PUERTO IGUAZÚ. Todos coinciden en tres adjetivos que caracterizaban al obispo emérito Joaquín Piña; humilde, justo y comprometido. Ese fue el legado que dejó a los laicos, vecinos y amigos que compartieron su estadía en la Diócesis de Iguazú. A casi una semana de su fallecimiento, los fieles siguen acercándose a la Catedral Virgen del Carmen donde descansa su cuerpo justo antes del altar. Allí le ofrecen su agradecimiento y último adiós.En el caso de José María Godoy, fue Piña quien lo ordenó diácono de la Parroquia San Roque González. “El Obispo Piña fue una gran persona, siempre recorría para ver como vivía cada familia de su diócesis, yo trabajé con él mucho tiempo”, comenzó a relatar. Recordó cómo fue la decisión de que se ordenara diácono. “Veía como yo trabajaba le gustó, muchos años sin reclamar nada ni pedir, entonces me dijo un día, vos ya estás cumpliendo el trabajo de un diácono, te vamos a ordenar, preparate, hablá con tu familia. Y así me ordenaron en el 2005”.Los afectos que cosechó durante su gestión al frente de la Diócesis durante 25 años, fueron tan fuertes que permanecían más allá de la distancia, luego de que se jubilara y se radicara en Posadas. “Varias veces viajamos con mi señora y nos encontramos con él allá”, contó Godoy.Lo recuerda a Piña diciendo que “él amaba la verdad y eso queda en la gente, todo lo que hizo. Él era muy humilde como toda su congregación jesuita”.Otro es el caso de Enrique, quien se acercó a la iglesia convocado por el grupo de jóvenes y organizaban campamentos y retiros para los más chicos. Lo que recuerda del trato de Piña para con los jóvenes, es que “siempre sus mensajes eran sabios. Muchos jóvenes que estuvieron trabajando con él, hoy catequistas o con familias formadas, crecieron con esa entrega”.Además, comentó que “lo que siempre me impactó de él es lo de la entrega. No medía esfuerzos para hacer las cosas y rescataba que el amor es necesario para hacer cada cosa y en lo que uno cree que es bueno y correcto, así se superan todos los problemas”.La frase del obispo emérito que quedó grabada en la memoria de Enrique es el que bregaba por “siempre con un oído puesto en el evangelio y otro en el pueblo”. Así impartía Piña su compromiso social tan conocido por su gente.El miércoles pasado comenzó el rezo por nueve días en la memoria del obispo emérito, donde se convocan sus fieles a orar por su alma, desde las 19 en la Catedral, donde descansan sus restos mortales.Palabras de despedida“Has dejado esta vida consciente de que has servido a los más pobres y necesitados haciéndote con ellos una sola cosa y has llevado esto en tu vida de tal forma, que te confundías con las situaciones de mayor compromiso temporal y espiritual, un compromiso que no conoció cansancio y desvelos”, mencionó el obispo Marcelo Martorell durante las palabras que ofreció en ocasión del sepelio de Monseñor Piña el martes 9 de julio en la Catedral Virgen del Carmen.Los fieles también le agradecen a Piña la creación del Santuario Santa María del Yguazú, construido en el seno de la naturaleza porque allí fue encontrado la imagen de la virgen tallada en un árbol. Fue también allí donde Piña se ordenó Obispo de la Diócesis de Iguazú. Sobre ese lugar Gladys contó que “el santuario es un lugar de una naturaleza especial para un encuentro con Dios y donde he recibido muchos milagros con nuestra mamacita”.De esa manera, muchos son los agradecidos por sus enseñanzas y sobre todo su ejemplo, lo cual resaltan como una gran virtud. También ese es el caso de María Galeano, una servidora de la iglesia que se encontraba con Monseñor Piña en cada situación solidaria.Una de las anécdotas que recuerda María para reflejar la humildad de Piña es “cuando estaba cuidando a los abuelitos Allou, que a veces estaban solos, llega Piña, porque él llegaba a los lugares así sin avisar, y justo les había hecho el té a los viejitos y le ofrezco uno a él y me dice no, deje que yo preparo el té. Siempre tuvo esa humildad y apertura con la gente”.María sostiene como muchos otros católicos que “nunca lo vamos a olvidar. Ha sido muy importante para los fieles, no sé si habrá otro sacerdote que se detenga en tantos detalles con nosotros”.Monseñor Piña eligió que su morada eterna quede en la localidad que lo siguió por más de 25 años. El altar de la Catedral se va convirtiendo en un santuario de los seguidores del Obispo que más caminó por los barrios y se comprometió con el pueblo misionero.





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