POSADAS. Cada año, ante los alumnos de primero y segundo año de Ingeniería en Alimentos, Licenciatura en Genética y Profesorado de Biología, la profesora Eusebia Concepción Váldez se presenta a sí misma como “la bruja de Químicas”. También así se presenta ante PRIMERA EDICIÓN esta docente y actual secretaria académica de la Facultad de Exactas, Químicas y Naturales, aunque después de casi dos horas de entrevista no quede ni una sola razón para identificarla con esa autodescripción. También se describe como “ingeniera trucha”. ¿Por qué dice que es una ingeniera trucha? Soy recibida como ingeniera química, pero siempre digo que soy trucha. Los chicos de ahora no saben valorar que tienen una oferta académica muy amplía en Posadas. Yo quería estudiar Medicina y seguir Gerontología, porque siempre me llamó la atención cómo se cuida a los ancianos, se los trata así nomás, si total se van a morir, cuando en realidad lo que necesitan es más afectos, cuidados y calidad de vida, porque en algún momento se apaga la vida de uno. Pero no me pude ir y como acá lo único que había era humanístico y lo mío nunca fue el análisis de oraciones, siempre tuve problemas con eso, entonces tuve que elegir lo que había. Por ese entonces ni siquiera estaba la escuela de enfermería. Ninguna carrera es difícil si a uno le gusta, lo importante es pegarle con la elección. El ciclo básico me fue diez puntos, porque mi fortaleza eran las matemáticas, química y física, pero el problema apareció con las materias específicas, fue un problema porque no me interesaban, a mí me gusta el trato con las personas, no quiero hablar con un reactor o una cañería. Ahí aparecieron mis angelitos de la guarda, dos compañeros de estudio que hicieron lo imposible para que avance con ellos, estudiábamos juntos, ellos eran ingenieros de alma. Pero como yo ya trabaja, ya me mantenía sola con la ayudantía de cátedra, fui avanzando y me recibí rápido.Incluso tuve que hacer las prácticas en una fábrica, fueron tres meses y era una exigencia de ese momento, a mi me costó muchísimo, porque nunca me interesó el proceso, me interesa lo que viene después: relacionarme con la gente. Elegí el camino de la docencia. En la parte de ingeniería en alimentos, yo estoy como docente en el sector de gestión y aseguramiento de la calidad de los alimentos, que es enseñarles a los demás a manipular los alimentos para que sean saludables. También enseño Química Biológica en la Licenciatura en Genética y Profesorado de Biología y en Ingeniera en Alimentos, estoy en la asignatura de Aseguramiento y Gestión de la calidad del alimento, que me encanta porque se refiere a los alimentos cuando éstos ya llegan al ser humano, cómo hacer la previa para controlar el proceso para garantizar que el resultado sea saludable, así el fabricador del alimento será un chipero, un hamburguesero o una multinacional, no importa la escala sino el cómo.También ocupa un cargo académico…Hace cuatro años que estoy en la Secretaría Académica, gracias a Dios ya estoy terminando mi gestión. Para mí todo es blanco o negro, porque creo que no se puede leer algo dependiendo de quién es el afectado, por más que el afectado sea un amigo. Creo que el que te conoce no te puede exigir cosas. Siempre me caractericé por ser política, pero creo que todos los seres humanos tenemos que serlo, que es la búsqueda del bien común. Está tan tergiversada la palabra que hoy en día se confunde con la politiquería partidaria y no es así. Y otra cosa es que cuando se toma la decisión de algo, me cuesta mucho volver para atrás, si decimos “vamos a hacer tal porque conviene”, se hace y voy avanzando en eso, pero me doy cuenta de que el resto de las personas da un pasito para atrás y me quedé solita en el proyecto. Si miro para atrás, hubo cosas positivas y otras erróneas, pero los errores no me preocupan porque son para aprender. Que reconozcan mis aciertos tampoco me preocupa, porque es mi conciencia la que hace el balance. Como les digo a mis compañeros, “yo cuido mi salud mental”. ¿En estos 39 años de docencia, fue cambiando el tipo de relación que tenés con tus alumnos?Sí. Ahora tengo una