PICADA HUAICÁ, San Pedro. Sobre la ruta provincial 17 y a escasos 400 metros de la intersección con la 20, en la zona conocida como Pozo Azul, está el acceso a la Picada Huaicá, un paraje habitado por unas aproximadamente veinte familias de pequeños productores cuyas principales labores se centran en la siembra, la plantación y la cosecha de tabaco, maíz, mandioca, algunas verduras y la cría de chanchos para el propio consumo. Estas familias llevan ya once años solicitando a las autoridades que los conecten a la red eléctrica.“Necesitamos la luz”Marta Kalchuk vive junto a su esposo y a sus siete hijos en una humilde casita a seis kilómetros de la ruta, trabajando de sol a sol para poder sobrevivir. Relató a PRIMERA EDICIÓN las vicisitudes que genera vivir sin luz: “Escuchamos que el Gobernador dice que a las familias que están en la chacra hay que acercarles los servicios básicos, pero nosotros llevamos once años pidiendo la luz y no nos escuchan”.“Tengo siete hijos y estoy obligada a lavar toda esa ropa a mano, es por lo menos un día entero de trabajo a la semana; con luz sería mucho más fácil y ese tiempo podría dedicarlo a la huerta o a otros trabajos que en la chacra siempre hay por hacer. Como no hay luz, mis gurises deben estudiar con velas, por lo que se cansan enseguida y no pueden dedicar mucho tiempo. Además, para ir a la escuela deben caminar siete kilómetros de ida y siete de vuelta, pero todo ese sacrificio no se ve recompensado porque parece que no existimos”.Para finalizar agregó: “No estamos pidiendo nada extraordinario, sólo luz eléctrica. Estamos en el siglo XXI y necesitamos la luz, siempre nos prometen pero nunca llega”.Su esposo, Ricardo, agregó: “No podemos tener un freezer, una heladera, somos muchos en la familia, los más chicos necesitan la leche y además cuando carneamos un animal tenemos que fritarlo o malvenderlo porque es imposible conservarlo. Encima que somos pobres, sufrimos esos perjuicios, ojalá nos escuchen y hagan algo”.Argentinos y misionerosFederico Engelman tiene en la entrada de su casa un mástil improvisado con una rama sobre el cual ondea una bandera argentina. Se manifiesta como un patriota, aun en las más difíciles circunstancias: “Somos argentinos y misioneros” expresó, “aunque las autoridades no se acuerden de nosotros, y por eso tengo la bandera en la entrada de casa, es la declaración manifiesta de lo que sentimos, de lo que somos”.“Siempre tengo la esperanza de que si pasa alguna autoridad le llame la atención la bandera y pare a preguntarme por qué y ahí le voy a explicar que es un recordatorio de lo que somos para que nos incluyan, porque nosotros estamos como afuera, discriminados. Vivimos, trabajamos, aportamos nuestros impuestos y sin embargo no accedemos a cosas básicas. En esta picada vivimos sin energía eléctrica, con caminos intransitables, sin escuela. El Estado no destina ni un centavo a mejorar nuestras condiciones”. Para finalizar, acotó que “ojalá algún funcionario se sensibilice y tome las decisiones necesarias para que podamos vivir en igualdad de condiciones con el resto de los ciudadanos”.





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