POSADAS. Marta Kaczuba vivió la segunda parte de una pesadilla que consideraba acabada. En enero del año pasado una pareja de ladrones la roció con alcohol y amenazó con prenderla fuego viva. Ayer a la madrugada, como si se tratara de la reedición de una película de horror, nuevamente dos ladrones entraron a su casa para torturarla: esta vez, después de maniatarla, le clavaron alfileres en los párpados para evitar que abriera los ojos y los reconociera.El dramático episodio volvió a tener como víctima a la docente de 50 años domiciliada en la calle El Zorro de la chacra 137, al oeste de Posadas, en inmediaciones de Tambor de Tacuarí y Jauretche.Fuentes fidedignas le confiaron ayer a PRIMERA EDICIÓN que dos hombres ingresaron ayer a la madrugada en el inmueble de dos pisos emplazado en una esquina, donde la mujer aparentemente estaba descansando.Los malvivientes no tardaron en interceptar a Kaczuba y, armados, la redujeron y la maniataron de pies y manos. Después, en un accionar despreciable, tomaron dos alfileres y se los clavaron en la parte superior de los párpados, con el objetivo de que no pudiera abrir los ojos para identificarlos.La mujer soportó el tremendo dolor por casi una hora, hasta que los malhechores huyeron de la casa con unos pocos pesos que hallaron en su camino. Recién alrededor de las 4, su hijo de 16 años encontró a la víctima maniatada y torturada. La liberó y juntos fueron hasta la comisaría seccional Séptima a radicar una denuncia.El episodio llama poderosamente la atención, no solamente por el salvajismo con el que actuaron los ladrones, si no también porque Kaczuba ya había sido víctima de otro violento robo a principios del año pasado.Fue alrededor de las 2 del lunes 16 de enero de 2012, cuando un hombre y una mujer llegaron hasta la vivienda portando armas blancas y de fuego.Según le contó a este diario en aquel momento, Kaczuba fue golpeada salvajemente por la mujer, que la amenazaba con un cuchillo, mientras que el joven le apuntaba con un arma de fuego.En aquel robo, los malvivientes le exigían en todo momento una importante suma de dinero que la docente no poseía. Entre lágrimas y mientras seguía siendo golpeada, hasta se ofreció a ir al cajero y retirar todo lo que allí tenía a cambio de que detengan la golpiza.La pareja delictiva recorrió la casa por completo y sólo pudo alzarse con 4 pesos en efectivo. Al ver frustrados sus planes, rociaron con alcohol a Kaczuba y amenazaron con prenderle fuego. El ruido de una motocicleta que pasó por la zona asustó a los ladrones y le salvó la vida a la víctima, que terminó inconsciente y recién despertó por la mañana.Sobre aquel asalto, los investigadores consideraron en su momento que los delincuentes tenían un dato erróneo y que se equivocaron de víctima. No resulta fácil explicar entonces lo que ocurrió ayer, si fue nuevamente un desacierto de los hampones o si simplemente eligieron “al voleo” una casa, con tanta mala suerte que volvió a tocarle a Kaczuba.PRIMERA EDICIÓN regresó ayer al barrio e intentó volver a hablar con la docente, pero según los vecinos, la mujer aún no había regresado del Hospital Madariaga, hasta donde fue trasladada una vez que llegaron las autoridades, en profundo estado de shock.En la manzana “H” y en las aledañas nadie salía del asombro al enterarse de lo que había sucedido por la madrugada. Es que nadie puede creer la saña con la que actuaron los ladrones contra Kaczuba, nuevamente, como hace poco más de un año y medio. “Todos los días, a plena luz delsol, entran a robar en el barrio”Héctor Soto tiene 50 años y hace más de 30 que vive en la chacra 137 de Posadas, delimitada por las avenidas Tambor de Tacuarí, Jauretche, López y Planes y Vivanco.“Acá tenemos guardia privada entre las 22 y las 8. Pero se van y hay un momento, principalmente desde las 8 hasta las 10 o las 11, bajo la luz del sol, todos los días, que entran a robar en el barrio”, le dijo a este diario el propietario de un almacén emplazado en calle 50 y 137, en el corazón del barrio.“Se llevan de todo. Un sillón, una bicicleta y hasta una moto, como el otro día. Por ahí no son robos violentos, pero a todos nos cuesta comprar las cosas”, señaló Soto, quien recordó que un par de meses atrás los vecinos se reunieron para reclamar mayor seguridad en la zona.Al respecto, el comerciante contó que en esa reunión también se requirió la necesidad de profundizar la seguridad sobre la avenida Tambor de Tacuarí, en el tramo comprendido entre Jauretche y Vivanco. “Ahí es imposible caminar de noche o esperar el colectivo, que ya vienen y te roban”, finalizó.El reclamo de Soto, a quien le quisieron entrar a robar dos veces en los últimos tiempos, fue similar al de una vecina cercana a Kaczuba, quien reiteró “que los robos se dan a cualquier hora, casi todos los días”. Lo hizo desde el interior de su casa, totalmente enrejada, y sin ofrecer su identidad por temor a sufrir represalias de los malvivientes que azotan la zona.





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