POSADAS. Con la brillante actuación de Soledad Silveyra, de María Valenzuela y gran elenco, la comedia “Humores que matan”, de Woody Allen, pasó por esta capital y cosechó risas, carcajadas y aplausos, el jueves, en el auditórium del Instituto Montoya. A sala llena, pasadas las 21.30, “Solita” Silveyra apareció en escena y desató el afectuoso aplauso de la platea. A partir de ese momento en una original escenografía de un departamento situado en el corazón de Manhattan, Silveyra se puso en la piel de una alterada psiquiatra y comenzó a desandar una historia donde la infidelidad fue dejando al desnudo la crisis de dos parejas y la traición entre dos amigas. La ironía se codea con lo absurdo en esta comedia que cuenta con un texto exquisito de Woody Allen (en versión de Fernando Masllorens y Federico González Del Pino) al que la impronta de sus protagonistas lo vuelve aún más chispeante. Así, a lo largo de casi una hora y media, los personajes fueron pasando, en tiempo real, por distintos estados, desde la irá a la burla, y desde el enojo y la envidia a develar secretos de unos y otros, que por años estuvieron sepultados. Asimismo, los bocadillos de humor se fueron sucediendo en el escenario mientras las risas de las señoras y señores irrumpían y se multiplicaban en los distintos puntos de la sala. En algún lugar del Central Park West, en Nueva York, mientras Philis (Silveyra) ahogaba sus penas con varias dosis de vodka, Carol (María Valenzuela), la mejor amiga de esta exitosa psiquiatra llegó a su departamento luego de recibir un mensaje desesperado en el teléfono. Luego de un rato de resistirse a contar lo que le sucedió, Philis le reveló a Carol, su mejor amiga, lo que ésta en verdad hace tiempo esperaba escuchar: “Sam me dejó”.Fue allí que la psiquiatra comenzó a relatar los problemas de comunicación que tenía con su esposo. “Eramos dos personas que hablábamos al mismo tiempo”, “De hecho hablaba yo… en mi vida escuché a Sam”, confesó Philis y a modo de ejemplo contó que cuando él le planteó dejarla ella le dijo “¿Y si ampliamos la casa de la playa…?”, entonces, Sam (Edgardo Moreira) disparó “Quiero el divorcio” y ella le respondió “podemos poner un gran ventanal…”, en fin fue recién cuando Sam le reveló “Me enamoré de otra mujer” que Philis cayó en la cuenta de la situación… y Sam ya se había ido. Inmediatamente, comenzaron a encadenarse sucesos como que Philis descubrió que su mejor amiga, Carol, era la amante de Sam, y que a su vez engañaba a su esposo Howard (interpretado maravillosamente por Gonzalo Urtizberea). En medio de una acalorada discusión, llena de ironías, Howard, un ciclotímico que integraba una comisión que incentivaba al suicidio, llega al departamento y Philis le revela que Carol le era infiel. Entre idas y vueltas, fueron saliendo todos los trapitos al sol propio de las parejas en crisis como la falta de atención, la frustración, la falta de diálogo, y en el caso de Philip, el “sexo inexistente” con Sam, para quien sí existía sexo con todas las amigas de esta psiquiatra. Lo cierto es que cuado llega Sam y Carol se tira a sus brazos para irse juntos a Londres, este casanova le revela que no era de ella que estaba enamorado sino de una joven de 21 años (Juana Schindler). La chica resultó ser la ex paciente de Philis. Cuando todo parecía que iba a ser un final feliz para Sam, que quería casarse con la chica, la ex paciente de Philis (Silveyra) sufrió un brote psicótico y lo dejó “en pampa y la vida”, reanudando su terapia con su psiquiatra. Después de todo el escándalo, la cosa quedó como si nada hubiera pasado y es que al decir de Carol (Valenzuela)-en un momento de la obra-: “ Somos seres humanos, cometemos errores, a veces somos patéticos… pero no somos malos”.





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