POZO AZUL, San Pedro. Con las desgraciadas expresiones del vocero gubernamental, Eduardo Lezica, aún resonando en sus oídos, las 70 familias de pequeños productores rurales de la Picada del 10 se preguntan cuál es la excusa que el Gobierno tiene ahora para ellos: “Nosotros tenemos hasta la mensura y llevamos más de ocho años pidiendo la luz ¿Nos van a tratar de intrusos también?”, se pregunta Edelmiro Ferreira, resumiendo la bronca e incertidumbre de los productores, reunidos en la escuela del paraje a fin de decidir el curso de acción a seguir para acceder a ese derecho inalienable que es la luz eléctrica.Carencias repetidasLa Picada del 10 está dentro de la zona conocida como Pozo Azul y su acceso desde la ruta provincial 17 es por un casi intransitable camino de tierra. El extenso paraje tiene su territorio dividido en dos municipios: el sector cercano a la ruta pertenece a San Pedro y el más lejano, a Bernardo de Irigoyen. Esta particularidad, al contrario de lo que se puede especular, resulta desfavorecedora para los habitantes, pues en lugar de disponer de dos gobiernos en trabajo mancomunado hay dos intendentes que se “tiran la pelota uno a otro”, según palabras textuales de un vecino.En el paraje habitan más de 70 familias de productores rurales dedicados al cultivo de tabaco, maíz, mandioca, verduras y algunos animales porcinos y vacunos para el propio sustento y la comercialización en pequeña escala. Desde 2010 funciona un aula satélite de la Escuela 759, a la que concurren 68 alumnos. También hay dos iglesias católicas y una evangélica levantadas por la comunidad. No disponen, ni siquiera en las aulas, de luz ni de agua. Ilusión rota“En su momento nos ilusionamos con el Prosap”, expresó Rubén Wagner, “pero el Gobierno nos engañó: a pesar de estar incluidos como beneficiarios, nos dijeron que dada la situación irregular de las tierras, no íbamos a poder acceder a ese derecho. Hace un año y medio el Iprodha nos hizo el censo y la mensura, pero tampoco nos pusieron la luz. Somos 350 o 400 personas que sufrimos la falta de luz. Yo vivo a cuatro kilómetros de la ruta y si quiero tomar un tereré tengo que ir a la ruta a comprar hielo; si carneo un lechón tengo que pagar para que me lo guarden en un freezer sobre la ruta; y así todo: los remedios, la carne, un hielo, todo. Es muy difícil vivir y se encarece mucho. Ya de por sí ganamos poco y encima tenemos incomodidades, sufrimientos y gastos que podríamos no tener. Acá estamos todos sufriendo”, sintetizó el vecino.Primero engaño, después estafaRogelio Almeida es otro de los productores reunidos en la escuelita para organizar un plan de acción. En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, profundizó en los dichos de su vecino: “Fue en época de elecciones que (funcionarios del Gobierno provincial) vinieron con la promesa, pero después empezaron a jugar con nosotros. En San Pedro nos dicen que tenemos que ir a Irigoyen y en Irigoyen nos dicen que tenemos que ir a San Pedro, nadie toma cuenta de nuestro reclamo”.Después de esperar ocho años y pedir un presupuesto como particulares a Emsa (que resultó inalcanzable, pues superaba el millón de pesos), los colonos se contactaron con un particular de San Vicente quien les aseguró que en poco tiempo les conectaría la luz. “El tipo nos habló muy bien y abusó de nuestra confianza y de nuestra necesidad: desesperados, sin saber qué hacer, sin respuestas de las autoridades, confiamos en que contratándolo llegaría la solución. Yo puse 8.000 pesos y entre todos le entregamos casi 80 mil, pero sólo nos pusieron algunos postes, unos cables y no aparecieron más. Yo creo que nos estafó, pero esto no va a quedar así”, remató Almeida.68 alumnos Víctor Antúnez es maestro único en el aula satélite que funciona en el paraje. La matrícula es de 68 alumnos y, a contramano de lo que dictan las convenciones internacionales sobre los derechos de los niños en lo referente al acceso al agua, los hijos de estas familias misioneras no gozan de este derecho humano básico y fundamental: “Esta aula va por su cuarto año de funcionamiento y vienen todos los chicos de la picada. Fue construida por los padres, quienes donaron las maderas y pusieron el trabajo; el intendente de Irigoyen nos donó el techo, pero no tenemos luz ni agua, el edificio es chico y precario, pero cuando pedimos al CGE un edificio escolar nos dicen que hasta que no tengamos luz no van a poder construirlo”, contó el docente.“Desde mi punto de vista, la peor consecuencia que estamos sufriendo por no tener suministro eléctrico es el grave hecho de no tener agua, de no poder acceder a agua de buena calidad, lo cual expone a los chicos (y también a los grandes) a diversas patologías. Con esa agua que no sabemos qué contiene y que posiblemente no sea limpia es con la que tenemos que prepararles la leche a los chicos, no disponemos de baños, sólo letrinas y son muchos los alumnos que aquí concurren, lo cual también aumenta los riesgos de enfermedad. Estamos como olvidados por las autoridades, nadie hace nada y nosotros no somos intrusos, somos ciudadanos misioneros. A la hora de votar no nos piden el título de las tierras pero a la hora de garantizarnos los derechos sí”, concluyó.





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