Reconocer nuestras limitaciones internas para transformar la reactividad en respuesta intencional requiere práctica y ejercicio. Para ello propuestas individuales y colectivas desde la neuropsicología y la Ecosanación son posibles de aprender.
En primer lugar, conviene precisar que la respuesta amigdalar es la reacción rápida e instintiva que dispara la amígdala ante señales de amenaza; cuando esto ocurre, emerge una oleada emocional que favorece la huida, la lucha o el bloqueo y, por consiguiente, reduce temporalmente la capacidad reflexiva de la corteza prefrontal. Por ello, crear pausas y ejercitar la autorregulación no es un capricho terapéutico sino una práctica esencial: al ralentizar la respiración y nombrar la emoción se facilita la reactivación prefrontal y se abre la posibilidad de responder con conciencia en vez de reaccionar por impulso.
En segundo lugar, es necesario aclarar qué es el BDNF y qué función cumple en estos procesos: el BDNF -factor neurotrófico derivado del cerebro- es una proteína que nutre las neuronas, facilita la sinaptogénesis y potencia la plasticidad cerebral. En términos prácticos, elevar los niveles de BDNF mediante ejercicio aeróbico regular y aprendizaje deliberado crea un terreno biológico propicio para consolidar nuevas conexiones mentales y emocionales. Por tanto, el movimiento corporal y la práctica cognitiva no son añadidos ornamentales; son mecanismos biológicos que sostienen cambios psicológicos duraderos y que, cuando se articulan con la atención y el reencuadre, transforman simultáneamente el cuerpo y el mapa mental.
A partir de estos fundamentos se propone una secuencia integrada y operativa: primero, instaurar la autorregulación inmediata practicando la respiración 4-7-8 tres veces antes de responder; luego, etiqueta la emoción en voz baja o por escrito, nombrando el sentimiento y su desencadenante; a continuación, reencuadra el pensamiento automático en una frase neutral que oriente la acción; además, incorpora actividad física regular para sostener BDNF; finalmente, dedica ciclos de cinco días a aprender una nueva habilidad durante 20 minutos diarios para potenciar la sinaptogénesis. Esta secuencia opera tanto a nivel intrapersonal como relacional porque la psicoeducación aplicada enseña a reconocer señales internas e intervenir con herramientas simples.
A nivel familiar y colectivo también hay técnicas que poco a poco iremos desarrollando. Para profundizar lo intrapersonal, se propone el ejercicio
Espejo de Limitaciones: Reserva 30-45 minutos sin interrupciones, registra 3-5 episodios recientes con contexto y reacción automática que te haya incomodado, identifica la emoción y el pensamiento subyacente, analiza patrones recurrentes, solicita feedback breve a una persona de confianza, reformula la creencia limitante en una frase neutral y define una o dos acciones concretas para la semana; luego mide progreso con registros sencillos y celebra avances.
Entre tanto, sostén prácticas transversales: pausa activa de 60-90 segundos antes de responder; etiquetado rápido “siento X” para desactivar la impulsividad; reencuadro verbal breve; y refuerzo positivo diario que consolide el nuevo hábito.
Finalmente, la atención neuropsicológica actúa como psicoeducación orientada a la expansión humana: fortalecer la corteza prefrontal, reducir la reactividad amigdalar y eleva el BDNF mediante movimiento y aprendizaje amplía la capacidad para respuestas intencionales.
Practicar y registrar cambios, compartir lo aprendido; y ser conscientes de la transformación de manera individual, es posible que afecte a la comunidad y ésta se transforme en un centro de aprendizaje y se convierta en un lugar donde la expansión humana pueda sostenerse y multiplicarse.
Anahí Fleck
Magister en Neuropsicología. 0376-154-385152








