CANDELARIA. Francisco cierra los ojos y todavía puede verlo detrás de una pelota, ensimismado. “Jugaba lindo al fútbol, era mediocampista”, recuerda. La memoria no tarda en llevarlo a aquel viaje a Bariloche que compartió junto a él después de un año de buenas notas en la escuela. “Era ejemplar, nos hacía sentir orgullosos como padres”, se apresura en agregar.El hombre sufre bien adentro esas añoranzas, que acaban cuando vuelve a abrir sus ojos humedecidos. Entonces, la realidad vuelve a golpear: Kevin ya no está, pero el fantasma que lo persigue tras la muerte de su hijo es más real que nunca.“Aún tenemos la esperanza de que se haga justicia por Kevin; él no merecía morir así”, subraya Francisco. Habla de su hijo, Kevin Roa, que tenía 12 años cuando un colectivo urbano lo atropelló y mató en la intersección de las calles Mitre y Córdoba de Candelaria, cerca de las 18.20 del 13 de agosto de 2010.Pasaron poco más de tres años y Francisco asegura que el colectivero circulaba a una velocidad superior a la permitida en el lugar y que incluso lo hacía en contramano, como consta en el expediente.Por eso, en diálogo con PRIMERA EDICIÓN, el hombre reiteró una vez su reclamo de justicia y pidió a las autoridades que el conductor de aquella unidad “al menos sea suspendido, porque sabemos que no va a ir preso, pero que al menos reflexione por lo que hizo”.El hijo que ya no estáKevin tenía 12 años y, efectivamente, jugaba al fútbol en el Club Atlético Candelaria. Aquella tarde de viernes, quien sabe, salía con un amigo de 10 años seguramente hacia algún potrero de la zona cuando lo sorprendió la muerte.El hecho sucedió en Mitre y Córdoba alrededor de las 18.20 de aquel viernes. El niño intentaba cruzar la calle cuando fue embestido por el interno 107 de la empresa Nuestra Señora del Rosario, que viajaba hacia el Oeste por Mitre con 15 pasajeros al mando de un conductor de 24 años. Kevin no tuvo chances y murió prácticamente en el acto.En su momento, como lo reflejó este diario, vecinos de la zona se mostraron indignados ante el suceso y resaltaron las altas velocidades que imprimen los ómnibus urbanos en la zona, apañados por la falta de control de las autoridades.“Lo que perseguimos como familia es que se dilucide la responsabilidad del conductor. Yo sé que no va preso, pero que por lo menos que lo suspendan 3, 5 o 7 años, como está establecido en la ley. Y que en ese tiempo reflexione sobre lo que hizo, porque hasta ahora nunca se acercó”, señala Francisco, el papá de Kevin, que paradójicamente lleva 25 años como chofer de ómnibus de larga distancia.Justamente, ese cuarto de siglo de experiencia al frente de un vehículo de transporte le permite refutar el testimonio que el conductor del interno 107 lanzó en su momento ante la Justicia, al asegurar que al momento del hecho viajaba a 20 kilómetros por hora.“Las pericias de planimetría que constan en el expediente confirman que desde que chocó a mi hijo hasta que frenó, el colectivo recorrió unos 25 metros, con una frenada importante incluida. Y yo como conductor sé que si un colectivo va a la velocidad que él dijo, en 4 metros frena. Es apenas un topetazo que le podés pegar a un peatón, pero no la pasás por encima ni dejas el cuerpo a 12 metros del colectivo, ni lo cortás por la mitad, como pasó con mi hijo”, asegura Francisco desde su experiencia.Las pericias agregadas al expediente confirman eso y, además, que la unidad de transporte viajaba en contramano, es decir, por el sector izquierdo de la calzada, en dirección al Oeste.“Venía de contramano y a unos 60 kilómetros por hora, cuando la Ley Nacional de Tránsito establece que un colectivo no debe superar los 30 kilómetros por hora en una calle terrada, como lo era en ese momento la Mitre”, insiste Roa.El caso fue investigado por el Juzgado de Instrucción 2 de Posadas, que consideró suficiente la evidencia para dictarle la falta de mérito al chofer, pero luego de una apelación, el Tribunal Penal 1 de Posadas revocó esa resolución y ordenó que el caso se siga investigando.“Nosotros ahora estamos esperando que el juez César Yaya tome una nueva medida. Lo que pedimos es que se haga justicia por mi hijo, para que el responsable pague por lo que hizo y todo este sufrimiento no lo vuelva a vivir nadie”, enfatizó Francisco.Sobre el final, Roa reconoce que no es fácil vivir con tremenda carga sobre las espaldas y asegura que, pese al tiempo que pasó, todavía extraña a su hijo. “Se lo extraña mucho. Sentimos su ausencia todos los días, hasta cuando se juega un superclásico, porque yo soy hincha de River y él era de Boca. Todavía es muy difícil”, cierra el hombre, mientras sostiene en sus manos una foto. En ella aparece Kevin, con la inocencia a flor de piel y una camiseta de fútbol. En Candelaria, su familia aún lo sigue llorando.




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