POSADAS. “Pocos son los que plantan verduras y los vecinos la necesitan”. Con esa premisa, Luis Centurión Finger (58), decidió dejar a un costado su vida de jubilado y empezó a trabajar para ganar el terreno que quedó en desuso entre la costanera de Villa Poujade y el arroyo El Zaimán. Inquieto, el hombre comenzó con la limpieza el año pasado y ahora ya comercializa chauchas, hortalizas y raíces de mandioca, ideales para acompañar un buen asado. Si bien durante las primeras tareas de campo mató varios escorpiones y víboras que proliferan en los altos pastizales que rodean el cauce, no se amilanó y hoy está orgulloso de lo que su huerta produce.“Esto se hace a fuerza de voluntad y cada uno podría hacerlo, porque acá no se paga impuesto más allá del que abonamos por la propiedad en la que vivimos”, dijo, y contó que esa franja de terreno “está en desuso y nadie la limpia, o sea que lo que estamos haciendo es mantenerla limpia, aprovechando para poder producir nuestros propios alimentos”.Luego detalló que el trabajo que lleva adelante “se hace despacito porque la capuera es altísima. En las pocas partes donde está limpio, la gente baja para pescar o para tomar mate a la vera del arroyo” ahora cubierto de camalotes.Centurión Finger trabajó en una empresa de transportes hasta que le llegó el momento de jubilarse y “como no tengo otra cosa que hacer y no puedo estar de balde, acostumbrado siempre a trabajar, empecé con esto”, relató.“Nadie quiere producir”El año pasado inició el movimiento de suelo y la plantación de algunas especies pero “para esta temporada quiero empezar con todo. Quiero poner una mediasombra sobre los almácigos que ahora están blancos porque los cubrí de cal agrícola, que no es tóxica y necesaria para la tierra. Después, al sembrar el perejil, la zanahoria, eso se absorbe”, explicó el hombre, residente en Villa Poujade hace 37 años. La mediasombra que necesita, de 20×40, tiene un costo de 2.800 pesos y “la tengo que colocar porque de lo contrario no produce nada. El sol está muy fuerte”.“Los vecinos necesitan verdura fresca, la quieren porque escasea pero el tema es que nadie quiere producir. Lo que siembro se vende o se regala, pero nadie roba, nadie toca, si quieren y no tienen con que pagar, vienen y me piden”, confió este emprendedor que de chico tuvo poliomielitis, provocando la inmovilidad de su brazo derecho.Si bien trabaja solo, cuenta con la compañía y el apoyo moral de su esposa Mercedes, que “mientras escarbo la tierra, me ceba unos mates”, confió entre risas, este productor que trajo de su Paraguay natal la costumbre de trabajar en la chacra, como cuando vivía junto a sus padres. Gran conocedor del rubro, aseguró que “sé lo que tengo que hacer, qué debo plantar, en qué época. Ahora la producción está pobre por el verano terrible” pero hay mandioca, chauchas, cebolla de verdeo y poroto manteca, cuyas bolsitas están en el freezer listas para la venta.Pero la de Centurión Finger no es una huerta cualquiera. Es una huerta alegre, porque en ella conviven, además, varios árboles frutales como paltas y bananos, con una enorme variedad de flores que hacen más llamativo el paisaje que se conjuga con el agua, las canoas y los camalotes. Y como si fuera poco, en el centro de la escena, se levanta un enorme espantapájaros que lleva un casco de moto en desuso y un traje de hule de color amarillo.





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