POSADAS. Productores misioneros plantan cada vez más soja como una alternativa económica para sacarle ganancias a sus chacras. Más del 90% se vende a Brasil, de contrabando, por los diversos pasos fronterizos que van desde El Soberbio hasta Andresito, pasando por San Pedro e Irigoyen, indicaron fuentes que conocen de cerca la actividad. El resto, casi todo se usa como suplemento alimentario para el ganado.Precisamente, en las próximas semanas comenzarán los preparativos para la época de cosecha y comercialización, que se da aproximadamente en mayo, aunque algunos avezados cosechan dos veces al año.La buena rentabilidad de este producto llevó a decenas de colonos, hace algunos años, a destinarle una porción de sus chacras, al principio a modo experimental. Si bien no reciben el mismo precio que los productores de la Pampa Húmeda -que cobran a precio internacional en dólares-, obtienen ingresos considerables, mejores que otras producciones que les exige más trabajo, tiempo y dinero. Hay algo que deja en claro que su producción conviene: cada vez hay más productores, más hectáreas y mayor producción en toneladas por año.Pero al igual que ocurre con otros productos, sólo puede realizarse a pequeña escala, con lo cual se pone en duda su conveniencia para la provincia. El gobierno de Closs se opone a su plantación intensiva y no habilita programas de apoyo a este sector, porque implicaría desplazar a la población, tumbar hectáreas de bosque y utilizar grandes cantidades de agroquímicos.Igualmente, pese a la indiferencia oficial, en los últimos cinco años se triplicó la producción en la provincia. Principalmente de la mano de brasileños radicados o descendientes de brasileños, que trabajan en la costa del río Uruguay con una lógica diferente, superponiendo el beneficio económico y el progreso sobre el impacto ambiental y social.Según estimaciones no oficiales de funcionarios del Ministerio del Agro, son cerca de mil los productores que se dedican a la soja, en un total de unas 3.000 hectáreas de chacras dispersas entre la costa del Uruguay y Andresito. Los cálculos se aproximan a 8.000 toneladas de producción en el último año. Colonia Aurora sería el núcleo principal y desde ahí se expande por kilómetros de la ruta 221. En El Soberbio también se planta mucho en las proximidades a los Saltos del Moconá. Más al norte, San Antonio tiene numerosos colonos que se dedican a esta producción, la mayoría en parajes de la ruta 101.Y Andresito cuenta con un pequeño núcleo de unos 40 productores, algunos de los cuales comercializan a la cooperativa local que produce alimento para ganado, pero la mayoría lo vende a Brasil.Para tener una dimensión de su crecimiento puede compararse con la caña de azúcar, que tuvo decenas de millones de pesos de incentivo en la última década y su expansión en hectáreas apenas llega a 1.500, la mitad de lo plantado en soja.El 90% aproximadamente de lo que se produce se cruza a Brasil de contrabando por pasos fronterizos no habilitados, según fuentes vinculadas a esta actividad.Los informantes indicaron que la bolsa de 100 kilos se comercializa a entre 50 y 60 reales del otro lado de la frontera, alrededor de 130 pesos. Quiere decir que la tonelada alcanza unos 1.300 pesos. Los cálculos permiten especular ganancias de entre diez y quince millones de pesos por cosecha.PRIMERA EDICIÓN intentó dialogar con algunos productores pero sólo accedieron a brindar algunos datos sin detalles, por temor a que la AFIP o Rentas le “pinche” el negocio.Los intendentes, al igual que el Gobierno provincial, no impulsan su producción ni habilitan ayuda a estos sectores, pero tampoco se oponen ni traban el desarrollo ya que representa una buena cantidad de dinero que ingresa a las comunas y se queda entre los productores.El año pasado se observaba entre 10 y 20 camiones, con capacidad de 20 mil kilos cada uno, dirigiéndose a la costa de El Soberbio. Dos peones de la zona que se emplearon como embolsadores de soja, contaron que en temporada de cosecha había aproximadamente 40 personas trabajando en forma permanente en inmediaciones del puerto de esta ciudad, 20 de cada lado del río. Los camiones llegaban cargados, lo peones embolsaban la soja y la cargaban en canoas que trasladaban la carga al otro lado. Por esta “changa” les pagaban 150 pesos por camión.El accidente que sufrió un camión, que se quedó