Vivimos en una época en que la palabra confianza se pronuncia con nostalgia, como si fuera un recuerdo en sepia de otros tiempos. Los datos lo confirman: cada vez menos personas dicen confiar entre sí. Robert Putnam, en su ya clásico Bowling Alone, lo advertía hace un cuarto de siglo: las comunidades están perdiendo capital social, ese tejido invisible que nos une. Y sin confianza, la paz se vuelve frágil como cristal soplado.
La confianza no es un acto ingenuo ni una dádiva incondicional. Es una estrategia evolutiva que puede prosperar y multiplicarse o extinguirse. La confianza no es ingenuidad: necesita memoria, reciprocidad y límites.
La historia nos ofrece ejemplos conmovedores de cómo la confianza puede surgir incluso en los escenarios más impensados. Durante la Navidad de 1914, soldados británicos y alemanes dejaron sus armas, cantaron villancicos y compartieron pan en medio del barro y la guerra. Fue un paréntesis breve, casi un suspiro, pero demostró que incluso en la desconfianza más extrema puede germinar un pacto de humanidad.
La confianza, como la cultura, evoluciona por variación y selección: aprendemos unos de otros, imitamos conductas que admiramos, dejamos morir las que nos hieren. El desafío es que, en la era de la hiperconexión, nuestras herramientas de comunicación -redes, pantallas, mensajes instantáneos- a menudo favorecen la velocidad sobre la profundidad, la reacción sobre la reflexión. El medio moldea el mensaje, y cuando el medio premia la inmediatez, la paciencia y la escucha, -imprescindibles para construir confianza- se vuelven rarezas.
Construir paz y confianza es un trabajo artesanal. No se logra con discursos abstract#confianza
os, sino con gestos concretos: devolver un llamado, cumplir una promesa, escuchar sin interrumpir, dar una oportunidad más cuando todo invita a rendirse. Es tentador caer en el juego de suma cero, pero las soluciones “ganar-ganar”, aunque más difíciles, son las únicas que sostienen comunidades vivas.
Hoy más que nunca, necesitamos relaciones firmes, justas y con memoria. Relaciones que no teman empezar cooperando y que, ante la traición, respondan con dignidad, pero sin cerrar la puerta al reencuentro.
La paz y la confianza no son premios para los ingenuos ni concesiones para los poderosos: son decisiones diarias, pequeñas victorias silenciosas que, con el tiempo, moldean la cultura.
La pregunta es, si en este mundo de sospechas rápidas y vínculos frágiles, estás dispuesto a dar el primer paso y confiar.
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
IG: valeria_fiore_caceres








