En la localidad de Cerro Azul, la Estación Experimental Agropecuaria de INTA alberga uno de los espacios técnicos más importantes para la producción agropecuaria regional: el Laboratorio de Suelo, Agua y Material Vegetal. Desde allí, un equipo interdisciplinario trabaja en investigación, servicios de análisis y acompañamiento a productores, con el objetivo de mejorar la productividad sin perder de vista la sustentabilidad.
Bárbara Iwasita, bromatóloga y analista química, con más de veinte años de trayectoria en el laboratorio, repasa su historia, los desafíos y la importancia de esta herramienta al servicio del territorio.
Consultada sobre los inicios del laboratorio, contó que tenía como objetivo principal acompañar los ensayos internos de los profesionales de la Estación Experimental. Se realizaron análisis en cultivos como soja y tabaco, pero durante un tiempo estuvo inactivo. Hacia 1997, el ingeniero Alberto Sosa viajó a Brasil y conoció las metodologías de análisis de suelos desarrolladas por EMBRAPA, que luego adaptó a los suelos de Misiones. En 2002, junto a la ingeniera Paula González, se comenzó a ofrecer el servicio de análisis de suelos a productores. A partir de allí, el laboratorio se consolidó, incorporó nuevas metodologías y se integró a redes de laboratorios como la RILSAV (Red INTA de Laboratorios de Suelo, Agua y Vegetal), lo que permitió intercambiar experiencias y conocimientos, y adoptar Normas IRAM para garantizar la calidad de los resultados.
Respecto a las actividades que realizan actualmente, compartió: “Trabajamos en varias líneas, pero la calidad atraviesa todas. Participamos de redes nacionales e internacionales de laboratorios –como RILSAV, Red de Laboratorios de Calidad e Inocuidad de los alimentos y LATSOLAN (Red Latinoamericana de Laboratorios de Suelo)– y en controles interlaboratorios, como el PROINSA (Programa de Interlaboratorios para Suelos Agropecuarios), donde se evalúan nuestro desempeño técnico en comparación con otros espacios del país. Esto nos permite mejorar de manera continua y asegurar la confiabilidad de los resultados”.
Además, agregó: “Tenemos una fuerte participación en proyectos de investigación del INTA y colaboramos con tesis de grado y posgrado. Uno de los proyectos más importantes recientemente fue la cartografía de suelos del Departamento Guaraní, donde aportamos los análisis que sirvieron para caracterizar los suelos y generar mapas productivos. También trabajamos en vinculación con un proyecto de agricultura regenerativa, realizando los análisis para el cálculo de la huella de carbono”.
Asimismo, cuentan con una línea de servicios, que es una de las más demandadas. “Atendemos a productores, cooperativas y empresas de Misiones y del norte de Corrientes, brindando diagnósticos de fertilidad de suelos”, señaló.
Sobre la importancia de realizar un análisis de suelo, explicó que es una herramienta fundamental para el manejo sustentable y responsable del recurso: “Permite conocer el nivel de nutrientes, detectar deficiencias o excesos, y tomar decisiones informadas sobre fertilización y manejo”. Un diagnóstico adecuado ayuda a mejorar la productividad y también a reducir impactos ambientales.
Para ello, es clave realizar un buen muestreo. “Siempre recomendamos tomar varias submuestras al azar, mezclarlas y obtener una muestra representativa de unos 20 centímetros de profundidad. También hay que evitar zonas alteradas, como bordes de caminos o lugares donde haya concentraciones anormales de nutrientes. De un muestreo correcto depende que el análisis refleje la realidad del lote”, dijo.
“Ofrecemos diferentes tipos de análisis según la necesidad del productor. Para el diagnóstico de fertilidad determinamos materia orgánica, nitrógeno, fósforo, pH, bases de intercambio, capacidad de intercambio catiónico, porcentaje de saturación de bases y aluminio intercambiable. También realizamos análisis básicos, orientados a conocer parámetros específicos, por ejemplo, cuando se planifica un encalado”, comentó la analista química.
Sobre los resultados para el manejo agronómico, contó que entregan al productor un informe químico donde se detallan los valores obtenidos y una escala de niveles (malo, regular, bueno o muy bueno), basada en un estudio desarrollado por el ingeniero Sosa en la región yerbatera: “Esa información es interpretada por los técnicos del INTA o por asesores privados, que son quienes luego realizan las recomendaciones específicas para campo”.
En el laboratorio también se realizan análisis de material vegetal, compost, abonos, cenizas, dolomita, calcáreo y otros materiales. Recientemente incorporaron la temática de sustratos, con la ingeniera agrónoma Lorena Bárbaro, que se sumó al equipo y amplió la oferta de servicios.
A su vez, el laboratorio cumple un rol educativo. “Recibimos pasantes y estudiantes de tecnicaturas e instituciones educativas de la zona. Los alumnos aprenden sobre metodologías de análisis, control de calidad y la importancia del trabajo en laboratorio. En este momento, por ejemplo, tenemos dos pasantes de la EFA Santa Teresita. Es muy valioso poder compartir conocimientos y despertar vocaciones científicas en los jóvenes”.
Finalmente, la analista química indicó que el laboratorio es una herramienta tecnológica clave para la producción misionera. “Aporta información confiable que permite planificar de manera eficiente y sostenible el uso de los recursos naturales
• Colaboración de Francisco Pascual y Martín Ghisio.