sin frenos y colisionó en pleno centro de El Soberbio alertó a los “sabuesos” de la Aduana que pusieron más atención en este punto geográfico; por lo cual, desde este año el principal punto de cruce se trasladó a una zona cercana al Puerto de Alba Posse, según constataron las fuentes.La región de Andresito e Irigoyen son otros puntos de frontera muy permeable y vulnerable que facilita el contrabando de este producto.Otra de las características que se constató en algunos puntos de la provincia es el arrendamiento de tierras, propio de la Pampa Húmeda donde se realiza en grandes extensiones, aunque los márgenes de ganancia se reducen considerablemente a pequeña escala y no es tan conveniente. El 80% de lo que se produce es transgénica, quiere decir que utiliza agroquímico que impactan en el ambiente, que soporta más las inclemencias climáticas y obtiene casi el doble de producción por hectárea que la soja orgánica.Un solo productor de Aurora, que tiene más de 200 hectáreas, incluso llegó a recibir el asesoramiento y apoyo de técnicos de Brasil que vinieron en varias oportunidades a supervisar su producción y sugerir técnicas operativas de aquel país. Con estos mecanismos, obtuvo más de tres toneladas y media por hectárea, mientras que el resto de los productores de zona logra un promedio de dos toneladas y media.Sobre esta producción, el presidente del IFAI, Ricardo Maciel, dijo que “no tengo relevamiento de productores ni hectáreas pero veo muy difícil que crezca mucho como oportunidad de negocios”.“Roguemos que no vengan los grandes pooles de siembra porque requieren mucha superficie, obligan al desplazamiento de la gente de la chacra y utilizan grandes cantidades de agroquímicos”, indicó.Maciel agregó que “nosotros pregonamos una agricultura con productores, cosa que la soja no permite. Con la soja se gana dinero bajo sistemas de grandes superficies y paquetes tecnológicos, pero mientras sea una oportunidad de negocios con los precios internacionales. Cuando deje de ser negocio estas empresas se retiran y no dejan nada, el lugar queda vacío, no queda nada”.Por último explicó “nuestro modelo no tiene lógica de exportación de alimentos, no podemos pensar en alimentar al mundo si no tenemos asegurado lo propio&rdquo
;.Gestiones para exportarBruno Beck, intendente de Andresito, consultado sobre el tema señaló a PRIMERA EDICIÓN que hay un grupo permanente de productores que se dedica a este cultivo en su localidad; que realizó gestiones para exportar legalmente a Brasil, pero que ante el fracaso, lo comercializa a una cooperativa local. Aunque Beck no lo admitió públicamente, más de la mitad se vende al Brasil, sólo una pequeña porción se hace alimento balanceado.Consultado por las gestiones que se realizaron el año pasado para exportar legalmente a Brasil dijo que “no tuvimos respuesta, no nos respondieron ese pedido”.Debido al crecimiento de la producción y contrabando “vox pópuli” en la costa del Uruguay, un grupo de dirigentes agrarios, productores, cooperativas e intendentes se reunió el año pasado para solicitar a la Nación la posibilidad de generar un régimen especial de exportaciones hacia el Brasil.En otras palabras, se pretendía no pagar retenciones o pagar mucho menos de lo que tributan en el resto del país. La Nación no respondió el pedido, que además de soja incluía al maíz, también con altos precios internacionales.Del pedido participaron los intendentes de San Antonio, Leonardo Benítez; de Bernardo de Irigoyen, Edgardo Aquino; de Andresito, Bruno Beck, y de San Pedro, Miguel Ángel Benítez; varias cooperativas y el ministro del Agro, Néstor Ortega.La senadora Sandra Giménez fue quien se comprometió a llevar la solicitud a la Nación. “Sabemos que muchos productores venden sus productos a Brasil, aprovechando la fragilidad de la frontera seca. Es una venta informal que genera una importante divisa pero que queda del otro lado del límite”, dijo Leonardo Figuero, presidente de la Cooperativa San Martín, que administra los silos en Bernardo de Irigoyen, en aquella oportunidad.El dirigente sostuvo que la venta por fuera del control aduanero es un hecho histórico, pero se acentuó en los últimos años como consecuencia de las altas retenciones que se aplican a las exportaciones.Actualmente, en la cuenca granera existen numerosos silos que acopian la producción de la zona.Ortega se sinceró