OBERÁ. Margarita Boychuk y Raúl Sokalski viven en el municipio de Guaraní, departamento Oberá, y le dedicaron años, días y horas a perros abandonados o maltratados a los que cuidaban y les daban un lugar donde vivir. “Ahora ya no tenemos tantos animales porque desgraciadamente más de 35 murieron producto de una epidemia de moquillo, habíamos entregado un perro en adopción pero cuando el animal se enfermó con moquillo lo largaron cerca de mi casa, nosotros lo recibimos nuevamente y él contagió a los demás. Fue un dolor enorme verlos sufrir y agonizar, había perros enfermos por todos lados y nada pudimos hacer”, contó acongojada Margarita.Aun hoy quedan las secuelas de la enfermedad, “hay varios perros que están tomando medicación y los estamos cuidando mucho. En los días de frío y lluvia como ahora, están todos adentro de nuestra casa, así que estamos bien acompañados. La mayoría de las que nos quedaron son perras, así que para ellas vamos a construirles un espacio más grande en el fondo del terreno, para aislarlas cuando entren en celo y evitar que queden preñadas”, agregó.El panorama es distinto por estos días “me acuerdo lo que gastábamos en alimentos y eran dos horas por día para darles de comer. Ahora tenemos unos veinte perros, todos grandes, no hay cachorritos, así que la bolsa de alimento nos dura tres o cuatro días. Este ahorro nos permite arreglar un poco la casa, de a poquito. Además de los que murieron varios los regalamos a familiares porque sabemos que los van a cuidar bien”.HistoriaEn enero de 2012, PRIMERA EDICIÓN publicó la historia de esta familia compuesta por Raúl, Margarita y unos ochenta perros, un hecho que llamaba la atención de los vecinos. Ellos eligieron compartir sus días con los perros, en los cuales depositaban mucho cariño, cuidados y dinero porque el costo de mantenerlos es alto, invertían unos 3 mil pesos por mes en alimentos ya que consumían una bolsa de veinte kilos por día los más grande y alimento especial para los pequeños.En ese entonces, Margarita contaba que hacía doce años que empezó a juntar perros que estaban enfermos o abandonados y les daba un lugar en su casa, los curaba, compraba cremas y otros medicamentos para que estén bien.Lo máximo que había llegado a tener eran treinta cachorros, pero en ese momento tenía entre setenta y ochenta.“Todo comenzó por la maldad de la gente que abandonaba a sus mascotas y aún hoy lo hacen. Mi casa siempre estuvo llena de perros, por todos lados, duermen en el pasillo, en la cocina o en la habitación. Es un compromiso que tenemos de cuidar a estas mascotas que no las valoran”, explicó.




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