OBERÁ. Los criminales actuaron con una virulencia y crueldad escalofriantes. Uno de ellos, incluso, no se conformó con perforar la piel de la víctima en quince ocasiones. Con la ayuda de un cómplice, que resultó inimputable por ser menor de edad, arrastró el cuerpo unos setenta metros y lo dejó arriba del asfalto de la ruta provincial 17, para que un vehículo lo pasara por encima y pareciera un accidente.Pero la treta, macabra por cierto, no funcionó. El autor de las puñaladas, identificado como Silvio de Melo, terminó por confesar el crimen de Antonio Pereira y fue condenado a doce años de prisión por el Tribunal Penal 1 de Oberá.Este muchacho, de 23 años, después de reconocer su responsabilidad penal en el hecho, fue declarado culpable del delito de “homicidio simple”.No actuó solo aquella noche del 22 de abril de 2012. Contó con la complicidad de dos hermanos, compañeros de andanzas, llamados Ramón Esteban Reichert (20) y Héctor Gustavo Reichert (23). En el caso de ambos, la Justicia entendió que, si bien intervinieron en la agresión a Pereira, tuvieron una participación secundaria. Atacaron a golpes de puños, patadas y hasta con un taco de billar a la víctima, pero no la acuchillaron.Un menor de edad, que al parecer acompañaba a De Melo, colaboró con este en el traslado del cadáver desde el bar donde comenzó la pelea hasta la mencionada carretera provincial.Justamente, por tener 15 años, fue declarado inimputable ya en la instrucción de la causa.Los tres imputados, con distintos roles en el lamentable episodio, reconocieron su responsabilidad penal para acordar un juicio abreviado en el Tribunal Penal 1, en el contexto de una causa que iba ventilarse en debate oral y público la semana que viene.La historia de este caso comenzó alrededor de las 19.40 del 22 de abril de 2012, en un bar-pool situado en el paraje Pozo Azul, en la jurisdicción de San Pedro.A esa hora Pereira ingresó al comercio para beber unas cervezas. A juzgar por la vertiginosidad con que se desencadenaron los acontecimientos, había ‘bronca’ de antigua data entre este y la facción integrada por De Melo y los hermanos Reichert.Justamente, estos fueron los primeros en insultar y arremeter contra la humanidad del agricultor.Una vez en el suelo, este hombre no tuvo ninguna chance. La furia de la mano que clavaba las estocadas quedó en evidencia al conocerse el informe del cuerpo médico forense. Pereira murió a causa de un shock hipovolémico; es decir, perdió demasiada sangre en pocos minutos y entró en paro cardiorrespiratorio.Perpetrado el homicidio, fue De Melo y el menor que lo acompañaba quienes arrastraron el cadáver hasta la carretera provincial con el ridículo objetivo de simular un accidente de tránsito.De poco les sirvió la estratagema. Cuando la Policía acudió al lugar bastó con hablar con los numerosos testigos que presenciaron la contienda para identificarlos rápidamente.El procedimiento fue contundente. Los investigadores incautaron hasta el arma homicida con que ultimaron a Pereira.Ayer el Tribunal Penal 1 de Oberá, presidido en esta causa por el juez José Pablo Rivero, secundado por sus pares Francisco Aguirre y Lilia Avendaño, homologó el acuerdo entre la fiscal y la defensa. Una estrategia ridículaCometido el crimen de Antonio Pereira, los responsables, en menor o mayor medida, regresaron al escenario del hecho.Lo hicieron con una finalidad ridícula y podría decirse casi infantil. Como había marcas de arrastre y sangre coagulada en el camino de tierra, volvieron para tirar tierra encima.Pero no terminaron ahí. Ingresaron al bar, ante la mirada atónita de dueños y clientes, y dejaron una carpa plástica negra arriba de los manchones de sangre.Todas acciones que no resistirían el más leve análisis de parte de los peritos de la Policía Científica pero que, por alguna razón, los criminales creyeron que podía mantenerlos ajenos e impunes al hecho.





Discussion about this post