Por: Verónica Stockmayer
“Un hada, un cisne” Sui Generis
Presuntuoso, narciso, contemplaba en la superficie del lago el reflejo de la curva de su cuello largo, perfecto, el brillo oscuro de sus ojos de ónix, la blancura facetada de las plumas de las alas, que extendía en abanico, orgulloso.
Si se ponía en marcha timoneando con la cabeza y ese pico armonioso, con la cola apenas levantada, el agua lo celebraba con círculos concéntricos que multiplicaban su imagen… reverberaban lejos y llegaban a la orilla donde, apenas sugerida detrás de los juncos, las recibía la mano de dedos lánguidos, ansiosos, de un hada.
Ella amaba la gallardía de ese ser de agua y sal que la ignoraba. Podía aletargar sus alas diminutas de pétalo y tul, estarse muy quieta, contemplando la hermosura del ave que se le antojaba un bajel acariciado por la luna cuando el crepúsculo bañaba la laguna y ella se retiraba, aterida y triste.
Un día y otro el hada se arrimaba a la mansedumbre del paisaje habitado por el cisne, y derramaba lágrimas que deshacían su rostro, su figura, la delicadeza menuda de su ser en el agua blanda.
Una tarde él siguió el sendero salado del llanto callado de la criatura. La invitó a una danza que se prolongó en el tiempo. Giraban en gozosos escarceos hasta que la luna resplandecía en las alas de uno y otra.
Él la besaba con sus ojos de piedra, con el contorneo sutil de su cuello envolvente. Ella jugaba con sus manos de caracola entre el plumaje del amado.
Una mañana el cisne emprendió vuelo, solo. Llegó al mar y se tendió a descansar. No regresó. El pequeño navío de plumas, alas y sal se fue diluyendo, lamido por un oleaje misericordioso.
Los días no alumbraron ya para la duendecilla que siguió aguardando su vuelo nupcial de espuma y sal. El sol, testigo clemente de la pesadumbre de la ninfa, recorrió con sus dedos de luz la larga cabellera, la espalda de alas vencidas, las sutiles florecillas de sus manos, sus piececitos de almeja, y la fue sumiendo en un sueño silencioso. Mutó la niña hasta convertirse en pájaro, en nube.
En el cielo casi límpido del atardecer la recibió un cúmulo ovillado que se fue estilizando mientras ella ascendía, para envolverla en dos alas de puro vaho, para bienvenirla con el escorzo delicado del cuello jubiloso.
Entonces fue la pequeña epifanía de un astro que brilló como el zafiro de un ojo encendido.
Versión libre de “Un hada, un cisne” Sui Generis.
Datos de la autora
Verónica Stockmayer es docente y titiritera; como así tambien es Directora de la Escuela de Títeres de Montecarlo. Publicó “Así de simple: haikus y otras formas de la lírica para celebrar lo nuestro” (2017) “Curiosos y paseanderos, los versos de Vero”(2019) (poesía para niños). “Del devenir: haikus para mi pueblo” (2020). Miembro de AELIJUM, donde publica cuentos y lírica para niños.





