclusive se habló de una “golpe conservador” para intentar borrar, sin más, ese punto de las discusiones.La omisión en el informe introductorio de un párrafo del instrumento de trabajo en el que se afirmaba que “existe común acuerdo sobre la hipótesis de un itinerario de reconciliación o vía penitencial” para los casos de los divorciados vueltos a casar que piden recibir la comunión, encendió la alarma entre los aperturistas.El punto marcaba un retroceso en los acuerdos alcanzados en el Sínodo del año anterior, otra de las etapas del proceso transformador de la pastoral familiar que diseñó Francisco, y que incluyó consulta a los católicos del mundo.A este olvido en el relato del cardenal húngaro Peter Erdo, se sumó el malestar que generó entre los progresistas una respuesta lapidaria que el arzobispo de París, cardenal André Vingt-Trois, dirigió a los periodistas que cubren el Sínodo. “Si vinieron a Roma con la idea de un cambio espectacular de la doctrina de la Iglesia, van a salir decepcionados”, aseveró.El clima interno enrarecido y el sacudón externo que provocó el sacerdote polaco Krysztof Charamsa al confesar su homosexualidad y estar en pareja, hicieron que el Papa intervenga más de lo pautado en el plenario para que no se desvirtúe el objetivo del Sínodo.“Una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera”, advirtió el Papa el domingo en la misa de apertura y le marcó la cancha a los 270 padres sinodales que participan hasta el 25 de octubre de las deliberaciones del Sínodo.Francisco volvió a intervenir el lunes para enfatizar que la asamblea “no es un Parlamento, donde para alcanzar un consenso o un acuerdo hay negociaciones, pactos o compromisos” y recordarles a los sinodales que la humildad evangélica lleva a “no apuntar el dedo contra los otros para juzgarlos, sino a tenderles una mano para volver a levantarse”. El pontífice volvió a hablar el martes para precisar que sigue en discusión la situación de los divorciados vueltos a casar, sin poner en riesgo la doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio. “No debemos dejarnos condicionar”, les pidió a los unos y a los otros.En otra intervención, Francisco insinuó una respuesta a los conservadores, al advertir que la “hermenéutica conspirativa” es la que mayores divisiones provoca. Fue en respuesta a las acusaciones de un supuesto lobby que pretende orientar el Sínodo hacia una tendencia aperturista.En este contexto, los padres sinodales cerraron una semana de discusiones sobre temas muy diversos: personas con “tendencia homosexual”, parejas que conviven sin casarse, poligamia, pornografía, métodos anticonceptivos, matrimonios entre personas de distinto credo, dignidad de la mujer, aborto…Una semana que se puede sintetizar en una frase del arzobispo estadounidense Joseph Kurtz, quien aseguró que en relación con la situación de la familia es mejor hablar de desafíos que de crisis.





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