María Angélica Sagarra (58) salió de viaje hace más de tres años y medio y, hace unos meses, al ingresar a suelo misionero, la camioneta en la que se movilizaba junto a Eva, su perra y compañera de travesía, “dijo basta”. A los vecinos del barrio Primera Junta, situado frente al Cristo Rey, llamó la atención el vehículo con patente uruguaya con la inscripción “Simurg de viaje”-criatura voladora de carácter mítico y benevolente perteneciente a la mitología irania-, que abarca buena parte de la carrocería, estacionado sobre calle Alemania.
La curiosidad primaria se transformó en poco tiempo en sincera amistad, al punto que Sagarra aseguró que “se está muy bien acá, estoy como en casa”, mientras espera, mediante la venta de las artesanías que confecciona, poder reunir el dinero para afrontar los costos que demandará rectificar el motor del utilitario de marca china y poder seguir viaje.
“Venimos de un viaje por Paraguay, que fue hermosísimo y, en realidad, teníamos que habernos quedado allá para hacer los arreglos, porque resultan más económicos, pero la persona que me envió el dinero del alquiler, que es como un sostén, se equivocó y mandó a Argentina. Como no conocía a nadie, tenía que ver quién me podía ayudar, y ahí empezó toda mi historia en Posadas”, contó esta profesora de educación especial nacida en Buenos Aires, criada en Córdoba y residente en Montevideo, Uruguay.
Los primeros días permaneció en el centro de la ciudad, después se mudó a la costanera para estar más cerca de la feria. “Tras algunas peripecias y como la camioneta seguía sin arrancar, nos trajeron para acá y estamos como en casa por la buena predisposición de los pobladores”, dijo al tiempo que confió que “no soy de las personas que sabe pedir o solicitar ayuda a los demás. Siempre resolví los temas sola”.
Explicó que, como viajero, se vive “muy al día, te acostumbrás a tener pocas necesidades, todo es muy simple. En lo económico, de una u otra manera uno sale, pero como hay un arreglo más importante para hacer, voy sacando, reservando lo que puedo. Esta es una cuestión de espera, voy esperando contar con el extra para poder solucionar las cosas. Mientras tanto, disfruto de este lugar, porque Posadas es hermosa. Fue una gran sorpresa, sobre todo, la calidez de la gente”, que siempre le ofrece algo de comer, le deja empanadas o pan casero, y le entrega regalos por el camino.
“Dormimos en la camioneta y todo lo demás lo vas acomodando. Siempre encuentro alguna estación de servicio con ducha, me voy relajando porque no es lo mismo estar viviendo en una ciudad capital que andar entre la tierra, como nos sucedió en Paraguay”, acotó la docente, que también desarrolló la veta artística a través de la danza, la música, el canto, la escritura y el tejido “que es mi fuerte”.
Admitió que conduce despacio y se detiene con frecuencia porque “no me gusta manejar cansada ni de noche”. La travesía que emprendió abarcó la costa peruana de sur a norte hasta que “pegamos la vuelta por Bolivia. Mi idea era seguir a Ecuador, Colombia, la selva peruana, pero falleció mi mamá, y decidí volver. Quería estar con mi hijo, con mi familia, era mi necesidad”.
“Perú es, por lo menos de ese lado, un desierto mineral, una cosa desoladora, sin vegetación, sin animales, playas preciosas con mar contaminado. Fue una cosa muy terrible, que no esperaba ver. Me decían, tenés que llegar a la selva porque cambia todo cerca del Amazonas, pero tuve que pegar la vuelta”, lamentó.

Su admiración por Quiroga y su interés por las piedras
El propósito de Sagarra era continuar viaje “como estamos, pero no es lo que aconsejan. Con el calor, el auto arranca, pero el motor no tiene fuerza. Tienen que hacer una rectificación, que será de manera artesanal para abaratar costos, pero para mí representa mucho”, señaló. Iba hacia el norte, quiere llegar a Wanda, que es “como mi sueño de toda la vida, porque están las piedras preciosas y tengo amor por las piedras”. Pero, además, otra cosa que la liga a Misiones es Horacio Quiroga, “a quien admiro muchísimo y supe que su casa está en San Ignacio”. Después la gente va indicando: “No te pierdas, no dejes de ir acá, no pases por este lugar sin entrar, fíjate esto, lo otro. Voy conociendo gente, cultivé amistades por las que me va a costar irme, uno anda muy de paso en la vida y crea afectos, pero nunca tanto como para que tengas un vínculo y te cueste horrores. Acá pasaron meses y yo soy muy sociable”.
Salió de viaje hace más de tres años y medio tras “una terrible crisis, me pasaron muchas cosas juntas, estuve en el momento más difícil de mi vida. Pero dije: ‘si el sueño era hacer esto’. Llegó el momento en que estaba arriba de la camioneta, tenía que arrancar y era un salto importante, donde uno deja todo. Fue una de las cosas increíbles que me pasaron en la vida, porque todo vino a mí, apenas hice algo y todo se acomodó”, describió.
En ese momento estaba sola con Eva y necesitaba arrancar. “Eva es mi sol, fue quien me sacó en ese momento, porque se desesperaba, me veía tirada, llorando, y no lo soportaba, se enloquecía, aullaba, no sabía qué hacer. Se adaptó al viaje, es una maravilla”, aseguró quien dejó afectos en Buenos Aires y en Montevideo pero “toda mi vida -a lo material me refiero- está ahí adentro”.





