Hace poco más de dos años, un joven de 19 años fue hallado muerto de un disparo en un sector de la reserva Yabotí. Lo que en principio su padrastro indicó que se trataba de un suicidio, rápidamente giró hacia una investigación por homicidio. Este sospechoso ahora será juzgado como presunto autor de ese crimen.
El Tribunal Penal de Oberá fijó fecha para la primera semana de noviembre, la cual específicamente sería el jueves 6 de no haber algún contratiempo, para juzgar al hombre actualmente de 31 años por la muerte de Alberto De Olivera.
Llega a juicio bajo la acusación de “homicidio agravado por el uso de arma de fuego y por alevosía”, causa que fue elevada por el Juzgado de Instrucción 3 de San Vicente.
De Olivera fue encontrado sin vida el 30 de septiembre del 2023, aunque en realidad su muerte habría ocurrido al menos dos días antes. Sucede que según lo mencionado por el acusado, desde el día 28 de aquel mes se encontraban en tarea de caza furtiva en la reserva.
Lo que dijo acerca de la muerte del joven lo complicó desde un principio y las pruebas obradas posteriormente en la investigación confirmaron que él podría ser el asesino.
El sospechoso avisó acerca de la muerte de un persona y una comisión policial de la comisaría de El Soberbio se dirigió hacia Picada “Chuchu”, a unos 60 kilómetros de la localidad de cabecera y a diez kilómetros de la reserva.
El hombre les relató que cuando volvían con su hijastro tras tareas de caza, le dijo que iba detenerse a orinar y que ya lo alcanzaba.
Momentos después oyó un disparo y al volver sobre sus pasos halló sin vida al joven. Al entender que se había suicidado lo dejó y se dirigió a su casa para avisar a la policía.
Una patrulla fue hasta el lugar y efectivamente halló el cadáver de la víctima. A todo ello se había presentado el sospechoso en el sitio y dio una versión distinta a la primera.
Manifestó que con dos escopetas volvían de cazar y él se adelantó un poco cuando oyó un disparo. Regresó a ver y encontró a su hijastro herido pero con vida. Supuestamente le dijo que “no tocara el arma porque se iba complicar” y que “le sacara la camisa”.
Siempre según su relato, acto seguido fue al campamento recogió todo y caminó 40 kilómetros para avisar a los familiares. La escopeta del joven nunca fue hallada ni tampoco la camisa que vestía.









