CLEVELAND, Estados Unidos (Agencias y diarios digitales). Los parientes de Ariel Castro, el hombre acusado por haber secuestrado y violado a tres jóvenes durante cerca de diez años en Cleveland comienzan ahora a describir las escenas de horror que les hizo protagonizar cuando nadie se imaginaba de lo que era capaz. Una de sus hijas, Angie Gregg Castro, prometió que “no habrá visitas ni llamadas telefónicas”. “Nunca puede ser mi papá otra vez. No tengo simpatía por ese hombre”, dijo Angie sobre su padre, alguien que siempre había considerado como “amable, cuidadoso y cariñoso”. A la luz de lo que se descubrió días atrás, el juicio cambió y el que se definió a sí mismo como un “depredador sexual” ahora “está muerto” para su hija, que no lo quiere volver a ver nunca más. “Me pregunto todo este tiempo cómo pudo ser tan bueno con nosotros pero alejó a esas jóvenes mujeres, niñas, los bebés de otros, de sus familias y por años nunca se sintió lo suficientemente culpable como para dejar todo y liberarlas”, confesó la joven a la CNN, quien además definió a su progenitor como el “criminal más malo, vil y demoníaco”.Esta imagen de monstruo que la joven evocó para su padre tiene algún punto de anclaje en el pasado. Angie recordó que golpeaba a su madre, Grimilda Figueroa, a la que acusaba de perder el tiempo con los vecinos. “Cuando mamá y papá peleaban, era como querer que me tragara la tierra”, dijo. “Lo vi golpeándola como si ella fuera un hombre”.Los parientes de la mujer, aún con menos cariño hacia el hombre, catalogaron a Castro como un “monstruo” que abusaba de su esposa, la tiró desde la parte superior de unas escaleras, le quebró la nariz y le dislocó un hombro, entre otras lesiones. Su hermana Elida dijo que Castro una vez empujó a su mujer dentro de una caja de cartón y cerró las tapas. “Le dijo: ‘¡Te quedas allí hasta que yo te diga!’’’, relató la hermana, que lloraba al recordar el tormento.




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