SAN JOSÉ. La semana pasada, en el marco de la ceremonia protocolar por el 121 aniversario de la refundación de San José, se entregó la distinción Oro Azul a personas de la comunidad. Uno de los homenajeados fue Rito Sosa, de 92 años, quien recibió el reconocimiento por haber ejercido durante cuarenta años el oficio de “urú”, como se denomina al operario encargado de remover constantemente la masa de hojas de yerba mate que se secan en el antiguo sistema de barbacuá. Se trata de uno de los trabajos manuales más duros que se conocen en los rubros de la producción, ya que el urú está constantemente y durante horas expuesto al fuego y las temperaturas por demás elevadas. “Para muchos eso podría ser el mismísimo infierno”, dijo don Rito en diálogo con PRIMERA EDICIÓN al finalizar el acto. “Soy nacido en la localidad correntina de Garruchos, criado en la cuarta sección de Santo Tomé, y me vine a los 22 años para San José buscando algo para hacer, algún trabajo”, contó Sosa, quien una vez afincado en Misiones encontró trabajo en un establecimiento yerbatero. “Primero fui ayudante, hacía varias cosas, después de un tiempo me sumé a trabajar al barbacuá y ahí aprendí el oficio de urú, antes fui guaino, que es el que ayuda al urú, y ese fue mi trabajo durante cuarenta años”, explicó don Rito. El trabajo consistía, contó Rito, básicamente en “hacer el fuego, cargar las hojas en el secadero, vigilar, dar vuelta las hojas para que no se quemen todo el tiempo y cuando estaban secas bajarlas y juntarlas. Éramos cuatro o cinco compañeros que hacíamos eso”.Para este hombre, el urú es un oficio “muy sacrificado, hay que estar al lado del fuego en todo momento, en verano, cuando hace mucho calor, se vuelve muy difícil, y se puede producir muchos accidente, por suerte a mí nunca me pasó nada grave, pero supe de muchos casos de otros urúes. Se podría llegar a trabajar casi quince horas por día o más”. Además de urú, Rito fue domador de caballos, fabricante artesanal de ladrillos y leñador, entre otros oficios. “Tuve diez hijos con mi señora y otros extraviados debe haber (risas)… de salud, pese a mis 92 años, me encuentro bastante bien, me cuesta caminar un poco por una rodilla jodida que tengo desde que me caí del caballo. Pero ando bien para mi edad”, sostuvo Sosa, quien nunca pudo aprender a leer ni escribir. “Dónde me crié no había escuelas cerca y de grande ya nunca estudié porque tenía que trabajar. Lo único que aprendí fue a hacer mi firma, en el cuartel de Curuzú Cuatiá, donde me tocó el servicio militar”. “El trabajo más insalubre del mundo”En 1966, el periodista Rodolfo Walsh recorrió Misiones y terminó plasmando esa experiencia en varias crónicas periodísticas. Una de ellas se tituló “La Argentina ya no toma mate”, y uno de los subtítulos de esa nota es “Urúes y guainos”. En ese texto, Walsh califica al oficio de urú como “el trabajo más insalubre del mundo, y también la cumbre del oficio del peón yerbatero”. Describe Walsh en su crónica: “Arriba, la escena parece arrancada de un sueño. Sobre una altiplanicie de hojas que se pierde en largas penumbras, flotan los vahos blanquecinos de la yerba secada, su perfume bruscamente intolerable. Como sombras de otro mundo armadas de horquillas, se mueven media docena de hombres (…) La temperatura es tan alta que parece imposible aguantar más de unos minutos. Pero, ¿qué quiere decir alta? Lo sabremos en el ‘catre’ -una especie de barbacuá perfeccionado y plano- de la Industrial Paraguaya. Allí el termómetro colocado junto a las bocas de fuego marca inequívocamente: noventa grados centígrados, que significan setenta grados arriba, donde trabajan los secaderos”.





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