EL SOBERBIO (Enviado especial). Sin contar con otra alternativa, los damnificados de la crecida del río Uruguay regresan a los lugares donde estaban sus casas. Con poca ayuda por parte del Estado y con un poco de colaboración de sus vecinos, tratan de rehacer sus vidas. El agua se llevó todo: el capital que tenían invertido en las precarias casillas y la esperanza de vivir en la tranquilidad que encontraron en una pequeña porción de tierra cerca del río. Cada casa tiene su propia historia y cada persona una experiencia enmarcada en la crecida que causó el Uruguay. Ariel Da Costa es bombero voluntario. Su casa era la más cercana a la ribera del río en la zona en la que reside. “Hace seis años que vivía en ese lugar, solo. El río crecía y se aproximaba a mi terreno, pero nunca llegó hasta mi casa”, contó. Esta vez, cuando comenzó a crecer “fui a ayudar a mis vecinos. Era la 1.30 de la mañana. El agua subió muy rápido. A los pocos minutos fui a ver mi casa y estaba inundada. Entré nadando y saqué la campera en la que tenía mi documento, que estaba colgada en una pared de mi pieza”.Da Costa perdió todo, pero pasó prácticamente ocho días trabajando para ayudar a los demás junto a sus colegas, los otros bomberos voluntarios. “Me uní a los bomberos para ayudar y no me arrepiento de nada. Di todo lo que pude y perdí todas mis cosas. Hoy tengo reconstruida mi casita y voy a volver a vivir cerca del río. Sé cómo se mueve el agua y voy a estar alerta. Me prometieron una casa en la que nos van a reubicar, pero eso va a ser dentro de tres meses. Hasta entonces, tengo que quedarme en mi terreno”.Una de las primerasAndrea de Olivera vivía con su esposo y sus cuatro chicos en una casita precaria a menos de 150 metros del río. Fue una de las primeras casas de esa zona a la que llegó el agua y espera ser una de las primeras a las que le entreguen una vivienda donde reubiquen a los inundados, a unos cuatro kilómetros del centro de El Soberbio. “Mi casa quedaba más allá, cerca del río. Este lugar me prestaron para hacer una casita hasta que reciba la propia. No quería volver acá porque siento que el agua puede volver. Eso me aterroriza, también a mis hijos. Pero no tenemos otra cosa que hacer que venir a esta zona. No tenemos otro lugar adonde ir”.De Olivera relató cómo pasó esa fatídica madrugada del jueves 26 de junio, cuando comenzó a subir el agua: “Nadie sabía que iba a venir la inundación. Para nosotros era normal. En la noche nos despertamos porque todos los vecinos estaban alborotados y cuando observamos con mi marido, el agua ya se venía. Nos dijeron que salgamos y prácticamente no pudimos sacar nada de la casa. Salimos con lo puesto”, agregó con un dejo de melancolía. Contó que las maderas para hacer la media agua “nos dieron en la Municipalidad, las ropas nos donaron y algunos muebles nos prestaron. Esta cocina a leña me prestó mi hermana para que pueda cocinar. Mis hijos más grandes no quieren saber nada de venir y por ahora están en casa de mi madre”.Guillermo Vitancur vive más lejos del río y su casa recién se inundó el viernes por la tarde, pero tanto él como su familia no quieren volver a vivir en ese lugar. “Yo acá no vuelvo. El río va a volver a subir y capaz que sea peor. Mi señora tampoco quiere saber nada de volver”, contestó de manera tajante. Manifestó que hace tres años “compramos el terrenito, hicimos una casita y estábamos contentos. Nunca creímos que podía inundarse, pero el agua llegó. Estaba ayudando a la gente a abandonar sus casas allá cerca del río y nunca creí que el agua podría llegar a la mía. Vine el viernes a la tardecita y mi señora estaba desesperada sacando las cosas con los chicos. Llegamos a salvar los muebles. Conseguimos una casa en San Vicente y la Municipalidad de esa comuna nos ayudó con la mudanza”.Trasladar a su familia a 50 kilómetros no es la solución para Vitancur, que busca volver a la ciudad donde trabajaba como albañil hasta antes de la inundación. “Queremos volver a El Soberbio porque somos de acá y no queremos irnos a San Vicente. Pero a esa casa no queremos volver más. No tenemos dónde ir y voy a ver si me reubican junto a los demás”. A la experiencia la calificó como “muy fea” porque el río “no nos dio tiempo para nada. La gente se ayudaba una a la otra. Durante esos días era común ver a la policía, a los bomberos voluntarios, a