POSADAS. “No existe una solución definitiva a la cuestión de la felicidad, que no es una cosa sino algo que vive pero, a pesar de todo, el progreso y el consumo tienen un impacto sobre la felicidad de la gente, mejorando la salud y las expectativas de vida, por ejemplo”, reflexionó, no sin cierto tono de paradoja, el prestigioso sociólogo francés, Gilles Lipovetsky al final de la conferencia que dio el pasado martes en Buenos Aires, y que los misioneros pudieron seguir desde el Salón Auditorio de OSDE en el centro de Posadas. En la charla, “La sociedad del hiperconsumo: ¿somos más felices?”, Lipovetzky desarrolló en forma amena y apasionada su visión de las sociedades contemporáneas, a las que define bajo el concepto de hipermodernidad; tomando distancia del debate que dominó en la década de los ochenta y noventa sobre la dicotomía entre modernidad y posmodernidad. Para el pensador francés, nacido en 1944 y con numerosas publicaciones en su haber en los últimos años, el concepto de la posmodernidad le queda chico a la narcisista sociedad global, que no tiene a la vista modelos que se le opongan, y que en la tensión entre la terna democracia-estado y mercado, éste último es el que marca el paso condicionando las elecciones y las modalidades de vida, aun de aquellos -numerosos- que se encuentran excluidos de la marea consumista. “Aún los más desheredados son hiperconsumidores, aunque hiperconsumidores en fase negativa, puesto que no tienen acceso a los bienes”, constata Lipovetzky.En las sociedades actuales del capitalismo tecnoburocrático -afirma- “hay un primer rasgo que no es una cosa estructural, es casi fenomenológica, la hipertrofia. Todos sentimos que hay un crecimiento excesivo de todo, por el lado del consumo, los autos, la energía, la publicidad, los alimentos, todos tenemos la sensación de que siempre hay más, esta idea de siempre más es la que nos remite a la noción de hiper”. Consumo emocional Abundante en ejemplos, el sociólogo francés explica cómo se pasó de una concepción del consumo bajo una lógica de la diferenciación social, como símbolo de status, al consumo actual, “que ya no es un consumo honorífico o de status, es un consumo emocional, basado en al lógica del placer, de la evasión del juego, de la comunicación, somos coleccionistas de experiencias por medio del consumo hiper individualizado”. Estas lógicas emocionales y hedonísticas ya no llevan hoy la impronta de clase que poseían en el pasado, entiende el analista; y “han rebalsado a las lógicas honoríficas que conocimos en los salones de Proust o en la obra de Vance Packard”, ejemplifica. Lipovetzky puso énfasis en su charla en el concepto de “sociedades del hiperconsumo”, término que escogió -dijo- “no por el placer de crear un neologismo, sino para mostrar que son diferentes de las clásicas sociedades de consumo que surgieron en la década de 1940 en Estados Unidos y en 1950 en Europa”. La acentuación de la diferencia entre el consumo actual y el de las tradicionales sociedades que surgieron de la ola de modernización que generó la posguerra, tras la segunda guerra mundial, le sirven a Lipovetzky para abordar el análisis de las costumbres, la cultura, la economía y las modalidades de vida, y consumo en sus formas más actuales: “Entramos en una dinámica de crecimiento excesivo, y lo mismo rige para los celulares, objetos electrónicos, los videos, estamos en una rueda de renovación permanente, eso no es solamente un concepto, es el hecho que la sociedad del hiperconsumo es la sociedad de la mercantilización casi total de los modos de vida, de los deseos, de las necesidades”.La paradoja de la felicidadReconocido a partir de la publicación en 1983, en Francia , y tres años después en los países de habla hispana, de su obra “La era del vacío” , un ensayo sobre el individualismo contemporáneo; como así también por “El imperio de lo efímero”, en el que abordó el análisis de “la moda y su destino en las sociedades modernas”, Lipovetsky es un pensador osado y abierto al desafío de interpretar lo que le ocurre aquí y ahora al habitante de las grandes ciudades del mundo a partir de cuestiones como los cambios de valores, el giro individualista en la cultura de masas, las tecnologías de la comunicación, el hedonismo, entre otras muchos aspectos de la realidad contemporánea en la que “la noción de paradoja es central”. “Tenemos un consumidor cada vez más emocional pero también más calculador, es totalmente paradógico”, enfatiza Lipovetzky. En la reciente conferencia, hizo hincapié en la existencia de una paradoja, concepto al que considera central en su obra y en la encrucijada en que se encuentran las sociedades actuales; que buscan en el consumismo extremo y compulsivo una satisfacción que se les escapa. La paradoja estriba en que la sociedad es más abierta y ofrece al individuo una diversidad de opciones, subrayando el consumo individual en todos los órdenes; pero igualmente el individuo no encuentra una satisfacción permanente. “En todas partes la inquietud de los individuos se incrementa”, señala Lipovetsky. Observa que “los hombres disponen de un poder cada vez mayor sobre el mundo material, pero n sobre la felicidad”, circusntancia que lo lleva a constatar que la felicidad “escapó al proyecto de poder de los modernos, que es dominar el mundo”. En el cierre de su conferencia, y volviendo a la pregunta inicial sobre la felicidad, el autor de “La sociedad del vacío”, advierte que “la felicidad no es una cosa, sino un sentimiento, algo que vive y, como todo lo que vive no es siempre idéntico a sí mismo”. Al final de sus reflexiones, encuentra, sin embargo, que “no hay que idealizar y poner como un fin en sí mismo al consumo, que es un medio, pero tampoco demonizarlo”. Concluye en que el consumo tiene aspectos benéficos, y “no es la felicidad, pero tampoco la tragedia”.





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