Ireneo Schulz, productor del Valle del Cuña Pirú, se adjudicó el primer premio en las variedades Olimpia y Lara, durante la primera noche de la Fiesta Provincial de la Sandía, que culminó el domingo en el Camping Salto Cuña Pirú, de la localidad de Ruiz de Montoya. Se mostró “contentísimo” con su producción y con el galardón que dedicó “a mi familia, a todos los productores y a quienes nos visitan año a año y adquieren nuestro producto”.
Contó que la premiación se realiza durante la inauguración de la fiesta. “La gente siempre se muestra curiosa por el peso de la sandía, especula con cuál será la campeona. La mira, la levanta, prueba el peso y arma un show alrededor”, agregó quien recibe el apoyo constante de su esposa Eva Dos Santos e hijas: Stefy, Virginia y Verónica.
Aseguró que “no pesamos antes, entonces se genera la expectativa. Cada productor exponía su sandía. Podía presentar una ovalada, una redonda y una rayada. Una de las mías tuvo 22,670 y la redonda 18,640. Gané por 40 gramos a la del segundo premio. Me llevo una pulverizadora por cada fruta, que me viene bien para la chacra o a alguien que necesite una máquina”, manifestó quien cultiva desde los 21 años y comenzó junto a sus hermanos Alcides y Albino.
Al referirse a sus inicios, contó que después de trabajar en otras chacras desde los quince años, como lo hicieron sus hermanos, entre todos reunieron 140 mil australes, el dinero necesario para comprar una chacra de quince hectáreas. “Empezamos a trabajar la tierra y a plantar ramas de mandioca y maíz, que era a lo que estábamos acostumbrados. La sandía que se plantaba era para el consumo de la casa”, contó. Unos vecinos le acercaron una bolsita con semillas y los invitaron a sembrar. En la mañana del 22 de agosto de 1990, se concretó la plantación. “Como hacía más frío que ahora, costó salir, pero nació pareja. Era la correntina, que dejamos de plantar porque es muy grande e incómoda para manipular. A mediados de diciembre, un vecino nos avisó que ya estaba madurando, y no supimos qué hacer con ese cuarto de hectárea cubierto de frutas”, acotó.
Decidieron salir a vender al costado de la ruta provincial 7 aunque en 1990 pasaba un auto cada tres minutos y para llegar hasta el asfalto, el camino no era sencillo, había que pasar un bañado donde “los bueyes que tiraban del carro tocaban la panza en el barro”. Se propusieron hacer la prueba. Buscaron los bueyes, le pusieron la canga y los engancharon a la carreta de un eje sobre la que cargaron 23 frutas.
“Antes de llegar, escuchamos que venía un auto. Mi hermano dijo: ‘Agarrá una sandía y salí corriendo’. Cuando llegué al asfalto, pasó una camioneta, le hice señas y paró. Dio macho atrás y le dije que estábamos vendiendo. El hombre compró y mientras charlaba, apareció el carro con la carga y ya paró otro y otro. A las 11 terminó de vender porque, quizás, era muy barato. Fuimos a buscar más. Como con un carro no podíamos abastecer lo suficiente, alquilamos uno más y realizamos varios viajes. Con esa cosecha compramos una camioneta V8 modelo 66. Y seguimos plantando sandía todos los años, hasta ahora”, celebró.
Después comenzaron con la fiesta, que por años se hizo en El Parador, gracias a la donación de tierra que hizo un vecino de apellido Schweri. “Así arrancó todo, fue un boom y hoy vamos por la decimoquinta edición”, resumió Schulz.






