“Mientras haya alguien que disfrute del olor a tinta y papel, nosotros vamos a seguir”. Con este énfasis, Marcelo Luis Doubña, el “último” revistero de Apóstoles, dialogó con PRIMERA EDICIÓN para homenajear a todos los colegas en su día.
Junto a su esposa Liliana, quien es la titular de los derechos de la parada y maneja la receptoría de avisos de este Diario, el hombre lleva casi cuatro décadas de un oficio que transita una evolución del formato impreso hacia el digital…
Don Luis contó en ese sentido que “con los años nos fuimos quedando solos”, al punto de convertirse en los últimos bastiones del diario papel. La tarea, lejos de aminorarse se “volvió más desafiante”, contó.
En cada jornada, además de Apóstoles atienden a clientes de San José, Concepción de la Sierra, Azara, Tres Capones y Colonia Liebig (Corrientes).
“Ahora somos los únicos, pero recuerdo que antes vender el diario era muy competitivo. Éramos varios canillitas y había que ganarse la fidelidad de cada cliente recorriendo las calles. Era un trabajo duro, pero muy gratificante”, recordó sobre el boom de la actividad en esta provincia, cuando el diario “se agotaba”.
“Comenzamos con la revistería hace 35 años. Pasamos muchas cosas en este tiempo, pero lo más difícil sin duda fue la pandemia”, recordó Don Luis como el momento de “verdadero quiebre” de la época dorada del papel, puesto que el digital fue literalmente “obligado” a “ganar terreno”, por causa del aislamiento obligatorio. El hombre recordó vívidamente cómo durante aquel tiempo, las restricciones sanitarias pusieron a prueba la vocación de quienes vivían de la prensa en papel.
“Tuvimos que soportar muchos obstáculos y cambiar nuestra forma de trabajo. Pero la gente buscaba el diario: quería informarse de las cosas tal como eran… y nosotros le buscábamos la vuelta para que el diario llegara igual”, relató.
A su vez, pese al avance de la tecnología y del consumo digital que sigue masificándose, Luis destacó que todavía existe un selecto público que elige el papel.
“Son clientes fieles, gente mayor, que disfruta leer el diario físico. Los más jóvenes prefieren el celular, pero todavía hay quienes no se acostumbran a la pantalla: nosotros nos enfocamos en ellos, valorando su fidelidad”, manifestó con orgullo.
Como segunda tarea, para poder vivir cómodamente ya jubilados, él se ocupa de la chacra, donde produce miel de alta calidad y ella, además, desarrolla trabajos artesanales con materiales reciclados, especialmente latas de aluminio.
“El tiempo lo cambió todo”, reflexionó con añoranza en la voz. “La joya en todo esto es que aún se encuentran lectores fieles y que el Diario es la fuente de información más creíble”.
El oficio de la dignidad y la lucha
José Godoy lleva en Posadas 58 años como canillita. Testigo de la historia de los medios impresos desde 1969, PRIMERA EDICIÓN también buscó su testimonio de cómo la intervención del sindicato y el Ministerio de Trabajo dignificaron la figura del diariero, antes visto con cierto “estigma social”, aseguró.

Su relato fue un recordatorio de que la historia de la prensa es también la historia de sus trabajadores, ya que en los setenta, ser un canillita “no era justamente de lo mejor”.
Godoy advirtió que “asistimos a una total falta de interés de las nuevas generaciones por leer”. La pérdida de terreno del diario impreso frente a los medios digitales es, para el canillita, un fenómeno generacional.
Mientras él y sus clientes vivieron una época donde la lectura “era algo que te permitía pensar”, hoy el celular y “la inmediatez aniquilan todo interés por la lectura a fondo”, comparó.
“A las generaciones actuales no les interesa directamente leer, para ellos es una pérdida el tiempo”, opinó. De todas formas, no pierde las esperanzas y pidió a “los jóvenes que aprovechen las herramientas de Internet donde el conocimiento está disponible para todos”.