los gendarmes, que acarreaban mudanzas. Entrábamos a las casas y sacábamos como podíamos y lo que podíamos para ganarle al río. Y aún así, muchos perdieron todo lo que tenían”.Madera insuficienteDesde la Municipalidad de El Soberbio aseguraron que no tienen suficiente madera para entregar a los vecinos que perdieron sus casas. Algunos tienen la posibilidad de comprar un poco más de madera. Otros no tienen dinero y perdieron todas sus cosas. Roque Mario Simanoski es otro damnificado que residía en el barrio Unión. Vivía en una casa de madera que el río se llevó. “De mi casa no pude recuperar nada. Parece que se la llevó completa. Ahora estoy haciendo una nueva con madera que me dieron en la Municipalidad y con otro poco que pude comprar. No quiero volver a vivir a este lugar. Sé que estamos en riesgo, pero tampoco tengo otro lugar adonde ir. Igual que yo están todos los vecinos que, como se ve, reconstruyen sus casitas”.Simanoski fue más profundo en su razonamiento y dijo: “Preguntale a cualquiera de los que ves que están rehaciendo sus casitas si quiere volver a vivir acá. Te van a decir que no. Yo tampoco. Pero qué vamos a hacer, si no nos queda otra. La experiencia que vivimos esos días fue traumática y los días después fueron decepcionantes. Venir con miedo, ver que tu casa no está y que no tenés nada de plata, ni muebles ni ropa. Eso es lo peor. Si hoy me preguntan si quiero vivir acá, les voy a decir que no, pero no tengo otro lugar adonde ir. Esperamos que nos den las casas a los que verdaderamente sufrimos y no a otros, como siempre hacen”.Ató la casa a un árbolMartín Fonseca vive con su esposa y tres hijos muy chicos. Cuando tuvo que dejar su casa, llevaron sus cosas al domicilio de un conocido de su suegro. Ahí le hicieron un lugar para sus pertenencias y, como si fuera poco, le permitieron vivir unos días bajo ese techo. Los dueños de la casa le pidieron que deje el lugar el jueves. “Ahora no sé qué voy a hacer. El ju
eves tengo que sacar las cosas de la casa del hombre que nos cobijó y no tenemos adónde ir. La Municipalidad me dio unas maderas que no alcanzan para hacer una pared y un kilogramo de clavos. No tengo plata para comprar más, como algunos de mis vecinos. Hace varias semanas que no trabajo. Soy changarín y hago lo que sea, pero con la inundación pararon las changas en El Soberbio”.“Estoy viendo si puedo conseguir una carpa y la voy a instalar en mi terrenito. Ahí voy a vivir con mi gente hasta que me den la casa que dijeron que nos van a dar. Otra cosa no puedo hacer. Hacía cuatro años que compré el terreno y construimos una casita donde vivíamos. Cuando llegó el agua, sacamos lo que pudimos. Até mi casa a ese paraíso y a otro árbol con un cable, pero el agua se la llevó igual. Es triste y peor aún porque no tenemos forma de comenzar de nuevo”.La inundación sobrepasó a las autoridades locales, que no tuvieron suficiente capacidad de reacción. La Provincia envió al diputado Mario Lindemann como referente del Gobierno en el Comité de Crisis, a fin de que se encargue de coordinar las tareas de distribución de las donaciones y las mercaderías para los afectados.Algunos denuncian que desde la Comuna de El Soberbio dejaron de lado a la gente afectada y sólo atienden a los que van a hablar con el intendente en la sede comunal. Pero en vez de solucionarles los problemas, los envían al Comité de Crisis, y es por eso que los afectados se quejan de la ausencia de los municipales. “Acá vienen de la Policía y de la Provincia, pero de la Municipalidad nadie viene a vernos. Los trabajadores municipales están podando las plantas de las avenidas pero no son capaces de traernos las maderas hasta acá. Tenemos que conseguir algún medio de movilidad para ir a buscarlas”, lamentó uno de los damnificados.Promotores del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, junto con trabajadores de la salud y del Iprodha, recorren las casas tratando de ubicar a los que se anotaron como damnificados para corroborar la veracidad de las denuncias. Les aseguran que en tres meses van a estar entregando las primeras casas.Desde el Comité de Crisis dividieron la zona según el riesgo de inundación de cada caso. Los que están en la denominada zona roja, más cerca del río, van a ser los primeros en reubicarse.





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