POSADAS. Las horas pasan y en cada una trasciende un dato más atroz que el anterior sobre el terrible homicidio de Lucía Maidana (24), estudiante de Comunicación Social y que también cursaba la carrera de Gastronomía en el Iset. La joven, oriunda de Capioví, tenía rastros de al menos cinco golpes en el cráneo, todos igualmente mortales, pero murió asfixiada por el humo del incendio que provocó el asesino para quemar la casa y borrar todo tipo de evidencias. El equipo médico forense confirmó ayer que la víctima fue abusada sexualmente, vía anal, y que se hallaron muestras de semen en ella. El dato es significativo, porque es muy posible que la Justicia pueda tener el patrón genético del asesino para cotejarlo con un sospechoso en caso de darse la oportunidad.En otras palabras, para los investigadores, el atacante golpeó con saña a la estudiante hasta desmayarla, la violó y luego intentó quemarla viva, para borrar evidencias y, sobre todo, ocultar el abuso sexual.En materia penal, esta situación podría configurar la calificación de “homicidio criminis causa”, aquel que se comete para ocultar un delito anterior y que el Código Penal castiga con prisión perpetua.Es posible que el incendio de la habitación hubiera alcanzado a encubrir la violación, porque un cuerpo calcinado no deja evidencias, pero una autopsia bien hecha hubiese descubierto, indubitablemente, la comisión de un homicidio. Por una sencilla razón: a la víctima le destrozaron el cráneo y una lesión ósea de esa magnitud es fácilmente detectable para un equipo forense idóneo.Las horas transcurren y en simultáneo se afianza la teoría de un crimen de índole sexual. Dicho de otro modo, a Lucía no la mataron para robarle, pese a que los investigadores buscan una notebook que no aparece; la violaron y luego asesinaron para ocultar el abuso sexual.Al menos esta es la teoría de mayor sustento entre los detectives.El intento de quemar todo fue con la intención de ocultar el verdadero móvil del homicidio.En el monoambiente hubo dos focos de incendio, que no pasó a mayores por impericia del criminal: en una de las camas y en el interior de un ropero.Si bien el fuego no arrasó con la construcción, afectó gran parte del cuerpo de la víctima y probablemente borró huellas importantes.Por ejemplo, las manos estaban calcinadas, haciendo imposible el levantamiento de restos de piel, en caso de que la víctima se hubiera defendido y arañado al agresor.Por ahora, los investigadores buscan pistas en el entorno cercano de la joven de 24 años. Creen que el asesino la conocía y aprovechó esa circunstancia para sorprenderla. El primer mazazo en la cabeza habría sepultado cualquier intento de reacción.





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