Ante este escenario, un equipo de investigación liderado en INTA Montecarlo por la Dra. Sara Barth, impulsa un programa de domesticación participativa de frutales nativos. El proyecto se desarrolla de manera interinstitucional conformando un núcleo asociativo entre la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), el INTA y las organizaciones Asociación Mujeres Soñadoras, Cooperativa Nueva Esperanza y Reverdecer.
El objetivo de este trabajo es conservar la biodiversidad local mediante la selección, multiplicación y manejo sustentable de especies frutales propias de la selva misionera, promoviendo al mismo tiempo la producción familiar y la diversificación agroforestal.
Una selva con menos árboles silvestres
Barth explica que las especies más emblemáticas -Eugenia involucrata (cerella), Eugenia uniflora (pitanga) y Plinia cauliflora (jaboticaba)- hoy se encuentran cada vez más restringidas a remanentes de monte nativo. “Hay menos árboles silvestres y se tiende a cosechar siempre del mismo ejemplar para obtener frutos y semillas”, señala. Este hábito, aunque frecuente entre los productores rurales, implica una pérdida progresiva de variabilidad genética y favorece procesos de endogamia. “Eso hace que las especies se vuelvan más vulnerables, tanto para su domesticación como para la conservación y la restauración ambiental”, advierte.
En términos prácticos, esto significa que los frutales nativos -que podrían constituir una alternativa económica, ecológica y cultural para muchas familias rurales- se encuentran subutilizados. “Hoy el recurso sólo existe en estado silvestre, sin cultivares definidos. No hay materiales seleccionados ni disponibilidad de semillas con características conocidas”, agrega la investigadora.
De la selva al sistema productivo
El trabajo conjunto entre INTA, la UNaM y las organizaciones locales busca justamente revertir esa situación. “A partir de la demanda sostenida de frutales nativos por parte de emprendimientos familiares y cooperativas, se propuso desarrollar un programa de domesticación, conservación y propagación de frutas nativas en la región”, explica Barth. Cabe destacar que para la realización de este proyecto, se contó con financiamiento de una convocatoria PTIS (Proyecto de Tecnologías para la Inclusión Social) y aportes de INTA.
El proceso comenzó con la selección participativa de árboles en distintas zonas de Misiones -principalmente en San Antonio, San Pedro, Salto Encantado, Dos de Mayo, Puerto Rico, Montecarlo, Eldorado, Andresito e Iguazú-, abarcando la mayor variabilidad posible en cuanto a forma del fruto, sabor, maduración y productividad. “Trabajamos junto a asociaciones de mujeres productoras y cooperativas que elaboran vinagres, mermeladas y otros productos. Ellas son parte del proceso desde la identificación de los árboles selectos hasta la evaluación de los materiales propagados”, destaca la investigadora.
“Buscamos que el productor tenga acceso a material genético diverso, adaptado y de buena calidad, que le permita diversificar su sistema productivo y reducir riesgos”, sintetiza la investigadora.
Conservación genética y futuro productivo
Actualmente, el equipo logró instalar a campo tres colecciones de frutales nativas que reúnen 20 progenies de polinización abierta de cerella, 20 de pitanga y 15 de jaboticaba, con 10 repeticiones cada una, en caso del campo Anexo Laharrague (INTA). En paralelo, se instaló un banco miniclonal para conservación ex situ en la FCF-UNaM, quien incorporó el proyecto al Sistema de Acreditación y
Seguimiento de Proyectos de Investigación (SASPI). Cada colección funciona como una reserva de germoplasma, base para futuros programas de mejoramiento y multiplicación de plantas.
El desafío ahora es continuar ampliando los estudios para avanzar hacia el desarrollo de variedades adaptadas de frutales nativos y consolidar los huertos de conservación como fuentes de semillas de calidad. “Tenemos que seguir trabajando en la caracterización de los materiales y su comportamiento en distintos ambientes. El siguiente paso es la generación de cultivares, para que el productor pueda elegir qué plantar según sus necesidades y rendimiento”, explica Barth.
Mientras tanto, las primeras colecciones instaladas ya constituyen un hito en la conservación activa de la biodiversidad misionera. En palabras de la Dra. Sara Barth, “la domesticación de frutales nativos es una manera de proteger nuestro patrimonio genético sin dejar de producir. Conservar produciendo es, en definitiva, asegurar que la selva siga viva en los sistemas productivos y en la mesa de las familias misioneras”.
Colaboración de Francisco Pascual y Martín Ghisio.





