OBERÁ. Los vecinos de Colonia Acaraguá padecen las secuelas de la caída de un colectivo al derrumbarse el puente que llevaba el mismo nombre que el arroyo, ocurrido hace unas semanas y que se cobró la vida de tres personas, entre las que se contaron un bebé de cinco meses. Pero al dolor por el trágico episodio se suman ahora las penurias del aislamiento, ya que para llegar a sus hogares, la escuela o salir de ellos deben afrontar peligrosos cruces en canoas del arroyo sin ningún tipo de control y también largas caminatas hasta la ruta más cercana.Tras el desastre, de uno y del otro lado del puente se hicieron dos casillas provisorias, hay escaso movimiento y un patrullero policial. Cien metros antes del puente siniestrado está interrumpido el tránsito y la zona está bien señalizada, mientras el colectivo accidentado sigue aún en el lugar. Para llegar hasta Colonia Acaraguá hay que pasar sí o sí con canoa, no queda otra alternativa.La Escuela 358 de Campo Ramón, ubicada de un lado del arroyo Acaraguá tiene clases. Los vecinos del lugar pasan el arroyo con unas precarias canoas de madera, que sirven para pasar el cauce de agua.El director del establecimiento, Lisandro Plank, contó que “esto nos agarró de improviso a nosotros también, gracias a Dios podemos llegar a la escuela todos los días y cumplir con nuestro trabajo, pero hay profesores que tienen horas en otras escuelas que sufren esta dificultad, ya que no hay puente. Se está reorganizando todo. Daban la vuelta por Panambí por la ruta costera, lo que es toda una complicación porque tienen que llegar a horario para que los alumnos no tengan que esperar. Vino gente de la empresa que va a trabajar (en el nuevo puente) y están haciendo los estudios, espero que lo más pronto posible esto se solucione, porque tenemos un alto porcentaje de alumnos que asisten a la escuela y viven del otro lado del puente. Por el momento los padres los pasan con un bote que ellos llaman caíco. Igual, los maestros de los grados más altos coordinaron trabajos y les van a dar actividades por semana a los chicos para que lleven a la casa y puedan seguir con las clases aunque no asistan a la escuela. Se dificulta con los grados más bajos, 1º y 2º, donde están aprendiendo las letras, los números y las operaciones. Ellos necesitan la asistencia del docente permanentemente, pero la maestra de primero tuvo una charla con las madres de los alumnos del otro lado y va a darles tareas y trabajos para subsanar el problema”. “Lo primordial para nosotros es que los alumnos puedan llegar a clase, ya que los docentes somos todos de Oberá. El arroyo tiene un caudal importante y cuando llueve en pocos minutos sube muchísimo el agua. En la escuela generalmente no se escucha el arroyo, pero en la última semana de lluvia se escuchaba el ruido del agua”, advirtió.Más allá de lamentar la muerte de tres personas, los vecinos tienen que buscar la forma de salir del aislamiento en el que quedaron. “Mientras no llueve podemos pasar en canoa porque el arroyo está bajo, pero si llueve se terminó eso porque vamos a morir ahogados”, comentó una mujer.“Yo tengo muchos problemas de salud y el otro día tuve que pasar, arriesgando con miedo y el corazón en la boca, para ir al médico. Era un capuerón, tuve que lavarme y cambiarme para subir al colectivo”, comentó otra vecina, ya que los barrancos para llegar al agua son altísimos y de tierra de ambos lados.“Dicen que recién para octubre hay posibilidades de que salga el puente flotante, pero no podemos esperar tanto tiempo para mandar a los chicos a la escuela, entonces ¿qué otra opción tenemos? Que Dios nos libre de que alguien se enferme”.




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