Aunque muchos lo consideran solo una molestia nocturna, el ronquido puede ser el síntoma visible de un trastorno respiratorio que afecta el descanso, la salud cardiovascular y la calidad de vida.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, la médica otorrinolaringóloga del Sanatorio Simes, Macarena Glinka, advierte que no debe naturalizarse: tanto en adultos como en niños, puede implicar obstrucción de la vía aérea y, en los casos más severos, apnea del sueño.
Comentó que en la práctica médica “me consultan mucho por ronquidos y a veces vienen traídos por la pareja, prácticamente de los pelos, porque no los dejan dormir”.
La especialista detalló que el ronquido aparece cuando existe algún grado de bloqueo en la vía aérea durante el sueño. “Ya sea a nivel nasal o en la boca, el paso del aire encuentra un obstáculo y produce la vibración de la mucosa del paladar, la úvula o la base de la lengua”, explicó.
Sin embargo, aclaró que no todos los casos son iguales: “A veces es solo un ruido molesto y otras es la antesala de la apnea, que son pausas de al menos 10 segundos sin respirar”.
Los hábitos cotidianos también juegan un rol clave. El consumo de alcohol, especialmente por la noche, agrava el problema: “El alcohol es un depresor, relaja aún más los músculos y empeora el ronquido”, indicó. Comer pesado antes de dormir y el uso de sedantes sin indicación médica también favorecen el colapso de la vía aérea.
Además, la obesidad es uno de los factores de mayor impacto: “Cuando uno sube de peso, no solo engorda por fuera; también se acumula tejido en esta zona, como si la manguera se achicara, lo que favorece el ronquido y el mal descanso”.
La edad es otro elemento que influye. Glinka señaló que una persona puede no roncar a los 30 y comenzar a hacerlo después de los 55. “Así como la piel pierde firmeza, la musculatura de la garganta también se deteriora y aumenta el colapso, por eso muchos empiezan a roncar con los años”, sostuvo.
En el caso de las mujeres, la especialista mencionó que la menopausia y los cambios metabólicos también pueden intensificar el ronquido, al igual que el embarazo, que eleva la presión abdominal.
En los adultos, los efectos del mal descanso se ven durante el día: cansancio, baja concentración y somnolencia excesiva. “Hay pacientes que se quedan dormidos mirando televisión e incluso manejando, lo cual es un riesgo enorme”, advirtió. Por eso, valorar cada caso es clave: desde evaluar si hay tabique desviado hasta revisar el tamaño de la lengua, la forma del cuello o trastornos respiratorios previos.
En los niños, el problema se presenta de otra manera. “Los chicos también pueden roncar y generalmente es por amígdalas o adenoides grandes”, explicó. Pero, a diferencia de los adultos, ellos no se muestran somnolientos sino hiperactivos. “Están inquietos, no pueden concentrarse y rinden mal en la escuela”, comentó.
Además, la respiración bucal sostenida puede afectar el desarrollo de la mandíbula y el paladar. En los casos con pausas respiratorias, la cirugía suele ser la solución: “Cuando hay apnea infantil, sacar amígdalas y adenoides cambia la calidad de vida del chico”.
No todo sirve
Glinka también pidió cautela con las soluciones virales que circulan en redes. “Las banditas nasales se volvieron tendencia como si fueran mágicas, pero no siempre sirven”, aclaró. Si el problema está en la profundidad de la nariz —por rinitis, tabique desviado o inflamación—, no habrá resultados.
Finalmente, insistió en que ningún ronquido persistente debe naturalizarse. “Consultar es fundamental para saber por qué se respira mal y evitar riesgos asociados al mal descanso”, concluyó.