visión de mi relación con los alumnos diferente a los primeros años, por ahí como trabajé en el ciclo básico en Ingeniería, al principio tenía en la mente muy encorsetada la forma de manejar del ingeniero, que es muy práctico. Pero después, cuando fui avanzando en la docencia, agregué lo humanístico, porque el ingeniero es un esquema, de ahí no sale y esa practicidad es altamente positiva, pero la apertura que no tiene esa profesión te la da la parte humanística. Hoy veo cosas muy valiosas de ambos lados, estoy en el medio de la calle, de un lado la parte técnica, exacta, y del otro lado la humanística. Creo que la opción es el equilibrio entre las dos partes. Tengo muy buen trato con mis alumnos, pero siempre hay algunos que no me pueden ni ver, como en todos los ámbitos. Por lo general yo estoy con los alumnos de primero y segundo año. Cuando me presento les digo: yo soy la bruja que va a estar al frente de ustedes por un año, entonces sería bueno que fomentemos la buena comunicación, porque el tiempo de ustedes es sagrado y el mío también. Entonces, cuando viene alguien y me pregunta dónde trabajo, les digo “en Exactas, yo soy la bruja de Química”. ¿Cambiaron mucho los jóvenes que ingresan ahora con respecto a los de antes?La formación es lo menos, lo que a mí me preocupa en los chicos es la falta de autogestión, pues esa capacidad los fortalece. Es como que el alumno espera que se les diga las cosas, el qué y el cómo. Y nosotros acostumbramos a ponerles cronogramas de clases, de parciales… Una frase típica mía es: “Ya dimos el contenido para el primer parcial, ¿cuándo quieren rendir?”. Y ahí empiezan, el lunes, el martes, no se ponen de acuerdo. Entonces les digo que es un país, se tienen que poner de acuerdo, y la respuesta es “pero profe, usted nos tiene que decir”, y yo les contesto que yo ya rendí hace rato… Entonces empiezan a mandar la evaluación para adelante y cada uno asume su responsabilidad, yo no tengo problemas, traigo mi pan dulce,
mi sidra, mi perro y festejo con ellos la Navidad, pero si deciden rendir a último momento, deben hacerse cargo. Y esto lleva a una crítica, que la cátedra es desorganizada y en realidad no es así: les doy la responsabilidad a los estudiantes. Eso genera en la cátedra donde estoy una discusión con la gente que trabaja conmigo, porque quieren poner el cronograma. El primer año de universidad es difícil para los chicos, implica aprender todo un glosario de lo nuevo, el tema de las correlativas… y se ejerce la politiquería partidaria como en todos lados y les calientan la cabeza. Eso también les digo a mis alumnos: ustedes escuchen todas las campanas, pero tengan opinión propia, si se equivocan es porque eligieron mal y no porque les quemaron la cabeza. ¿Tiene posturas y premisas personales y políticas como banderas? Hay premisas, por ejemplo, un mal estudiante es un mal dirigente político. Les digo a mis alumnos que si viene uno malo a decirles que quiere ser el presidente del Centro de Estudiantes que no lo voten, porque va a ser un mal dirigente político. El que es bueno es que aquel que tiene tiempo para estudiar e insertarse en la comunidad. A los buenos yo los llamo mis hijos políticos. Tengo en un correo personal una frase que me preocupa que se vaya perdiendo. “Sí a la vida”, buscar una solución pero siempre en el decir sí a la vida, no pensar en ninguna opción diferente. También me preocupa el tema del ambiente, en la facultad tengo serios problemas porque reciclo todo y hay personas que se molestan porque les mando notas en papeles reciclados, y también defiendo el “No a las represas”. Tengo mucha discusiones con las personas que están a favor de las represas y mi argumento siempre es que uno debe discutir el modelo que quiere la sociedad y no lo que uno quiere.También trabaja en la Fundación Tupá Rendá, que colabora en la administración de los hogares San José Obrero, María Madre de los Pobres, Padre Mugica y su sede de Santa Ana… En este momento soy la presidente de Tupá Renda, que significa “Morada de Dios”. Es una palabra de terminología mbya, pero no tiene nada que ver con lo religioso, sino que cualquiera