Hoy, 27 de diciembre de 2025, el calendario marca una cifra que para la cultura iberoamericana es mucho más que un número: Joan Manuel Serrat cumple 82 años. Y aunque hace tres que el “Noi del Poble-sec” decidió bajar el telón de los escenarios con aquella histórica gira “El vicio de cantar”, su presencia en el ecosistema emocional de España y América Latina parece ser hoy más robusta que nunca.
Serrat no solo es un músico que sobrevive al paso del tiempo; es el hombre que le puso banda sonora a la transición española, a los exilios, a los amores de juventud y a la resistencia democrática.
Este 82º aniversario no encuentra a un Serrat recluido en el silencio. Al contrario, el 2025 ha sido un año de homenajes institucionales que confirman que su obra ya pertenece al patrimonio universal. Hace apenas unos meses, la Asociación de Editores de Madrid le otorgaba el Premio Antonio de Sancha 2025, reconociendo su labor titánica en la difusión de la poesía.
Serrat hizo por Antonio Machado, Miguel Hernández y León Felipe lo que ninguna cátedra universitaria logró: los llevó a las tabernas, a los coches, a las cocinas y a las plazas de toros, convirtiendo versos de papel en himnos populares.
Asimismo, su paso por la Caja de las Letras del Instituto Cervantes en abril de este año dejó un vacío físico pero un rastro eterno, al depositar un legado secreto que solo se abrirá cuando el tiempo lo decida. Estos gestos no son solo actos de cortesía institucional; son la certificación de que Serrat es, ante todo, un hombre de palabras.
Del Poble-sec a la eternidad
Hijo de un anarquista catalán y una costurera aragonesa, Serrat nació el 27 de diciembre de 1943, en la posguerra de una Barcelona gris. Esa mezcla de sangres y lenguas (el catalán de la calle y el castellano de su madre) configuró su identidad bilingüe, la misma que en 1968 le costó el veto en el Festival de Eurovisión. Su negativa a cantar “La, la, la” si no podía hacerlo en catalán no fue un capricho nacionalista, sino un acto de coherencia ética que definió su carrera: Serrat nunca transigió con el poder si eso implicaba traicionar su lengua o sus raíces.
Aquel episodio le cerró las puertas de la televisión franquista, pero le abrió de par en par las ventanas de la libertad. Se exilió en México en los años 70 tras criticar las ejecuciones del régimen, y fue allí donde su romance con América Latina se selló con fuego. Desde el Cono Sur hasta el Caribe, Serrat fue adoptado como un hijo propio. Sus canciones fueron refugio durante las dictaduras militares, y su voz, un consuelo para quienes soñaban con la vuelta de la democracia.
La arquitectura de un cancionero perfecto
Hablar de Serrat a los 82 años es hablar de una discografía que roza la perfección artesanal. En 1971, lanzó Mediterráneo, un disco que la crítica y el público siguen votando sistemáticamente como el mejor álbum de la historia de la música española. Pero su genio no se detiene en esa orilla. Serrat ha navegado por el tango, la copla, el folklore catalán y el pop, siempre con una elegancia que elude la cursilería.
Temas como “Lucía”, “Aquellas pequeñas cosas” o “Para la libertad” son hoy estándares culturales. Su capacidad para observar lo cotidiano -el niño que se hace hombre, el viejo que mira el mar, la mujer que espera en la estación de un pueblo- lo sitúa en la estirpe de los grandes cronistas sociales.
Serrat no canta sobre héroes, canta sobre “la gente común”, elevando sus penas y alegrías a la categoría de épica.
El retiro que no fue silencio
Cuando en diciembre de 2022 se despidió en el Palau Sant Jordi, muchos temieron que Serrat desapareciera de la vida pública. Sin embargo, este 2025 nos ha mostrado a un Joan Manuel lúcido, comprometido y presente. Lo hemos visto recibir la Medalla de Oro de la Generalitat y el IX Premio de Cultura de la Universidad de Sevilla, siempre con un discurso cargado de humildad y una ironía fina que el tiempo no ha desgastado.
En sus recientes apariciones, ha defendido la necesidad de la palabra frente al ruido de las redes sociales, y la importancia de la memoria frente al olvido programado. “Me retiré de los escenarios, no de la vida”, suele decir.
A sus 82 años, Joan Manuel Serrat es el “Nano” de todos. Es el artista que logró unir las dos Españas a través de la sensibilidad, y el puente más sólido que jamás se haya tendido entre la Península y el continente americano.
(Para la elaboración de esta reseña se utilizó la Inteligencia Artificial de Gemini)







