El arte abstracto tiene una cualidad enigmática: puede decirlo todo sin necesidad de nombrar nada. En esa paradoja se mueve Mirna Wipplinger, artista misionera que encontró en el lenguaje de lo minimalista una forma de expresión personal y contundente. Su emprendimiento, bautizado con las iniciales de su nombre, MÏW, es hoy el espacio donde esa búsqueda se concreta y se comparte.
Las obras de Mirna se distinguen por su paleta de colores neutros y tierras. No hay estridencia, no hay saturación, sino una calma visual que, sin embargo, encierra un enorme caudal de contenido. Esa es la magia de su propuesta: lo simple no significa vacío, lo reducido no es carencia. Cada pieza parte de un proceso de análisis en el que la artista observa, reflexiona y despoja. La abstracción se convierte en un ejercicio de síntesis: se eliminan capas, adornos y ornamentos hasta llegar a un núcleo que, una vez plasmado en el lienzo, resulta profundamente expresivo.
“Decir mucho con poco” podría ser la frase que resuma su poética. En sus cuadros, una línea puede evocar un horizonte, un par de manchas remitir al tiempo, una geometría incompleta despertar la sensación de lo inacabado. El espectador se enfrenta a una obra aparentemente sencilla, pero que irradia múltiples sentidos. Lo esencial, en manos de Mirna, se transforma en intensidad.
Dentro de esa exploración, también hay lugar para lo experimental. Una de sus obras más singulares está realizada con manchas de café. Allí, el líquido funciona como pigmento, casi como si fuera una tinta improvisada, que al secarse deja huellas irregulares, matices cálidos y hasta un rastro aromático. El café, cotidiano y familiar, se convierte en medio artístico y le da a la obra una dimensión sensorial inesperada. No solo se observa: también se huele, también se imagina.
Esa apertura hacia lo no convencional habla de una artista en permanente búsqueda. El minimalismo, en su caso, no es rigidez sino flexibilidad. Cada cuadro de MÏW es la prueba de que la contención también puede ser expansiva, que un gesto medido puede tener la potencia de un grito, que la ausencia de elementos es a veces la mejor forma de decir.
En tiempos donde la imagen suele estar saturada de estímulos, la propuesta de Mirna es casi un acto de resistencia. Sus obras invitan a detenerse, a contemplar lo esencial, a escuchar el silencio visual. Y en ese silencio, cada espectador puede escuchar su propio eco, su propia interpretación, su propia emoción.
Desde Misiones, Mirna Wipplinger aporta a la escena artística una voz clara y singular. No necesita grandes formatos ni paletas estridentes para hacerse notar: basta con sus tonos tierra, sus neutros elegidos con precisión, sus manchas meditadas. Porque en el fondo, el arte no siempre necesita gritar para ser escuchado. A veces alcanza con un susurro bien colocado, con una línea justa, con un color que parece decirlo todo.
Claudia Olefnik
Artista plástica
Whatsapp 0376-4720701