sea el pensamiento de Dios que uno tenga en cualquier religión, Dios es inclusivo, nadie queda afuera de ese lugar, así como el sol, que tampoco discrimina, todas las casas son iluminadas. Y la utopía que nos ayuda a caminar es que tengamos una sociedad sin albergues, que estos no sean necesarios. Esta fundación comenzó cuando nos acercamos al hogar de niños Padre Mugica a colaborar con el sacerdote Alberto Barros, pero luego no alcanzaba. Después seguimos con los hogares San José Obrero, María Madre de los Pobres y la sede Santa Ana del Padre Mugica, el primero para hombres, el segundo para las mujeres y los últimos para niños y jóvenes. Yo amo la iglesia.¿Queda tiempo para la familia?Tengo dos hijos, una nena de 32 años, que es psicóloga, y un nene de 27, que se recibió hace poco de arquitecto. Mi hija me dio una lección de vida muy importante, ya que luego de ejercer durante siete años su profesión, dejó todo y empezó de nuevo su vocación, que es diseño textil y tiene su local que se llama “Loca como tu madre” (se ríe sin vueltas). Si yo hubiese seguido la profesión no hubiera aguantado, la docencia me dio mucho. Y mis visitas comunitarias a los abuelitos me dan fortaleza, hay un geriátrico en Villa Lanús, donde visito a los abuelos una vez al mes, antes iba con galleta y dulce, pero ahora ya llevamos vainillas y chupetines. También ropas, bufandas, paseamos con ellos, estamos con ellos, conversamos. También vamos con el grupo Pastoral del Amor al hospital Carrillo, donde les llevamos a las mujeres pinturas de labios, collares, carteras. Y además, una vez al mes vamos a un barrio a compartir un día con la gente y llevamos algunas cosas que necesitan. Esto comenzó en el barrio San Gabriel, donde empezamos a llevar chocolate y facturas, después el párroco de esa zona nos pidió si podíamos ir a La Ripiera. En ese barrio estuvimos tres años, pero ahora estamos yendo en el asentamiento El Piedral, donde la necesidad es grande y ahora estamos juntando para hacer una ermita. Ya tenemos la imagen e incluso un albañil que se ofreció a construirla.¿Tiene modelos de persona que intenta seguir? Yo nací en 1956 en Paraguay y vinimos a Misiones por cuestiones políticas. Mi papá era una persona muy carismática, involucrada con la sociedad, del derecho igualitario de todos los seres humanos, eso lo mamé en mi casa, él siempre decía que hay que hablar menos y hacer más. Él fue un modelo para mí, por ejemplo él juntó a todos los almaceneros cuando la inflación los estaba consumiendo y hacía la compra en conjunto, como si fuera un supermercado: iba a buscar la mercadería y luego la distribuía a todos los minoristas. Cuando le detectaron la diabetes, se sentaba frente a la capillita y medía el azúcar a todos los que venían a la misa, detectando que muchas personas tenían esa enfermedad y los juntó a todos para enseñarles, hablaba con Pami, organizaba para que dieran charlas un podólogo, un nutricionista… así nació el Círculo del Diabéticos. Él se llamaba Enrique Valdéz. Para mi papá la apariencia era todo ostentación y me acuerdo que el doctor Simula, que era el presidente de la Asociación Argentina de Diabéticos, venía a Posadas y papá lo atendía en el almacén con un tereré y hojas de cocú, después se subían a la camioneta e iban a todos lados, llevaban la mercadería al puerto… el doctor Simula lo acompañaba a todos lados. Juntos hicieron un estudio que presentaron al IPS, donde demostraban que les saldría más barato regalar la insulina a los afiliados que enfrentar un coma diabético. De ese estudio hace ya más de 25 años. Mi papá tenía un almacén de ramos generales y había una mujer que venía a aplicarse la insulina en el almacén porque su esposo creía que se drogaba y cada vez que quedaba embarazada mi papá le retaba porque era riesgoso. Y mi mamá tampoco se quedó atrás, yo mamé todo eso desde muy chiquita. Se puede decir que mi mamá, Pomposa María de Valdéz, es como un hito de la Bajada Vieja. Desde que tengo uso de razón mi mamá organiza el Karaí de octubre, al que hay que asistir sólo con plato y cubierto, nada más.





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