entonces y dijo que “no se puede desconocer la realidad. Sabemos que la soja y el maíz que se produce en esta cuenca no se venden en Misiones ni tanpoco van al Puerto de Rosario. Es evidente que se va a Brasil sin pasar por la Aduana”. Cuestión de preciosEn los últimos años la soja tuvo un valor internacional de unos 500 dólares la tonelada, al cambio oficial significan unos 2.500 pesos. Pero, para exportar a estos valores, los productores deben estar inscriptos en AFIP, pagar un promedio de 35% de retenciones, impuesto a las Ganancias, entre otros compromisos que no merecen la pena por pequeñas cantidades.Los productores o empresas brasileñas que compran la cosecha de Misiones luego la exportan como propia a los principales destinos de Europa.Argentina y Brasil figuran entre los más grandes productores y exportadores de soja del mundo.La soja que se vende de Misiones a Brasil obtiene precios entre mil y 1.500 pesos por tonelada, lo cual representa aproximadamente la mitad de lo que ganan los grandes sojeros pampeanos, pero libre de retenciones y otros impuestos, lo cual lo convierte en una alternativa a tener en cuenta. Por qué la soja tiene un escenario adverso Algunos ingenieros agrónomos consultados dieron su punto de vista sobre un escenario negativo para producir soja a gran escala en Misiones. En principio, uno de ellos opinó que la productividad de la tierra misionera es muy inferior a la de la Pampa Húmeda, lo cual dejaría un margen de ganancia inferior.Por otra parte, los principales problemas se encontrarían en las características de las chacras y la topografía de terreno.De acuerdo a datos de los últimos censos, la extensión promedio que tienen las chacras de los productores misioneros asciende a unas 74 hectáreas por productor, una de las dimensiones más chicas del país, a diferencia por ejemplo de los chacareros de Santa Fe que cuentan con propiedades en promedio de 400 hectáreas cada una.La soja se planta en extensiones que en general superan las 200 hectáreas para obtener rendimientos razonables, y lograr los requisitos administrativos para exportar. En dimensiones menores, los riesgos son altos y las ganancias relativas.Quiere decir que los chacareros con 74 hectáreas no ganarían lo suficiente o deberían ser desplazados a las ciudades para dar ingreso a los grandes pooles de siembra. El despoblamiento rural es algo que el gobierno provincial intenta evitar hace tiempo, con dudosos resultados; mucho menos querría entonces apoyar una producción que promueva la migración.EscalaLos cultivos industriales de exportación (a excepción del tabaco) no se ajustan a las posibilidades de escala de los pequeños productores misioneros, es por ello que no ganan más terreno.Asimismo, la soja necesita terrenos llanos, para facilitar la cosecha mecanizada, cuestión que en Misiones se dificulta teniendo en cuenta las sierras centrales, las quebradas y los cerros que se reparten por toda la geografía.Pero ello abre varias oportunidades a la provincia de Misiones, una de ellas es la ganadería, que se ha trasladado hacia el noreste del país debido a la creciente presencia de soja en la zona de la Pampa. Otras son las producciones alternativas de alimento, que pierden terreno en la Pampa y se dejan de producir, abriendo a Misiones una oportunidad en el caso que intensifique esas alternativas.Asimismo, hay aspectos ambientales y sociales a tener en cuenta. Estas grandes extensiones de soja ocupan poca mano de obra y cuentan con técnicas mecanizadas de cosecha, algo que empeoraría los índices laborales de las chacras misioneras.Por otra parte en las zonas productoras el negocio de la soja estimuló el avance de las fronteras productivas sobre regiones hasta entonces relativamente vírgenes. Un claro ejemplo es Salta, que tiene una vegetación y geografía muy parecida a misionera, donde la tasa de deforestación es la más alta del país y en los últimos 30 años se talaron para uso agrícola 600.000 hectáreas de bosques nativos de quebracho, palo santo, duraznillos y otras especies nativas, debido a la bonanza sojera que aceleró el proceso.Con la soja transgénica se presenta el problema de los agroquímicos, cuyo uso se duplicó en los últimos años y podría arrojar consecuencias a las napas de agua, afectando a las poblaciones y la ganadería de la zona.





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