POSADAS. El recorrido de los restos jesuíticos que se encuentran en la plazoleta Martín Jacobo Thompson (Guacurarí y Buenos Aires) encierran en sí una historia muy rica y digna de ser conocida por los misioneros. Recientemente, en ocasión de una polémica sobre el destino definitivo que se les quiere dar, se desató un rico debate en las redes sociales, en donde la comunidad de arquitectos, historiadores y expertos en turismo patrimonial reflexionaban y movilizaban respecto a la necesidad de protección de estos elementos que, hasta si uno se descuida aparecen con pintadas y graffitis. De hecho, no hay siquiera un cartel indicativo sobre lo que son y lo que significan. Para interpretar con mirada amplia esta cuestión, PRIMERA EDICIÓN charló con las arquitectas Mari Sierra y Graciela Kuna y con la experta en gestión pública del turismo, calidad y sostenibilidad, Beatriz Rivero para quien “si no hay un respeto hacia esos restos como “patrimonio” no sirve debatir sobre el uso que podemos darle. Deberíamos usar este interés que despertaron las columnas para la realización de por lo menos alguna actividad que permita el homenaje en alguna fecha especial. Es decir: realmente utilizarlos como referentes de algo tan importante que tenemos en Posadas, donde no existen otros restos ni vestigios jesuíticos más que esas columnas”. Un largo trayecto a “casa”El itinerario de esos restos aparentemente es bastante largo. En la década del ‘20 habían sido llevadas a Buenos Aires y depositadas en el club deportivo Gimnasia y Esgrima de Palermo, al parecer con intención de molerlas para hacer el piso de una cancha de básquet, pero se salvaron de la destrucción y fueron a depósito. Mientras tanto en Misiones, recién en la década del 40 se hizo una investigación sobre qué había pasado con esos elementos de patrimonio jesuítico y se decidió que fueran devueltas a la provincia. Cuando las trajeron en los años ‘70, los funcionarios ignoraban de dónde eran y la investigación que se había hecho al respecto se había perdido en la noche de los tiempos, motivo por el cual no se supo darles destino y se decidió que fueran colocadas en la plazoleta en la que hoy están.Opina la arquitecta Mari Sierra, quien hizo un trabajo sobre las columnas en base a investigaciones anteriores: “Cuando se promovió una ley para poder trasladar las columnas al espacio donde está ubicada la cruz de Santa Ana se armó un pequeño lío. La gente se manifestó en contra porque, si bien se espera que se las devuelva a donde pertenecen, hay un profundo rechazo para que sigan trayecto hacia un lugar donde no tienen nada que ver. Si no las van a poner en su lugar como corresponde, entonces no deben quitarlas de donde están”.“Está bueno hacer la aclaración sobre estas columnas, porque todavía hay gente que cree que pertenecen a la primera misión jesuítica generada por el padre San Roque González de Santa Cruz”, explicó la arquitecta y exdirectora de Patrimonio municipal. “Un dato que muy poca gente tiene es que parte de bancos y el monumento de la plaza 9 de julio también se hicieron con material jesuítico. Hoy nada de ello queda. Bustillo algo utilizó en el monumento central, pero es muy probable que los otros restos se hayan perdido durante la remodelación de la plaza”, finalizó. Lo cierto es que las columnas que están en la Plazoleta Martín Jacobo Thompson, si bien podrían ser levantadas (existen casos de remociones de monumentos fijados mediante cemento, con el método de realizar zanjas, cavar por debajo y levantarlo); el problema no es ese, sino dónde las colocarían. A decir de la arquitecta Graciela Kuna, a pesar del profundo estudio y su correspondiente análisis realizado en la Misión de Santa Ana por un equipo de arqueólogos, arquitectos, maestros mayores de obras, no se pudo encontrar relictos de donde estuvieron esas columnas. Aquel equipo revisó toda la explanada superior, los muros que aún permanecen y no se encontró señal alguna de que allí hubiera habido columnas, además son más de cuatro las que están en la plazoleta. “Una de las cuestiones que tiene que ver con lo que le da valor al Patrimonio es la autenticidad. Para mí la autenticidad es el punto crítico de esta cuestión: para mí no tiene sentido sacarlas de donde están para llevarlas a donde tampoco corresponden. Si se las restituye que sea a partir de una investigación científica seria”, pidió la experta.





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